Recuerdo II

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-¿Desapareció? -Scorpius empezaba a entender por qué Antares había cambiado tanto, parecía muy diferente el chico que él conocía del que él mismo relataba.
-Sí. Cuando Acrab fue a buscarle no había nadie en la habitación. Ras siempre se levantaba mucho antes que nosotros y se ponía a entrenar en el patio sus ilusiones, pero jamás se perdía una comida y no fue al desayuno, creíamos que se le había olvidado. -Cerró los ojos recordando la desesperación que sintió en ese momento. Los soldados habían peinado Karich y no había ni rastro de él, pero uno de los criados dio con la clave.
-Lord Sargas. -El criado entró corriendo jadeando en la sala del trono, apenas podía hablar. -Falta... Un... Caballo. -Consiguió anunciar de seguido.
-¡Padre! -Antares le miró con ojos suplicantes, tenía la sensación de que ese caballo lo había cogido Ras.
En ese momento otro hombre entró en la sala del trono. Era muy alto, de tez ligeramente morena, ojos rojos y cabello negro recogido en una coleta al lado derecho, tenía perilla. Vestía un uniforme militar rojo brillante, llevaba hombreras doradas y varias medallas en el pecho que hacía que se notase que era alguien importante, el traje iba adornado con una capa algo más oscura que el traje en la cual se veía un enorme escorpión Dorado, aquello indicaba que se encontraban en presencia de uno de los nobles del clan, uno de aquellos que descendía directamente de los miembros originales que formaron el clan Escorpio en el momento de la Gran Guerra Plejadë. Se quitó el sombrero y se arrodilló ante los tres miembros de la familia real.
-Perdonen mi grosera interrupción, Lord Sargas, Lord Antares, Lady Acrab. -Dijo con educación bajando la cabeza.
-¿A qué se debe esta visita, Jabbah? -Preguntó Sargas realmente sorprendido. -No sueles abandonar tu puesto en las fronteras del territorio.
-No dejaría mi puesto si no fuera algo de extremada urgencia, Milord. Hace escasas horas vimos humo en el territorio ofiuco, procedente de su capital, no le dimos mayor importancia creyendo que sería un simple incendio y pronto se encargarían de ello, pero el incendio sigue activo, lo cual es raro. Vengo a informar de que los escuadrones de Shaula y Girtab han fueron a investigar y vendrían a informar de manera inmediata.
-Padre, Ras ha vuelto a casa, estoy seguro, tenemos que ir a por él ¿Y si el  incendio es cosa de Cassiopea? ¡Puede estar en peligro! -Suplicó Antares al borde del llanto.
Mientras Sargas reflexionaba sobre cuál podía ser la acción más lógica y prudente dos personas con el mismo uniforme que Jabbah entraron. Uno era una mujer de cabellos rojizos llevaba dos moños de los cuales salían unas exuberantes coletas, la capa con el escorpión era algo más corta que la de Jabbah puesto que éste era el coronel y ella una general. Junto a la mujer había un chaval no mucho mayor que Antares, igual un par de años, tenía el pelo azul oscuro rapado casi por completo y del lado izquierdo salía una trenza delgada, en la parte inferior llevaba un adorno de metal, era el que vestía la capa más corta, por la cintura, ya que era un capitán. Ambos se arrodillaron.
-Shaula, y tú debes de ser Girtab, siento lo de tu padre, fue un buen hombre y estoy seguro de que tú estarás a su altura. -Dijo el rey con amabilidad.
-Gracias, Milord, espero no defraudaros. -Agachó la cabeza en señal de respeto.
-Lord Sargas. -Shaula alzó el rostro para mirar al soberano e informar. -Llegamos a acercarnos hasta Opiamu, tal y como Jabbah temía, el fuego viene de un ataque de Cassiopea. Hemos visto varios soldados con las capas moradas de la organización a las afueras de la ciudad ¿qué debemos hacer?
El rey Sargas miró a sus hijos, a su hija concretamente puesto que mientras sus guardias fronterizos informaban el príncipe había huido.
-¡Antares! -Alarmado por la falta de príncipe salió de la sala del trono rezando a Scorpius para que su hijo estuviera en su habitación, por desgracia no estaba. Acrab había ido directamente a los hangares de palacio, tenía una corazonada, sabía que su imprudente hermano pequeño había ido corriendo hacia el clan Ofiuco sólo para salvar a Ras. Su corazonada se convirtió en un hecho en el preciso instante en el que vio que faltaba una de las naves más pequeñas, no era una nave de combate y apenas cabían dos personas en ella, pero sí era la más sencilla de manejar y sabía que Antares no tenía demasiado conocimiento como piloto pero sabía perfectamente cómo usar ese tipo de nave, no había duda de que había ido a salvar a su amigo. Echó a correr hacia su padre, tenía que informarle de aquello.
-¡Padre! -Le encontró en el patio de palacio con los nudillos sangrantes. Sargas era un padre que adoraba a sus hijos y desde la muerte de su esposa no podía consentir que nada malo ocurriera a sus pequeños, eran lo único que tenía y, cuando algo pasaba,   solía castigarse golpeando alguna columna de los soportales del patio.
-Acrab ¿has encontrado a Antares? -Había un atisbo de esperanza en su voz.
-No, pero sé dónde ha ido. -Sacó un aparato cuadrado con pantalla que rápidamente mostró un mapa del territorio del clan Ofiuco. -Ha cogido una de las naves de transporte y la ha abandonado en las inmediaciones de Opiamu. -Dijo manteniendo la compostura por su padre.
-Shaula, Jabbah, Girtab. -El rey miró a sus guardias. -Mandad un mensaje a vuestros soldados. Vamos a intervenir en la invasión de Cassiopea.
-Padre, voy con vosotros. -Suplicó Acrab.
-Es mejor que te quedes aquí, podría ser peligroso y si ya tengo a un hijo en peligro no quiero que tú también lo estés.
-Pero padre. He terminado mi adiestramiento, soy fuerte, puedo ser de ayuda... Por favor te lo pido. -Miró a los ojos al rey, estaba decidida a participar en la misión de rescate de su hermano.
-No. Te prohíbo que salgas de Karich hasta que volvamos con Antares. -Ordenó el hombre.

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