Capitulo 23

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Zayn y Virgil llevaban más de una hora fuera cuando entró Landon Mercer en la oficina.

—Hola, encanto —dijo con jovialidad—. ¿Qué tal está la mujer más bonita de esta parte del estado?

_____ lo miró impasible. Por desgracia, en ese momento se había quedado sola. Prefería tener compañía cuando entraba él. Por supuesto, estar sola le daba también ocasión de seguirlo una vez más.

—Hola, señor Mercer —dijo.

—Landon —repuso él, como hacía siempre. Se apoyó en el mostrador como con descuido, aunque adoptando una pose que resaltaba su físico. _____ admitía que era guapo, pero a ella la dejaba fría.

—¿Quiere alquilar una lancha? —preguntó.

—Claro que sí. Hace tiempo que no salgo a pescar, así que he decidido saltarme el trabajo esta tarde.

_____ vio que llevaba una caña y una caja de cebos, como siempre.

—¿Quiere alguna en particular?

—No, cualquiera —se inclinó más hacia ella—. ¿Por qué no cenamos juntos cuando vuelva?

Podemos ir a algún sitio bonito, tal vez en Birmingham.

—Gracias, pero esta noche tengo planes —repuso ella, con voz que denotaba muy poco interés.

Por desgracia, él estaba tan inmerso en su propio encanto, que no sabía ver la falta de respuesta

en ella.

—Mañana entonces. Es sábado. Podemos ir a Atlanta a divertirnos de verdad.

—El puerto abre los siete días de la semana.

—Oh. Vale, pues iremos a Birmingham. —No, gracias, señor Mercer. Mañana por la noche también tengo planes.

—Vamos, ¿tan ocupada está? Seguro que puede posponerlo.

_____ apretó los dientes.

—Mañana tengo una cita.

—Ahora estoy celoso. ¿Quién es el afortunado?

—Nadie que usted conozca —tomó una llave del tablero y la dejó en el mostrador—. Aquí tiene. La número cinco, al final del muelle.

El hombre sacó la cartera y le pasó dos billetes de veinte dólares.

—La devolveré en dos horas —dijo.

—Muy bien —ella forzó una sonrisa—. Que se divierta. Espero que pesque mucho.

—Nunca lo hago, pero es divertido.

Se alejó hacia la puerta y ____ dejó el dinero en la caja registradora y lo observó andar por el muelle. Miraba a su alrededor, observando el aparcamiento y el tráfico en la calle.

Levantó el auricular y llamó a Burt, que estaba en el edificio de mantenimiento. El mecánico respondió justo cuando Mercer subía a la lancha.

—Burt, voy a salir un rato en lancha —dijo ella con rapidez—. Cierro la tienda, pero estate atento a los surtidores.

—De acuerdo —repuso Burd Mardis, un hombre muy poco curioso.

Mercer se alejaba del muelle. _____ se puso una gorra, tomó las gafas de sol y salió del edificio.

Cerró la puerta tras ella y corrió hacia su lancha.

Esta era más veloz que las de alquiler, pero en el agua y, a cierta velocidad, era difícil distinguirla de ellas.

Salió al agua y, cuando estuvo ya en el lago, miró a su alrededor en busca de Mercer; por desgracia, él se había alejado tanto que no podía identificarlo con seguridad, y había tres lanchas delante de ella, tres puntos pequeños. 

¿Cuál era la de Mercer?

El brillo fuerte del sol convertía el lago en un espejo. El aire caliente la golpeaba. El aroma del río llenaba su cabeza y sus pulmones, y se sintió exultante. Eso formaba parte de la vida que amaba... el viento en la cara, la sensación de velocidad, el balanceo del barco. Cuando corría así por el agua, era como si estuviera a solas con Dios. Habría sido plenamente feliz de no ser porque no sabía lo que se proponía Mercer.

Un minuto después, una de las lanchas disminuyó la velocidad y se dirigió hacia otro puerto.

Al acercarse, vio que contenía dos pasajeros.

Siguió a toda velocidad y poco después comprobó que empezaba a alcanzar a una mientras la otra se alejaba cada vez más. Como su lancha era más rápida que la de Mercer, calculó que la que estaba alcanzando era la de este. Frenó un poco, lo bastante para no perderlo de vista, pero sin acercarse tanto que pudiera identificarla. Casi todos los que estaban en el agua llevarían gorra de béisbol y gafas de sol, y su pelo iba recogido en una trenza, así que estaba bastante segura de que no la reconocería.

Mercer avanzaba hacia la zona de siempre, donde había muchos islotes. No podría acercarse mucho, porque cuando redujera su velocidad, podría oír otros barcos. Lo mejor que podía hacer era parar a cierta distancia y hacer como que pescaba.

La lancha de delante frenó y se metió entre dos islotes. _____ mantuvo la velocidad y pasó de largo. Había una distancia de unos doscientos metros entre ellos, pero vio que él se acercaba a la orilla de la isla de su derecha.

______ giró en dirección contraria, alejándose de él. Por el río bajaba una barcaza muy cargada y que se hundía bastante en el agua. Si dejaba que se situara entre Mercer y ella, lo perdería de vista al menos medio minuto, suficiente para perderlo. Pero si se colocaba en el camino de la barcaza, podía acabar más cerca de él de lo que quería.

No podía evitarlo. Escondió la trenza larga en el interior de la camiseta y se dispuso a cruzar el río delante de la barcaza.

Amando a una mujer ADAPTADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora