Capítulo 2: Una petición extraña

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Equis no lo sabía, pero soñando era feliz. Su expresión se relajaba hasta adoptar casi una media sonrisa; sus cejas, siempre contraídas, se arqueaban con naturalidad; sus brazos, normalmente ocultos bajo el cañón, descansaban detrás de la nuca; su pecho subía y bajaba lentamente y su respiración era profunda como la de un niño. Nunca había dejado de serlo, solo había crecido con rapidez. Y los sueños a menudo son los caminos más difíciles de explorar, si bien contienen las respuestas a todas nuestras preguntas. Equis tampoco sabía esto. El universo no le suscitaba ni el más mínimo interés, aunque lo supiera todo sobre él, y se sentía un auténtico ignorante en materia de sentimientos. La empatía escapaba a su control. 

La voz de Dana I lo devolvió a la realidad.

—Llamada telefónica entrante. El piloto de la nave Oscila desea hablar usted.

Contigo, corrigió Equis para sus adentros, incorporándose. Al menos Dana I debía ahorrarse las formalidades. La retocaré más tarde.

—Acepta.  —El mapa holográfico mostraba un segundo punto rojo en la llanura de coordenadas. Frunció el ceño. ¿Quién podía ser? Por aquella zona no solían circular muchas naves, y menos una privada. Y menos aún, añadió, que quisiera hablar con él. 

Alguien tosió al otro lado del teléfono.

—Buenos días.

—¿Quién es? —preguntó Equis sin rodeos.

—Soy Hershel Layton, profesor de arqueología en la Universidad de Gressenheller IV en la colonia terrestre K-2L. Un placer.

Equis alzó las cejas. ¿Sería el famoso profesor Layton, el de verdad? No era la primera vez que se cruzaba con Plagiadores de personalidad.

—Un placer. Me llaman Equis. ¿En qué puedo ayudarle?

—No querría causarle molestias, pero me temo que estoy perdido. Mi mapa de coordenadas se ha estropeado y lo único que recibo son mensajes cifrados.

Equis asintió, sin reparar en que el profesor no le estaba viendo. Se apresuró a contestar:

—Entiendo. ¿Y a dónde quiere ir? ¿O qué quiere que haga yo, más bien?

—¿Sería mucho pedir si le mandara el mensaje y lo descodificara usted mismo?

—Ningún problema. Dana I, abre el canal de comunicación —ordenó. Tampoco tenía nada que hacer, y mientras su nave pudiera seguir el rumbo marcado...

La Federación Intergaláctica había insistido mucho en asuntos del deber. Si se presentaba la oportunidad de ayudar a un civil fuera de horario debían prestarse a ello. Solo así podían seguir disfrutando de la reputación forjada que, a veces, se desvanecía con la rapidez de una estrella fugaz.

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—Está bien, señor Layton —dijo finalmente Equis, viendo cómo sus vacaciones se aplazaban a la velocidad de la luz—. Le diré lo que vamos a hacer: conectar ambas naves con el Gancho de Alcance para que usted no se pierda. 

—Mi nave es algo vieja y descarriada, y de seguirle, retrasaríamos nuestra llegada. Se lo agradezco mucho.

Equis dio la orden a Dana I. Cuando ambos vehículos estuvieron a la altura, la parte inferior de la nave piloto se abrió y por ella deslizó un fino cilindro. Una esfera lumínica creció en su interior hasta que rebasó los bordes y salió disparada hacia la nave de Hershel Layton, que también disponía de tal cilindro. Ya estaban unidos.

Se pusieron en camino. Equis volvió a dejar el control en manos de su IA. Cuando ya estaba preparado para echarse otra cabezadita, la propia Dana I le avisó de una nueva llamada entrante.

—Es Layton, ¿verdad?

—Afirmativo.

—Procede… —dijo, más suspirando que hablando.

La voz de Hershel Layton invadió los altavoces frontales.

—Me gustaría amenizarle la espera, y… ¿sabe?

—No sé cómo podría hacerlo, si me permite el comentario.

—¡Oh, desde luego! Esto me recuerda a un puzle…

Dana I dio un nuevo aviso. Como la comunicación estaba abierta y la frecuencia era segura, el archivo que le enviaba el profesor se abrió automáticamente en un lateral del panel. Era una imagen. Equis la abrió y suspiró otra vez. Adiós a sus vacaciones.

Al otro lado del puzzleWhere stories live. Discover now