La noche de bodas

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Advertencia +18. Escenas explícitas, sexo y desnudos.

Cuando llegó la noche del día de la gran boda, la mayoría de los Memianos estaban borrachos. Algunos se ponían a cantar y bailar alegres, mientras otros se ponían a jugar a juegos descabellados, a los que solo los vikingos jugarían.

Patán y Chusco tiraban hachas al blanco, pero en vez de una diana, esa vez era Bocón. Los demás los animaban.

—Chicos, ¿podéis acabar con esto de una vez?

Patán y Chusco tenían los sentidos empotados por la adrenalina y tantas jarras de hidromiel. Rieron sin hacerle ni caso, y se dispusieron a coger más hachas para lanzarlas contra él.

Valka estaba en medio de una conversación con los padres de Astrid, con los que se llevaba muy bien. Eret demostraba a todos su fuerza, levantando objetos e incluso a gente. Brusca animaba a Patapez dándole de comer, pues aún seguía algo nostálgico.

Mientras que Hipo y Astrid estaban algo cansados de haber bailado tanto, y por supuesto de no haber dormido en toda la noche y haber superado un día tan largo. Estaban sentados en una mesa aparte, acurrucados. Astrid descansaba su cabeza en el hombro de Hipo y él le rodeaba con el brazo, mientras con su mano libre acariciaba la de Astrid lentamente.

Astrid estaba tan relajada que se estaba quedando dormida con las caricias de Hipo. Él la miró y le dio un beso en la frente para luego susurrarle en la oreja.

—¿Quieres irte de aquí milady?

Ella reaccionó ante el aliento y las palabras de Hipo en su oreja, y se incorporó para poder mirarle. Estaba sonrojada y le miraba con nerviosismo. Él también empezó a ponerse nervioso al verle su rostro otra vez. Sabía lo que decía su mirada, pues él había estado pensando en lo mismo durante todos estos últimos días y sobretodo durante el banquete.

—¿A casa? —dijo Astrid con un hilo de voz.

Hipo tragó saliva y le cogió las dos manos, envolviéndolas con las suyas.

—A dónde tú quieras. —le dijo Hipo con la voz suave.

Ella pensó durante un instante sin mirar a Hipo a la cara. No se atrevía a hacerlo, sabiendo lo que ocurriría entre ellos ahora.

—Quiero ir a casa. —dijo Astrid decidida y se sonrojó aún más. Es la primera vez que se refería a la cabaña de Hipo como su casa, pues ya les pertenecía a los dos.

Hipo le soltó las manos y se puso de pie tendiéndole una mano para que cogiera la suya.

—Pues iremos a casa.

Hipo también estaba sonrojado, pues no podía evitar pensar en lo que harían, pero intentaba ocultarlo como podía. Astrid levantó la mirada y le miró a los ojos por un momento, mientras se levantaba y enlazaba sus dedos con los de él.

Salieron de la Gran Sala sin despedirse de nadie, pues nadie les echaría en falta los próximos tres días, o puede que más, de celebración. Y además que todos sabían que ya era el momento de que estuvieran a solas.

Estaban llegando a la cabaña de Hipo, y se les estaba poniendo el corazón a cien. Astrid empezó a contar en su mente para controlar sus nervios, y a Hipo les empezó a sudar las manos. Hipo soltó su mano, se agachó y pasó los brazos por detrás de las piernas de Astrid para cargarla en sus brazos. A Astrid le impresionó ese gesto. Hacía tiempo que no la cogía en brazos así, desde que cogió la fiebre de Odín y casi muere. No quería pensar en eso ahora.

La cargó hasta abrir la puerta y pasar el umbral con ella en brazos. Astrid sonrió de oreja a oreja mientras se agarraba a su cuello. Hipo era muy tradicional y eso le gustaba a Astrid en parte. Gracias a Thor que la ley de la intimidad fue abolida hace muchos años atrás, antes de que Estoico fuera el jefe, porque no sabrían cómo pasarían por ese bochorno. Ya era una vergüenza que lo hicieran solos, e imaginarse la idea de que les vieran era insoportable.

Juntos hasta el Valhalla (Hiccstrid)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora