Capitulo 7.

1.6K 188 26
                                    


Gale POV.

Cuando despierto mis ojos se abren de golpe al no sentirlo a mi lado.

-¿Peeta? –inquiero adormilado.

Pero no está, ni acostado, ni dentro de la cueva.

Me enderezo rápidamente, pero antes de alarmarme me doy cuenta de que la fogata está encendida, con un fuego intenso.

Es imposible que se mantuviese así desde anoche, así que debió ser Peeta.

Cuando mis ojos se acostumbran a la luz que entraba, logro ver una silueta afuera.

Con más tranquilidad me pongo las botas, la chaqueta, y trato de peinar mi cabello antes de salir.

La temperatura ha descendido demasiado. Tanto que con tan solo respirar sale vapor visible de mí.

Peeta está en el exterior, de pie, mirando hacia el bosque.

No sabía que era lo que lo tenía ahí, tan absorto entre sus pensamientos, hasta que salí.

Había una espesa capa de nieve blanca cubriendo todo el exterior.

Está tan concentrado que ni siquiera escucha mis pasos.

Aunque para ser sincero, suelo ser muy silencioso en mí caminar.

Llego hasta él, me coloco a sus espaldas, y lo envuelvo con mis brazos.

Peeta da un pequeño respingo por la sorpresa.

-Buenos días –le digo.

Gira su rostro y me da un beso en la mejilla.

-No quise despertarte –dice, recostando su espalda en mi pecho mientras recargo mi barbilla en su cabello.

La vista es bonita, pero ya la he apreciado muchas veces.

Aun así lo dejo que siga contemplándola.

Peeta es de esas personas que aman los paisajes, y me imagino que esto debe ser hermoso para él.

Desde esta altura se logra ver la inmensidad del bosque, que ahora brilla con blancura gracias a la nieve.

Peeta suspira entre mis brazos.

Aprieto su cuerpo, y llevo mis labios hasta su mejilla.

-¿Tienes hambre? –me pregunta.

-¿De cuál? –bromeo, mientras junto mi pubis contra sus glúteos.

Me da un codazo y gira entre mis brazos, poniéndose de frente a mí.

Rodea mi cuello con sus brazos y se pone de puntas para besarme.

-¿Nos podemos quedar un rato aquí? –me pregunta.

-Nos podemos quedar el tiempo que quieras –le digo-. Si me pides que nos quedemos a vivir aquí para siempre, lo haría.

Sonríe.

No puedo creer que sea tan hermoso.

Su piel se ve más pálida que de costumbre, la escasa luz solar que se filtra por las nubes le arranca destellos dorados a su cabello, y sus ojos son tan azules que parecen irreales.

Junta nuestros labios, y después me abraza con fuerzas.

-¿Tienes hambre? –vuelve a preguntarme después de un largo rato en silencio entre mis brazos.

No tenía hambre, pero el hecho de que me preguntara me abrió el apetito.

-Un poco –contesto.

SparksWhere stories live. Discover now