IV

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Cuando desperté no quise abrir los ojos. Quizá los maléficos espíritus estaban esperando a que yo me despertara para mirarme y toquetearme, o abrirme en canal, como le hacíamos a los peces después de pescarlos para quitarles las raspas. O quizá ya me habían toqueteado y abierto en canal mientras estaba dormido.

No podía moverme, estaba demasiado asustado para poder hacerlo. Notaba como las gotas de sudor me recorrían la frente y me llegaban al cogote. Un horrible dolor en la cabeza, como consecuencia del terrible golpe que me había hecho perder el conocimiento, venía a mí una y otra vez como el recuerdo insistente de un mal sueño. Tenía los oídos taponados como cuando me entraba agua en los oídos al bucear, pero estaba seguro de que no era del agua. Era una sensación muy extraña. Sentía la necesidad de tragar saliva para aliviarlo, pero eso haría demasiado ruido en aquel silencio tan sepulcral.

En el momento en el que pensé en el silencio empecé a escuchar sonidos. Era como una conversación. Agudicé un poco más mi oído. Sí, era una conversación, y me sorprendí cuando me di cuenta de que se estaba hablando justo a mi lado. Entonces era primordial el no moverse, ni siquiera respirar, pues tal vez estuvieran hablando de mí.

Intenté reconocer las voces, porque una de ellas me era familiar, pero, sorprendentemente, mi respiración, ahora tan aparatosa para no causar ningún movimiento, me interrumpía y me dificultaba la audición. Sin duda eran un par de esos mal llamados espíritus discutiendo por mi destino, ya que, por más que me esforzaba, no lograba entender nada de lo que decían.

Sin embargo, después de pasado un rato empecé a descifrar algunas de las cosas que decían. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaban hablando como la gente de mi tribu. Quizá el golpe me había dejado un poco tonto para no haberme dado cuenta antes. Los espíritus conocían mi lengua, claro, Kusser me lo había dicho, sino, ¿cómo se iba a comunicar con ellos?, porque él nunca me dijo que conociera el lenguaje de los espíritus, eso era cosa de ellos, sólo ellos lo conocían y sólo ellos podían hablarlo.

¡Kusser!, al acordarme de él vinieron a mi mente los momentos vividos en la choza andante, mi travesura podía costarme muy caro. Casi podía escuchar sus impertinentes sermones, echándome en cara todo lo malo que había hecho. Su cara, llena de surcos como la de mi abuelo, me miraría con el ceño fruncido, y sus manos, grandes, fuertes y poderosas, me acosarían por todas partes.

Sin embargo, ahora quisiera que estuviese a mi lado. A lo mejor podría sacarme de este embrollo. Aguantaría toda su retahíla con tal de que ahora yo no estuviese donde estaba. Tanto pensé y deseé su presencia que empecé a confundir su voz, grave y profunda —cual semidiós—, con una de las que hablaban a mi lado. Tanto que incluso abrí el rabillo del ojo con tal de verlo y con él mi salvación.

No veía nada, mi visión no era todo lo nítida que pudiera desear, pero ahora podía escuchar mejor. Logré entender la parte final de la conversación.

—...Pero ya es demasiado tarde, lo hemos traído aquí, ¿cómo sacarlo ahora?, lo sabría todo —dijo una primera voz con un acento y una pronunciación que jamás había escuchado. Me costaba entenderlo.

—¡Pero si ni siquiera ha despertado!, podría estar en cualquier sitio sin saberlo, además, es un crío, ¿qué hacer con él? sería un estorbo —dijo la voz que yo confundía con la del Gran Chamán.

Si estaban hablando de mí, y estaba muy seguro de ello, él me estaba defendiendo.

—Compréndalo, amigo Kusser, el chico conoce nues... —ya no escuché más, ¿era "Kusser" la palabra que había dicho?.

¡Sí, sí, lo había dicho!, ¡Kusser estaba allí y me iba a rescatar!.

Ahora tenía ganas de levantarme para poder abrazarlo, conseguí abrir un ojo, pero lo veía todo borroso. El espíritu seguía hablando, cuando una mano me tocó la cara y me cerró el ojo que tenía abierto.

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⏰ Last updated: Feb 17, 2019 ⏰

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Al otro lado de la lanza sagradaWhere stories live. Discover now