Nuevos amigos

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Si algo resaltaba en Claire Montblanc era su orgulloso porte de princesa y sus modales de perfecta señorita. Había pasado toda su vida acompañando a su padre a aburridos almuerzos con sus socios y siempre se comportó a la altura, demasiado asustada de avergonzarlo y perder el privilegio de pasar tiempo juntos.

Fingir que era la niñita perfecta durante años la convirtió en una actriz consumada, experta en aparentar cortesía e indiferencia ante prácticamente cualquier situación. Ni siquiera ese desagradable encuentro logró desestabilizarla. La princesa del Rhodes no soltaba nunca su máscara y su corona.

—Por supuesto que lo sé, Jerr. Hace falta tener educación para distinguir a alguien que no la tiene —Encogió los hombros con indiferencia, sabedora de que una pelea no tenía sentido si sólo uno mostraba interés. Al menos no en el instituto.

Jeremy la miró con una sonrisa cínica y un brillo malicioso en sus ojos.

—Supongo que ahora piden un mínimo de educación para salir en los vídeos porno —Se escucharon carcajadas de fondo, cuando ella sólo provocó risillas. Era claro que él contaba con el favor del improvisado público.

Claire sabía que ningún alumno interferiría. Eran una diversión, un improvisado partido de tenis a mitad del pasillo. Jeremy no era idiota, por mucho que ella insistiera en referirse así de él: entendía tan bien como ella que sólo contaban con minutos antes de que un monitor de pasillos los separara y pensaba aprovecharlo.

La larga cabellera negra de Payton pasó como un borrón mientras la chica corría pegada a la pared, huyendo del tumulto. Probablemente se creía demasiado buena para rebajarse a disfrutar de ese circo, pero esa misma indiferencia hacía que pasara de largo sin involucrarse.

Nicholas se paró al lado de su amiga y entrelazó sus dedos, todo problema olvidado. Era un chico flacucho de estatura promedio, pero su expresión era tan fiera como la de un guardia protegiendo a su reina.

—Eres un asqueroso bastardo. Te irás a la cárcel por lo que le hiciste a Clarrie y ojalá que algún pandillero te confunda con una chica por ese precioso pelo rubio y te haga su perra. Aunque ya eres una pequeña perra cobarde, ¿no? —gruñó con furia.

Jeremy apretó los puños ante los insultos, pero se las arregló para conservar su sonrisa cínica. Él también era capaz de fingir por orgullo, aunque las palabras lo habían herido.

—Ah, aquí está el patético y fiel chihuahua guardián. No te la vas a follar por mucho que defiendas, ¿no lo entiendes? Seguirás siendo el triste mejor amigo —Su sonrisa era más amplia y viciosa ahora que el pelirrojo lucía como si fuera a saltar sobre él para estrangularlo.

Claire apretó la mano de su amigo con tanta fuerza que se le entumecieron los dedos.

—Ahora inventas tonterías, Jeremy. Nic y yo somos como hermanos… Lo entenderías si tuvieras amigos —Le dirigió una sonrisa dulce que contradecía su ataque.

El rubio pareció dispuesto a refutarle, pero en ese momento apareció un monitor de pasillo y ordenó a la multitud que se dispersara.

—¿Qué sucede aquí, Claire? Se suponía que Gavín tenía que cuidar el comedor, pero sólo Dios sabe dónde se mete… ¿Está todo bien? —preguntó Enzo, mirando a los tres chicos que habían estado en medio del barullo.

La muchacha esbozó su sonrisa más angelical, la que había logrado que él dejara de regañarla por usar maquillaje —¡apenas era un poco de brillo y rímel!— o romper pequeñas reglas. Nadie era capaz de enojarse con una chica tan dulce e inocente.

—Todo está perfectamente, Enz. ¿Qué podría estar mal? —Dirigió una mirada desafiante a Jeremy, que se limitó a asentir y marcharse a su clase. Nic y ella lo imitaron segundos después.


Entre espinas y esquirlasOnde as histórias ganham vida. Descobre agora