Consuelo

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           En cuanto la noche cayó sobre sus cabezas, Petra lloró. Se desplomó en uno de los cuartos abandonados del cuartel en donde Levi y su equipo se habían instalado, después de terminar con los titanes en Trost. Habían apresado a Eren Jaeger en una celda subterránea, luego de descubrir que podía convertirse en titán. En cuanto el movimiento dentro del lugar se había calmado para dar descanso a sus ocupantes, ella se levantó sigilosa para salir de su cuarto. Al llegar a un pasillo, donde se cercioró de que se encontraba sola, se sumergió en la oscuridad de la habitación, apenas iluminada por la luz que provenía de afuera. Estaba acostumbrada a ver a la muerte arrebatando la vida de los seres humanos en manos de titanes, estaba acostumbrada a ser una máquina de cortar carne cuando debía terminar con la vida de aquellos seres, pero esa tarde, los sucesos acontecidos calaron profundo en ella, al ver la escena de cuerpos mutilados de los reclutas. No sabía porque le había afectado tanto, quizás por el hecho de que sus vidas fueron arrebatadas a tan temprana edad, quitándoles la posibilidad de elegir la rama militar en la cual dejarían su vida al servicio de la humanidad. Algunos ni siquiera habrían visto un solo titán en su vida, si no fuera por la invasión de Trost. Cuando volvió en sí, descargó toda su furia en los monstruos que se cruzaban en su camino, en un grito cargado de dolor y frustración. Le costó todo el día reprimir sus sentimientos para no preocupar a sus compañeros y superiores, mientras prestaba su ayuda en medio de la conmoción. Apretó fuerte la palma de su mano para intentar que su llanto y los gritos ahogados fueran lo más imperceptibles posible, su cabeza dolía y sus ojos ardían. El sonido de unos nudillos golpeando el otro lado de la puerta la sorprendieron, cortando su llanto al instante, preocupada al verse posiblemente descubierta. Escuchó una voz que preguntaba en un tono demandante quién se encontraba allí y ella comenzó a temblar. Era la voz de su capitán. Apretó más las rodillas contra su pecho en respuesta a la puerta abriéndose, sintió como la mirada de su superior perforaba su coronilla, debido a que ella escondía el rostro en el hueco entre sus rodillas y su pecho.


          —¿Petra?


          —Capitán— respondió ella sin levantar la cabeza.


          —¿Qué es lo que haces aquí? — preguntó en un tono seco y autoritario. El hombre ya se había metido por completo en la habitación, cerrando la puerta tras de él.


          Ella inspiró para evitar que su nariz siga escurriendo, sin que el líquido llegara a su garganta, y frotó sus manos violentamente contra su cara, intentando disipar los rastros del llanto —Yo, lo siento— rio de manera triste con sus ojos cerrados, intentando que Levi no se preocupara —He sido débil capitán, pero ya me siento mejor, volveré a mi habitación.


         Su compañero la detuvo en el momento exacto en que ella iba a levantarse, obligándola a sentarse nuevamente —Petra— esta vez su voz, si bien era baja, sonó más amable —¿qué es lo que te ocurre?


         Petra movió su cabeza, buscando un punto donde posar su mirada, evitando su rostro. Levi pudo ver que los cabellos de su corta cabellera rubia más cercanos a su rostro estaban húmedos por el llanto, sus cálidos ojos celestes se encontraban apagados, rodeados por piel hinchada y sonrosada por la irritación.


          —Sé que debería estar acostumbrada, capitán— su voz comenzaba a quebrarse y las lágrimas volvían a formarse —, pero eran niños. Algunos ni siquiera iban a ver a estos monstruos, viviendo pacíficamente dentro de la muralla Sina.

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