Capítulo 23.

171 21 15
                                    

Capítulo 23.


Realmente no sabía cómo se había dejado persuadir para acabar allí sentado, rodeado de ruidosos desconocidos que no conocían la palabra respeto o silencio y que, por alguna razón del destino, habían decidido hacer una batalla de expresiones en aquella agobiante sala de cine a la que había sido arrastrado. Ciertamente no veía lo emocionante en las escenas que se proyectaban frente a sus ojos y que provocaban tanto revuelo entre el resto de los espectadores. El protagonista, un muchacho de apenas trece años, se había despertado una mañana con una serie de superpoderes que no sabía que tenía y, como consecuencia de ellos, había despertado a un ser maligno dispuesto a acabar con la faz de la tierra y su aparente paz mundial. Vamos, lo de cada semana nuevo en el cine.


Observó a su alrededor, ignorando los jadeos angustiados de la señora mayor, que tenían sentada un par de butacas más adelante, cuando en la gran pantalla el protagonista era herido por el que creía era su aliado. Si bien la sala no estaba del todo llena y las pocas personas que había se encontraban distribuidas por todos los rincones del cine, se encontraba agobiado. No es que no le gustase ver películas, todo lo contrario, le fascinaba lo que la gente podía llegar a crear con la imaginación e incluso sentía envidia de algunas películas por lo buenas ideas que eran y por no haber sido él capaz de pensar algo similar o mejor. El único inconveniente era el hecho de que prefería verlas en la soledad de su salón, sin tener que aguantar los estornudos o ronquidos del resto de personas. Soltó un bufido asqueado cuando a sus oídos llegó el sonido de un eructo mal disimulado y volvió a centrar su atención en la película.


La película no le gustaba, como bien había pensado que pasaría cuando Abby le explicó de qué trataba. Aunque podía haberle dicho a la muchacha que no le gustaba de qué iba y que prefería ver antes la película anunciada en el cartel grande de la entrada, optó por callar al ver lo emocionada que se encontraba la castaña a su lado. Compró las palomitas junto con la bebida mientras ella corría al lavabo y se colocó en la pequeña cola de personas que esperaban frente a la puerta que los conduciría a su sala de cine, consciente de que le esperaban un par de horas aburridas. Pero de eso ya hacía una hora y todavía le quedaba otra más allí sentado. Soltó un suspiro derrotado cuando finalmente desistió de prestar atención a la película y dirigió su mirada a la muchacha sentada a su derecha.


No sabía realmente por qué había aceptado salir con ella sin contemplaciones, olvidándose del latente peligro que corría si lo encontraban. Algo le había impulsado a hacerlo. Quizás sus ganas de desconectar o sencillamente la necesidad de aire fresco. No lo sabía. Quizás también podía ser la atracción que comenzaba a experimentar por la hermana de su mejor amigo. No estaba del todo seguro. Parpadeó un par de veces, enfocando el rostro iluminado de la muchacha con sus ojos. Contempló fijamente los desordenados cabellos castaños de la muchacha recogidos en un extraño moño mal hecho, observó sus ambarinos ojos mirar embelesados la pantalla frente a ellos y, a continuación, continuó su recorrido hacia abajo. Su pequeña nariz apenas se abría cuando inhalaba o exhalaba, pero aun así hacía una graciosa mueca de encogimiento que le resultó, en cierta manera, tierna. Sus tersas mejillas decoradas con un gracioso color rojo pálido contrastaban, perfectamente, con los coloridos labios de la chica, que en esos momentos se encontraban fruncidos en un gesto de disconformidad con lo que pasaba en el largometraje. Su cuerpo, escondido bajo la chaqueta que había decidido usar de manta, se inflaba y deshinchaba a medida que tomaba aire y lo soltaba. Vislumbró, entre las desperdigadas mangas de la chaqueta y abriéndose paso como podía del, seguramente, calor escondido bajo aquella prenda, la mano izquierda de la muchacha descansando apoyada sobre uno de los posa brazos adornados con el agujero para encajar la bebida.

IsolatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora