II. C A P Í T U L O E X T R A

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— Lo sé, también me pasa contigo. —Susurré, abriendo mis ojos para encontrarme con los suyos cerca, pudiéndome ver reflejada en esos orbes miel tan dulces.

— ¿De verdad? Qué raro, a mí contigo no me pasa. —Bromeó, sacando su juguetona lengua en una amplia sonrisa.

— Serás tonta... —Reí, arrojándome sobre ella en un ataque sorpresa que la hizo pegar un pequeño chillido, cayendo de espaldas sobre el colchón.

Sin darle tiempo a decir nada más, la besé, degustando sus tentadores labios, fríos al igual que su cuerpo por la recién ducha.

Aunque de subirle la temperatura ya me encargaría más tarde.

Sus manos acunaron mi rostro, acariciando mis mejillas con sus pulgares mientras nuestras boca seguían degustándose, cada vez con más hambre.

— E-espera... —Jadeó cuando nos separamos y yo entreabrí mis ojos, observándola; sus ojos estaban cerrados todavía, sus mejillas enrojecidas y sus labios entreabiertos, recuperando el aire perdido y yo sonreí de nuevo, sin poder contenerme más antes de inclinarme y dejarle un pequeño beso para luego desviar mi boca, paseando por su mejillas, dejando un sendero de besos hacia su cuello—. Li-Lily... —Gimió, aferrándose a mis hombros, clavando sus uñas en mi piel.

Lamí su piel, sintiéndola estremecer.

No sé qué clase de milagro divino o universal fue, pero aquel error informático que nos juntó en la misma habitación de ese bendecido hotel había sido una casualidad de la que estaría eternamente agradecida.

La melodía de mi dichoso móvil rompió un poco la atmósfera, aunque yo lo ignoré olímpicamente, centrándome en marcar ese pálido cuello con mis dientes mientras una de mis manos empezaba a explorar a su antojo, arrancándole dulces gemidos que daban ritmo a mi nombre y agitaban mi corazón.

— L-Lily... tú mó-móvil...

— Deja que suene, ya se cansará.

Pero vaya que no.

Esa maldita canción se detuvo unos segundos más tarde para luego, volver a sonar, haciendo que cada segundo que pasara, el placer que estaba experimentado comenzar a reducirse a pasos de gigantes para dar paso a la irritación.

— ¡Argh, mierda! —Gruñí, alejándome de Galaco para tomar con molestia para buscar mi móvil que había acabado entre las sábanas.

Como sean los mocosos otra vez llamándome a propósito juro que cojo el primer avión para traerles de vuelta a base de chanclazos, refunfuñé, encontrando mi móvil bajo la colcha.

Sin embargo, cuando leí el identificador, me tensé de inmediato, frunciendo el ceño y apretando los dientes.

Ahora sí que me había enfadado, pero de verdad.

— ¿Lily? ¿Qué ocurre? —Galaco me preguntó con preocupación, reincorporándose para acercarse a mí.

Mi móvil seguía sonando en mi mano y yo respiré profundamente, colgando la llamada.

— Es Ann. —Escupí las palabras.

— ¿Tu hermana? —Se extrañó—. ¿Qué quiere? —Ella conocía mi relación con mi hermana, sabía muy bien todo lo que había pasado.

Ann volvió a llamar y el móvil vibró en mi mano, haciéndome sentir un repentino deseo de lanzarlo contra la pared con rabia. Pero me contuve, respirando profundamente y volver a colgar.

— ... Quiere un encuentro con Rin y Len. —Respondí finalmente, dejando caer mi móvil sobre la cama con un resoplo. Galaco no dijo nada, así que seguí hablando—. Hablé con los niños el otro día, en videollamada, y les conté el encuentro que tuve con ella la semana pasada.

SPICE! | RiLenWhere stories live. Discover now