5- Ya está

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Leo

"Tristán ha pasado todo el día en el corral, y está un poco raro últimamente... no sé qué le pasa, pero estoy preocupada. Espero que me lo comente en algún momento..."

Esas fueron las palabras que me dijo mi abuela, con una expresión de preocupación real. Yo sí que sabía qué le pasaba: era obvio que Tristán me estaba evitando. Tampoco le faltaban motivos, y tampoco empezamos la convivencia con buen pie, pero no quería que mi abuela se preocupara. Ella llevaba años siendo lo único que tenía, aunque no quisiera acercarme a ella para evitar preocuparle. Esa mujer me leía la mente desde que era pequeño, me sentía vulnerable, y no quería que mirara lo que había en el interior de mi cabeza cuando estaba repleta de miedo.

¿Era un acto de cobardía? Sin duda. Soy un cobarde, y me temo que siempre lo seré. Pero, a cambio, quería hacer eso por ella. Evitar que se preocupara, intentar que Tristán pudiera estar en la misma habitación que yo sin tener miedo o sentir asco hacia mí. Por ella, lo intentaría. Aunque no mereciera nada de eso, y me jugara el respeto de mis amigos y el lugar que ocupaba en ese pueblo.

Qué patético.

Con la intención de interceptar a Tristán, me levanté el lunes por la mañana. Al bajar, sólo encontré a mi abuela. Mi abuela preocupada. Ya sabía que era normal que Tristán quisiera evitarme, pero empezaba a pensar que salir media hora antes de casa cuando la escuela estaba a diez minutos como mucho me parecía algo exagerado. Tampoco le iba a morder, macho. Ni a quitarle el dinero, realmente. Ahora ya no tenía que darle nada al capullo de mi padre.

Sentía una opresión y una liberación en el pecho al mismo tiempo. Era como vivir en un sueño demasiado bueno para ser real y al que parecía imposible acostumbrarme. Después de años, ya no había nada.

Últimamente sólo tenía eso en la cabeza. "Ya está". Y eso pensaba continuamente mientras desayunaba y caminaba hacia clase, sabiendo que ya no era un alivio salir de casa. "No hay más". Parecía mentira. Pero, por supuesto, ahora tenía nuevas preocupaciones que atender. Por ejemplo, los cuatro chicos que me esperaban en la puerta de la escuela a los que, al parecer, nunca les habían enseñado a no preguntar cosas que puedan herir la sensibilidad de la gente.

¿Cómo que "¿Tu padre está en la cárcel?"? ¿A qué viene eso de "¿Es verdad que pegaba a tu madre?"? ¿Tanto les importa que no se pueden aguantar las ansias de preguntar? No me quería ni imaginar la cantidad de rumores que se debían haber creado por el pueblo mientras no estaba. Aunque no es como si fuera a hacer un mínimo esfuerzo por limpiar mi nombre, y menos el de mi padre. Mientras me dejen en paz, que piensen lo que quieran. Qué pena que ni Marcos, ni Melo, ni Laza, ni Cali parecían tener intención de dejarme en paz. No sé ni cómo esquivé las preguntas hasta llegar a clase.

Tristán estaba ahí, y Bia le estaba hablando de algo. Al salir de clase le atraparía para, yo que sé, firmar la paz y que mi abuela dejara de comerse el tarro. Sólo quería que no le preocupara, y a ver cómo lo conseguía. Pero, para mi desgracia y no tanto para mi sorpresa, Tris salió disparado de clase en cuanto terminó la última hora. Esto era el precio que debía pagar por robarle dinero durante años, que ahora me evitaba. Bueno, vivíamos juntos, así que no le di demasiada importancia a sabiendas de que tendría más oportunidades de hablar con él.

Me demoré un poco al llegar a casa, ya que tenía que hacer una cosa antes, y Tristán estaba preparando la comida. Pensé que sería mi oportunidad, así que subí para dejar las cosas en mi habitación rápidamente y volver a bajar. Para entonces, ya había desaparecido de nuevo. Más tarde le interceptaría, supuse. Mientras comíamos, mi abuela me dijo que lo que más le preocupaba era que Tristán no estaba comiendo. Además, le daba la sensación de que le estaba evitando, de que no tenía ningún interés por estar con ella. Eso, después de tantos años de compañía, claramente le afectaba.

La voz de las BrujasWhere stories live. Discover now