18. Donde no soy tú

Start from the beginning
                                    

—Hablar no soluciona ciertas cosas, Wells.

Se tensa y eso dispara todas las alertas en mi cabeza. Le sostengo la mirada tratando de expresar que sé lo que en realidad está consumiendo sus pensamientos.

—Pero sí la mayoría. Una buena comunicación, aunque es de las cosas más difíciles de conseguir, resuelve mucho.

Niego con la cabeza. No quiero escucharlo mentirme acerca de lo mucho que me extraña y me ama. No deseo oírlo decir que cree que esta relación se ha estado enfriando o deteriorando como si no fuera consciente del por qué.

—Para tener una buena comunicación primero no hay que tener secretos.

Se echa hacia atrás. No sé si está confundido de verdad o solo actúa.

—¿Qué clase de secretos, Preswen?

Repaso el plan de Tasha en mi cabeza. No quiero hacer esto, pero debo.

El domingo, cuando regresamos al bar, la discusión de siempre volvió a surgir. Xian insistió en que ir de frente con nuestras respectivas parejas sería lo mejor, y volví a sostener que necesitábamos pruebas. A diferencia de las veces anteriores, ahora comprendíamos el por qué cada uno quería hacerlo a su modo, pero Tasha nos ayudó al decir que podíamos hacer ambas.

—Van a ir de frente, pero de una forma más indirecta y sutil, para evitar peleas. Les darán la oportunidad de sentir la presión y confesar. Si ellos se quiebran, ahí acaba todo. Si los dos lo niegan, seguirán recolectando evidencia y los expondrán para que no tengan nada más que hacer que reconocerlo a la fuerza. Si, por ejemplo, Brooke confiesa pero Wells no, Preswen ya tendrá toda la evidencia que necesita cuando Xian le cuente lo que sabe, y viceversa. Ayúdense entre ustedes. Apóyense —dijo.

Eso me recordó a una frase de mi escritor favorito, Amir Dallimus: «No necesita que reme por él y no necesito que reme por mí. Cada uno es responsable de salvar su propio bote, pero saber que no estamos solos a la deriva en este gran océano, es un propulsor para remar con más ganas. No hay que subestimar la compañía y las palabras de aliento, sobre todo cuando vienen de una persona que no dudaría en prestarte un remo si en un desliz emocional dejas caer los tuyos; quien es, además, la primera en ofrecerte ayuda para buscarlos. Alguien que reduce la velocidad solo porque quiere llegar a la playa al mismo tiempo que tú… Pues, lo vale, ¿no? Al menos sé que no lo dejaría ser comida para tiburones. Ese es un gran paso».

Lo más fácil sería romper con ellos y marcharnos, pero si Xian y yo coincidimos en una cosa, es que necesitamos un cierre. Si te alejas de alguien sintiendo en una parte de ti, por más pequeña que sea, que podrías haber hecho más y queda algo que salvar, jamás podrás soltar la relación en paz para que siga el curso que debe tomar. Siempre regresarás al pasado e intentarás convertirlo en presente, mientras este último se escurre entre tus dedos. Lo sé porque me pasé la vida entera regresando a corazones ajenos con la esperanza de cambiar algo, como si dicho cambio no tuviera que darse en conjunto.

Gran y terca ilusa

Una bicicleta de una única rueda funcional es un desperdicio. Para eso me quedo con mi monociclo.

—Hay algo que nunca te dije —confieso—. Yo…

—Espera.

Me arrebata todo el oxígeno de los pulmones cuando busca mi mano sobre las mantas y entrelaza sus dedos con los míos. Deposita un beso en el dorso, con dulzura.

—¿Por qué hiciste eso? —susurro.

—Porque cuando queremos confesar algo, nos ponemos nerviosos, nos asustamos o nos preocupamos de más, creyendo que el otro no lo entenderá. Quiero que sepas que no debes sentirte así conmigo. No importa lo que digas, te amo y tú también me amas. No lo olvides.

¿Por qué hace todo tan difícil? ¿No puede ser un imbécil como lo es Xian la mayor parte del tiempo?

Sus palabras me hacen pensar si me dice esto en un intento de que mi reacción sea más comprensiva el día que me diga que se enamoró de otra persona. ¿Es sincero? ¿Puede que todo sea un malentendido al final?

—Antes de ti había otro. Su nombre era Vicente y le fue infiel contigo.

Su agarre vacila por un segundo, pero se recompone y me da un apretón.

—¿Por qué no me lo contaste antes? —Su tono es bajo.

¿No suena repugnado porque él es igual a mí o porque su corazón y mente están abiertos de par en par?

—¿Tú me contarías algo así? ¿Admitirías que eres infiel?

No responde, en su lugar asegura un mechón de mi cabello fuera de mi rostro y traza la línea de mi mandíbula. Mis latidos van en aumento.

—Sería difícil.

—Pero lo correcto —insisto, a lo que asiente en concordancia.

—¿Por qué me cuentas esto ahora?

Recuerdo que una vez confeccionamos una lista de 96 preguntas para dársela a Amir Dallimus. El hombre dejaba cabos sueltos a propósito, pero en exceso, y era algo que odiábamos. Siempre nos consideré buenos haciendo preguntas, pero nunca me pregunté si seríamos igual de buenos a la hora de contestarlas.

—Porque tú también has estado raro estas últimas semanas.

El peso de mis acusación pasiva lo golpea. Estoy, suavemente, transmitiendo todas mis sospechas. Sus manos dejan de tocarme. Echa la cabeza hacia atrás, mirando el techo por un segundo antes de sacudir la cabeza y volver a mirarme.

—No te estoy siendo infiel, Preswen. —Me descoloca. No hay furia en su voz, no la que esperarías oír de alguien a quien acaban de señalar como adúltero—. Créeme, yo jamás te haría algo como eso…

—¿Lo dices porque yo sí soy una mentirosa? —El contraataque sale disparado como una bala.

—No, lo digo porque no soy así.

«No soy tú».

He escuchado esas palabras antes. Se las dije a Vicente, de esa y mil formas diferentes.

Luce apenado, y por primera vez veo culpa en él.

Culpa que no debería sentir si no fuera exactamente como yo.

Culpa que no debería sentir si no fuera exactamente como yo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
El elevador de Central ParkWhere stories live. Discover now