━ 𝐗𝐗𝐕𝐈: Mi juego, mis reglas

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Extendió el brazo izquierdo hacia atrás, apoyando la palma de su mano en el suelo, que permanecía ligeramente humedecido por la leve llovizna que había caído hacía apenas unas horas. Había decidido tomarse un pequeño descanso, alejándose de la improvisada zona de baile en la que Drasil continuaba danzando en compañía de otras escuderas para poder disfrutar de un rato a solas.

Sus iris pardos volvieron a recorrer las inmediaciones de aquel campamento en el que se habían asentado de manera temporal, saltando de un guerrillero a otro. Algunos rostros se le antojaban bastante difusos, aunque no tardó en reconocer los de Harald y Halfdan —que parloteaban junto a un grupo de hombres a los que ella no conocía— y los de Ubbe, Hvitserk y Sigurd. Entornó aún más los ojos, pudiendo vislumbrar también a Ivar, que carcajeaba ante algo que le había susurrado Floki al oído.

Le dio un nuevo sorbo a su bebida.

Buscó con la mirada una figura en particular, un semblante en concreto. No fue plenamente consciente de a quién trataba de encontrar con tanta premura hasta que una sombra alta y corpulenta acaparó irremediablemente su interés. Poco a poco esa sombra fue cobrando forma, revelando unas piernas fuertes y robustas, un torso ancho y tonificado, una barba larga y rizada, una trenza rubia y bien cuidada, y unos ojos azules y vivaces.

Björn Piel de Hierro se encontraba a unos metros de ella, con la espalda apoyada en el tronco de un árbol. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho y la mirada perdida en algún punto inconcreto del boscaje.

Eivør arqueó una ceja, extrañada porque no estuviese con sus hermanos, celebrando que uno de los principales responsables de la muerte de su progenitor ya hubiera pagado por sus crímenes. 

Una inmensa curiosidad cosquilleó sus extremidades, instándole a descubrir por sí misma los motivos que habían conducido al primogénito de Ragnar Lothbrok a mantenerse relegado a un discreto segundo plano, con esa aura de misterio envolviéndole como una burbuja.

Como si gozara de libre albedrío su cuerpo se puso en movimiento. Se levantó con cuidado, procurando no derramar en el proceso el contenido del recipiente que portaba en su mano derecha, y antes de que pudiera cambiar de opinión echó a andar hacia Björn. 

Durante el trayecto alisó cuidadosamente la falda de su vestido, que era de un hermoso color verde, y se atusó el pelo, cerciorándose de que las trenzas que le había hecho Drasil continuaban en su sitio. Sus pasos alertaron al rubio, que desvió la mirada en su dirección. 

La expresión de Björn se suavizó al ver que se trataba de ella.

—¿Disfrutando de la velada? —inquirió el hombre, a quien no le había pasado desapercibido el cuerno que traía consigo. Hilvanó una sonrisilla pícara en tanto la joven skjaldmö se posicionaba a su lado y se recostaba sobre la porción del tronco que quedaba libre. Pese a la poca iluminación con la que contaban, pudo percatarse de lo sonrosadas que tenía las mejillas. Por no mencionar la nebulosidad que se había adueñado de sus orbes oscuros.

Eivør dejó escapar una risita un tanto estridente.

—Mucho, la verdad —respondió, encogiéndose de hombros con naturalidad. Una fina capa de sudor rebordeaba su frente y cubría gran parte de su pecho, confiriéndole a su tez bronceada un inusual brillo—. Música y alcohol, la combinación perfecta. —Luego de intercambiar una mirada cómplice con el Ragnarsson, bebió de su cuerno—. Y más después de una batalla —apostilló.

Björn respiró hondo. Las imágenes de aquel último enfrentamiento contra los sajones —del que gracias a los dioses habían salido victoriosos— no demoraron en asediar su mente, haciéndole revivir cada embiste, cada finta, cada estocada... 

➀ Yggdrasil | VikingosWhere stories live. Discover now