Capítulo 2

35 5 5
                                    

Mi cansancio recorre todo mi cuerpo en cuanto abro los ojos, tras haber dormido de un tirón toda la noche. Una suave luz se filtra a través de mis párpados, indicándome que ya es de día.

Me duele la cabeza y las piernas me flojean, porque me cuesta moverlas. No tengo nada de energía mañanera.

En cuanto vislumbro extrañada la habitación en la que he dormido, caigo enseguida de que estoy en mi nueva casa.

Las paredes son moradas, una es más oscura que las demás, por lo que no parece una habitación tan oscura. La cama está situada en el centro de la estancia, justo enfrente de un pequeño escritorio de línea moderna al lado de la puerta.  En una pared hay un armario empotrado de color blanco -a juego con el escritorio-, y enfrente de él, una gran ventana con cortinas del mismo color.

Es una habitación grande y bonita, sobre todo porque el color de la pared es mi favorito.

Me levanto con cuidado de la cama y estiro mis brazos mientras bostezo. En cuanto toco el frío suelo, un escalofrío recorre mi cuerpo y me hace reaccionar. No es nada agradable.

Camino hacia la puerta, la abro y salgo de la habitación sin hacer mucho ruido.

Estoy en la segunda planta del tripex. Se supone que es la planta de los dormitorios, como bien me dijo Evelyn ayer. Hay cinco dormitorios y un cuarto de baño. Parece una tontería, porque antes de que llegáramos nosotras, únicamente dos estaban ocupados por ellos. Ahora que estamos, hemos ocupado los dos dormitorios que nos habían guardado, y la habitación que sobra es para invitados.

En la tercera planta hay un gimnasio pequeño, un mini cine, un vestidor, una pequeña sala repleta de libros -que se supone que es la sala de lectura-, un despacho en el que trabajan Evelyn y Paul y un pequeñísimo cuarto de baño. Me gusta esa planta por la sala de cine y de libros, ya que me encanta leer y ver películas.

Bajo por las escaleras para ir a la cocina, que se sitúa en la primera planta. En ella hay un gran recibidor, un salón enorme y moderno con un sofá gigante y cómodo, un comedor, un baño, la cocina y una gran terraza en que se ven unas vistas preciosas y hay capacidad para diez personas.

Es una casa demasiado grande y lujosa para cinco personas. No está nada mal, de hecho me gusta, pero me va a costar muchísimo adaptarme.

-Buenos días, Sam –me saluda Evelyn cuando ve que entro por la puerta de la cocina. Está preparando el desayuno.

-Buenos días –le digo mientas me siento en una silla de la mesa en la que Paul me dijo que solamente se usaba para desayunar, porque el resto se hacía en el comedor.

Un olor a tortitas y a chocolate caliente despierta mi apetito.

-¿Has dormido bien? –me pregunta la mujer, que parece estar muy contenta.

Asiento con la cabeza en cuanto veo que su mirada se posa en mí.

-¿Dónde están los demás?

La mujer no responde al instante. Coloca las tortitas en un plato llano y seguidamente coge un vaso, lo llena hasta arriba de chocolate caliente y me deja el desayuno encima de la mesa.

-Paul ha salido a arreglar unos papeles de la universidad donde trabaja, ya que dentro de poco empieza el curso y están muy liados. Ayla ha salido a dar un paseo con el vecino de abajo hace cosa de media hora y tu hermana está todavía durmiendo. No la quiero despertar.

Bebo un sorbo de chocolate. No está tan caliente, solamente a una temperatura normal para no abrasarse la boca. Además estamos en verano y no apetecería.

-Está muy bueno, gracias –le señalo el chocolate-. ¿Cómo se llama el vecino de abajo?

Evelyn me sonríe.

AudazWhere stories live. Discover now