Parte 2

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—¿So Ra...?

El rostro de Hansol estaba asombrado, no podía creer lo que sus ojos veían así que los apretó y sacudió su cabeza un par de veces, al abrirlos la realidad lo golpeó de nuevo. Miles de pensamientos y escenarios inundaron su mente, tristemente fueron los peores. Por un momento la ira pudo más que su sorpresa, estaba molesto, porque creyó que había caído en el juego de So Ra, que todo había sido un plan desde el principio.

La chica permaneció en el piso con la mirada fija en la alfombra de color azul, se negaba a ver al pelinegro a los ojos, le dolía, le dolía lo que estaba sucediendo y ciertamente no lograba comprender del todo como es que la habían descubierto.

—Joven Chwe. Llegamos.

Un hombre con cabello largo, café y una chica de la misma altura de Hansol aparecieron en la puerta, éste salió de su aturdimiento solo un par de segundos después y se hizo a un lado para que ambos pudieran tomar a So Ra. La rubia se paró de mala gana y comenzó a forcejear con ellos, pero era imposible salir de esa, al menos en esos momentos.

Después de haber recibido un doloroso codazo en su costilla comenzó a cooperar un poco más, pero siempre mantuvo la cabeza gacha, negándose a ver al pelinegro y ciertamente éste tampoco quería verla.

—Ya está todo listo, comenzaremos en una hora.

Eso alertó a So Ra ¿Qué comenzaría en una hora? Intentó ingeniar algo o pensar a qué se referían; estaba tan concentrada en ello que no notó cuando fue que llegaron al sótano de la casa. Después de recibir una patada en sus pantorrillas, cayó sobre sus rodillas, soltando un jadeo repentino.

La despojaron de sus pertenencias, incluso le quitaron la chaqueta y los zapatos, buscaron en su cabello cualquier tipo de broche y al no encontrar nada la dejaron allí. Sin darle mucha importancia los dos jóvenes que la habían llevado comenzaron a hablar entre ellos.

—¿Segura está todo listo? —Dijo el castaño de cabello largo y sedoso, So Ra sintió envidia ya que ni el suyo estaba así.

—Sí, los cuchillos están afilados como le gusta al señor Chwe y tenemos suficiente seguridad, los huéspedes esperan arriba.

Intercambiaron un par de comentarios sin importancia y minutos después la puerta volvió a ser abierta. Entraron varias personas, todas de diferentes edades, tamaños e incluso nacionalidades, la mayoría parecía estar entre sus treintas; a excepción del mayor y menor entre ellos.

El señor se veía grande, quizás unos cincuenta años, su cabello ya estaba algo canoso y las arrugas a los lados de sus ojos indicaban sabiduría y cansancio juntos. El más joven era el adorado Hansol de So Ra. Ella lo vio por un segundo y no pudo más, volvió a desviar la vista y mantuvo su cabeza gacha.

Todos los invitados tomaron asiento y frente a ella, a unos cuantos metros estaban las dos personas antes mencionadas.

—Queridos, estamos aquí reunidos para la misión de iniciación de Hansol Vernon Chwe. —Todos le escuchaban con atención. —Demos comienzo, por favor. —Sonaba cansado así que no le dio muchas vueltas al asunto, a fin y al cabo todos sabían que estaban haciendo ahí, todos menos So Ra.

Hansol tomó con su diestra el cuchillo de tamaño mediano y se acercó hacia la chica, que aún se negaba a mirarlo. Se acuclilló frente a ella y pasó el cuchillo por la mejilla de la misma.

—¿Cuántas personas tienen trabajando para ustedes? —Fue directo al grano y So Ra solo frunció el entrecejo, aquello era un interrogatorio.

—No sé. —Y era verdad, a So Ra no le importaba mucho lo que hacían sus padres con el negocio. Chwe no se movió.

—¡Miente! —Gritó uno de los que se encontraban sentados. —¡¿No harás nada?! ¡¿Ven?! ¡Les dije que no podía hacerlo.

Ahora entendía parte de lo que estaba pasando, la misión del chico, de la que antes habían hablado, era esa, el interrogatorio, herirla, ser duro con ella, porque era el enemigo. So Ra sabía que pasaría si no obedecía, tendrían que matarlo, así que alzó su mirada, viéndolo finalmente a los ojos. ¡Y qué ojos! Los de Hansol brillaban y resaltaba ese lindo color café que tanto adoraba, sin embargo, el dolor también se reflejaba en ellos.

So Ra le escupió en el rostro, cosa que sacó de balance a Hansol y ahí su mirada se oscureció. El cuchilló se deslizó por el brazo de la chica y un grito de dolor salió de sus labios, era doloroso pero no lo suficientemente profundo para matarla. Todos estaban sorprendidos, nunca pensaron que él podría hacerlo.

—Esto es simple, tú contestas mis preguntas y yo no te hago daño. —Se encogió de hombros, poniéndose de pie una vez más. Ahora comenzó a dar vueltas a su alrededor, jugando con el arma blanca entre sus manos. —¿Quién es su socio en Estados Unidos?

—No sé... —Respondió en un susurro y volvió a bajar la cabeza.

—Respuesta incorrecta. —Susurró en su oído y deslizó el cuchillo ahora por parte de su espalda. —¿Quién les proporciona las armas?

—¡No sé, no sé nada! —Gritó en frustración y era verdad lo que decía, pero claramente nadie creería en sus palabras pues sabían sobre su misión, todos menos ella.

Las preguntas sin respuesta continuaron, al igual que diferentes cortadas en su cuerpo, hasta que el señor Chwe paró a su hijo. Se puso de pie, llamando la atención de los espectadores.

—So Ra Paeng... —Suspiró. —¿A qué viniste esta noche?

—A matarte. —La respuesta iba dirigida a Hansol y en ese momento lo miró a los ojos, el dolor y el enojo se mezclaron pero el chico no pudo descifrar ninguno, no con el corazón roto.

El padre del mismo comenzó a reír, negando un par de veces con su cabeza.

—No querida, estás equivocada. Tu misión no es esa. —La mirada, ahora confundida, de So Ra se dirigió al señor Chwe, él se veía tranquilo que incluso parecía que la corbata no le molestaba. —Estás aquí para enfrentarte a Hansol. —Lo señaló con su diestra y los ojos de ambos volvieron a unirse.

Shoot me → Vernon (Seventeen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora