Distopía

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El olor a sangre resultaba insoportable, los cadáveres de los miembros del clan Piscis inundaban las calles de la capital. No había dónde esconderse ni tampoco dónde pedir ayuda, todo era muerte, sangre y cenizas.

Alrisha volvía del lago, solía pasar allí las mañanas mirando las aguas cristalinas mientras fantaseaba con ser algún día la elegida de Pisces, el dios de su clan. Sabía que el convertirse el en guardián de uno de los dioses era un derecho reservado a la realeza y la nobleza, si no pertenecías a una buena familia era poco más que absurdo el imaginar ser un elegido y ella, al ser una simple agricultora, no podía hacer más que rezar porque Pisces mantuviera a salvo a su pueblo ya que no se encontraban en buen momento. Desde hacía unos meses la paz de Plejadë se había visto amenazada por Cassiopea, una malvada organización que quería hacerse con el control de todos los clanes. Para ello eliminaban sin atisbo de piedad a cualquier persona que intentase cruzarse en su camino.

Cogió el bolso que había dejado sobre la hierba y tras rehacerse su larga coleta aguamarina emprendió la vuelta a casa con algo de decepción. Era el día en el que dejaba atrás su vida de niña, cumplía la mayoría de edad y eso en el clan Piscis significaba que debía aprender el oficio de sus padres, en su caso la agricultura, así que le tocaba dejar de fantasear por ser la elegida.

Al acercarse a la ciudad vio cómo todo estaba envuelto en llamas y humo, se temía lo peor. Aceleró el paso hasta ir corriendo, tenía miedo ¿y si Cassiopea había llegado a Fische? No, no quería creerlo, seguro que había una explicación y todos estarían a punto de solucionar el incendio con sus poderes de agua, sí, seguro que sería eso. Trató de llegar a su casa lo antes posible... O lo que quedaba de ella. Su madre y sus hermanos pequeños yacían en el suelo de las ruinas de lo que había sido su hogar, inertes junto a una marca de una enorme W en la pared.
-Cassiopea... Es su símbolo... Han llegado a Fische...- Lágrimas de impotencia, rabia y tristeza rodaban por sus mejillas. -Madre... Chicos...- Iba a encontrar a los miembros de Cassiopea que habían hecho aquello y pensaba destrozarles, tal y como ellos habían hecho con todo lo que era importante para ella.
Salió de las ruinas que horas antes aún eran su hogar y comenzó su camino hacia palacio, era el único sitio en el que podía pensar en ese momento, sin embargo, las imágenes que se iba encontrando en su recorrido por las calles de la capital eran cada vez más consternadoras. Sus vecinos, sus amigos, incluso las familias nobles que eran diestros guerreros estaban muertos de formas sangrientas, algunos incluso tenían miembros amputados. Se acercó a uno de los guardias que había a la puerta del palacio para coger su arma, una lanza, así al menos podría ofrecer algo de resistencia. Entró en el palacio pero no encontró nada que no fueran cadáveres, todos los guardas y criados estaban muertos, pero algo en ella quería creer que no estaba todo perdido, sabía que el rey y los dos príncipes del clan eran fuertes, los mejores guerreros que había visto, seguro que les pararían los pies a Cassiopea.

Oyó un grito en ese momento, era del rey, tenía miedo pero no podía dejarse amedrentar.
En la sala del trono había tres encapuchados con unas capas moradas y ropa negra ajustada, uno de ellos miraba con burla los tres cadáveres del rey y los príncipes.
-¿Y estos son los guerreros más fuertes del clan? No han aguantado ni cinco minutos contra mi Corvus.- El más alto de los tres encapuchados volvió a clavar su daga en el pecho del líder, le divertía ver manar la sangre de su cuerpo.
-Deja de divertirte tanto, Giennah. -Contestó la mujer haciendo un gesto imperioso con la mano. -¿Os habéis asegurado de que no haya nadie? No podemos fallarle a mi padre, Pisces es el único de los Doce del Zodiaco que aún no ha elegido a su protector.
-Sí, sí, Princesa. -Sacó la lengua con sorna. -Todos muertos. -Se relamió.
En ese momento Alrisha apareció por la puerta haciendo que los tres se giraran hacia ella.
-Pero si sólo es una niña, bueno, un aperitivo más para Corvus. -Dijo quitándose la capucha. Tenía el pelo gris, con el lado derecho rapado y el izquierdo largo. Sacó la lengua mostrando un piercing, su contenedor del pacto haciendo que apareciera un gigantesco cuervo negro a su lado.
-Eh, Giennah, la niña es mía. -Suspiró la mujer quitándose también la capucha dejando que su larga melena rubia cayera sobre su espalda mientras cogía su látigo. -No molestes a un dios para esto.
Alrisha estaba paralizada, al ver a Corvus había sentido cómo todo su cuerpo se helaba, estaba muy asustada, eran elegidos.
-Parece que no te opones a tu muerte, niña, pronto te reunirás con tus compañeros.
En ese momento, al recordar cómo toda su familia estaba muerta pareció recuperar el ánimo y la capacidad de pelear.
-¡No pienso dejarte!- Apuntó a la muchacha con la lanza.- Habéis matado a mis amigos, a mi familia, al rey que es muy buena persona, no voy a dejar que os vayáis sin pagar por ello.
-Vamos, Princesa, encárgarte de ella pronto, me aburro y Corvus tiene hambre.- Se sentó en el suelo aburrido. La joven, de un solo serpenteo de su látigo desarmó a la peliazul haciendo que cayese al suelo.
-Vamos a demostrarle a esta niña lo que pasa cuando alguien se enfrenta a Cassiopea. -Comenzó a darle latigazos en la espalda poniéndole uno de sus tacones encima para que no pudiera moverse. Alrisha gritaba de dolor a cada golpe, pronto sintió cómo la sangre manaba de su piel, se acercaba su final.
-Madre... Enanos... Lo siento... -Musitó antes de caer inconsciente, estaba perdida.
Como si los dioses sintiesen sus ganas de enfrentarse a ellos, su ansia por seguir viva, un enorme león con melena de fuego entró en la sala con un fuerte rugido.
-¡Mierda! -La mujer conocía bien a ese animal que tenía a un joven de cabellos negros y rojos encima, su porte regio le daba un aspecto principesco.
-¡Regulus ha llegado, temed el rugido de Leo! -Saltó del lomo de su compañero espada en mano. -Es hora de que paguéis por vuestros crímenes, Cassiopea.
-Reg ¿cuántas veces te he dicho que no estamos en uno de tus estúpidos videojuegos?- Suspiró una muchacha de cabellos blancos con puntas rojizas mientras que se ajustaba las gafas.
-Jo, Tegmine ¿no te parece una frase guay? Somos los héroes que van a salvar el mundo, tenemos que parecerlo. -Se rió animado.
-Ugh, Fallen Stars. -Giennah sentía arcadas al pronunciar ese nombre.- Corvus, ataca. -Ordenó a la deidad quien emitió un fuerte graznido a la vez que movía sus alas creando un tornado.
-Scorpio. -Un tercer muchacho apareció por la puerta haciendo que un enorme escorpión negro crease una barrera de tierra deteniendo así el tornado del cuervo.
-Nos retiramos. -Habló el tercer encapuchado que sólo se había dignado a observar la escena. El joven del escorpión le miró extrañado por un instante murmurando algo que quedó para él.
Al desaparecer los tres miembros de Cassiopea Tegmine se acercó a la muchacha que aún seguía inconsciente.
-Tiene pulso aún. -Suspiró aliviada mientras tocaba algunos botones de su pulsera. -Sadalsuud, soy Tegmine, necesitamos tu ayuda ahora mismo. -En escasos segundos la aludida apareció de la nada en medio de la sala.
-¿Qué ocurre? -Habló con timidez.
-Necesito que invoques a Aquarius para curar a esta chica, aún sigue viva. -Pidió con prisa, no aguantaría mucho.
-¡E-entendido!- Cerró los ojos y los adornos que llevaba sobre sus dos coletas añiles comenzaron a brillar haciendo aparecer a una hermosa mujer rubia con un ánfora de agua.- Aquarius, cura a esta chica.-La diosa obedeció dejando caer el agua sobre el cuerpo de la muchacha haciendo que sus heridas quedasen cerradas al instante mientras una quinta persona, esta vez una joven de tez morena, cabellos liláceos y rostro serio entraba en la habitación.
-Hemos revisado todo Fische en busca de algún superviviente pero parece que esa niña que estáis curando es la única.
-Entonces nos la llevamos a Milky Way. -Respondió Regulus con seriedad.
-¿Y quién decide eso? No eres nuestro líder, media neurona. -Bufó el muchacho del escorpión.
-¡Antares! Si es la única superviviente del clan es nuestra misión llevarla con nosotros, es la única esperanza. -Tegmine le encaró.
-¿Y creéis de verdad que esta niña nos puede ser de ayuda? No ha aguantado contra Alpheratz.
-Eso ahora mismo no importa, necesitamos estar los doce elegidos juntos o no habrá oportunidad ni futuro para Plejadë. 
-No es momento para discutir. -Interrumpió la morena.- lo mejor será llevarla a Milky Way y ya decidiremos qué hacer con ella cuando vuelvan los demás ¿queda claro? 
Antares bufó saliendo de allí.
-Ya he acabado con la chica... -Susurró Sadalsuud haciendo desaparecer a la diosa. Regulus sacó su brazalete para que el león volviera a él y cogió en brazos a Alrisha para llevarla a la nave y emprender el regreso a Milky Way.

Fallen StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora