Soñé con un mundo feliz

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Anoche soñé con él
Soñé que mis dedos, cual serpientes del desierto, reptaban por su cráneo y se atoraban en su cabello.

Anoche soñé con él.
Soñé con un mundo feliz repleto de zapatillas negras, camisetas de Nirvana y un montón de discos afuera de las ventanas.

Anoche soñé con él.
Soñé que él se reía, pero lo más importante que se reía por mí.
Que por primera vez en mucho tiempo un cigarrillo no lo ayudaba a respirar y que sus pulmones solo se inflamaban de bostezos y libertad.

Soñé que él tenía el cabello largo.
Que mis deseos se atoraban en sus rizos, mis sonrisas en sus hoyuelos y mis manos en su cuello.
Que no importaba cuan lejos la gente huía de él, porque cuando estábamos juntos, la miel valía más la pena que toda aquella hiel.

Soñé que nos protegíamos,
que él era mi refugio y yo su perro guardían.
Que aunque su cara me recordaba a Mercurio,
todo lo que no fuera él, me parecía simplemente impuro.

Pero el mundo no es un lugar feliz.
Y aunque todo lo bueno solo sucede en mis sueños, quiero decirle que al menos en mi cabeza, siempre tendrá un lugar seguro.

Anoche soñé con él.
Con un fuerte olor a cereza, una rosa en mi cabeza, y recuerdos vagabundos de todos aquellos augurios que entre voces y murmurios me hicieron encontrar a un nuevo Mercurio.

Uno que no me prometió las estrellas, pero tampoco, ni siquiera, me hizo sentir como una de ellas.

Uno que no me prometió las estrellas, pero tampoco, ni siquiera, me hizo sentir como una de ellas

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