Nota mental: no ir al bosque solo

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Al ver que lo guarda, la sonrisa de Meena se hace todavía más grande mientras exclama:

- ¡Bien! Ya tengo transporte – y al terminar la frase se transforma en agua y se introduce en el frasco.

Saerys parpadea sorprendido mientras observa el rasco, no se esperaba algo así.

- De acuerdo – suspira mientras camina hacia la salida, donde Dragón le espera – nos vamos.

- ¿Y Meena? ¿No decía que venía con nosotros? – pregunta mirando hacia dentro en busca de la pequeña.

- Nos acompaña en espíritu – Saerys señala el frasco que lleva en el cinturón

- ¡Eh! También estoy de cuerpo presente, aunque sin cuerpo – se queja la aludida telepáticamente – así que esa frase no sé si sirve, pero vosotros ya me entendéis.

- ¿Pero qué...? – pregunta Dragón, sorprendido, pues hasta ahora no había visto el cambio de forma de la elemental – Da igual, vámonos que ya se hace tarde.

- Sí, vayámonos ya – dice la pequeña agitándose en el interior del recipiente.

- Madre mía, lo que hay que aguantar – dice Dragón mirando a Saerys con cara de no saber cómo lo hace habitualmente, a lo que el aludido alza la ceja – Bueno, ¿hacia dónde hay que ir?

El pequeño y variado grupo, siguiendo la dirección del artefacto, se dirigen hacia el norte por un camino ancho. Saerys es capaz de reconocerlo, pues es el mismo camino que utilizaron la última vez para ir al pueblo, pero en lugar de tomar la desviación que les conduciría hasta la población, siguen recto a través del bosque, una zona que cada vez empieza a ser más conocida para Dragón, habituado ya a vivir entre esos centenarios árboles.

- Ten cuidado Dragón, el bosque suele ser peligroso de una forma u otra -le avisa Saerys.

- Vivo por aquí cerca Saerys, no te preocupes.

- Je, me gustaría no preocuparme, de verdad

- Por lo menos las noches que llevo viviendo en él no he tenido problemas.

- Pobrecito brujo ¿tienes miedo de las bestias de por aquí? – resuena la voz burlona de Meena, lo que consigue hacer reir a Dragón por lo bajo.

- De las bestias no, a lo mejor... - contestó disminuyendo la voz conforme avanzaba la frase, hasta quedarse andando en silencio, observando la brújula de tanto en tanto, perdido en sus pensamientos.

- Eh ¿Qué quieres decir con eso? – se queja Meena, repitiéndose mentalmente que no debe entrar a su mente para entenderle, Erik solía reñirle por ello.

- ¿Tú que crees? – murmura, pensando en ellos.

Todos siguen caminando en silencio, mientras la brújula señala al norte, aunque los árboles empiezan a escasear, permitiéndoles ver una gran montaña cuya cima está cubierta por las nubes. Dragón y Saerys se detienen, apreciando el paisaje. Pese a que el artefacto sigue señalando al norte, parece imposible seguir esa dirección y no pasa desapercibido un pequeño camino hacia el oeste, que recorre la base de la montaña.

- Saerys, ¿qué dice la brújula?

- Por ahora sigue apuntando hacia el norte. Podemos seguir el camino hasta que tengamos que desviarnos.

- Se me ocurre otra idea – responde Dragón elevando el vuelo, intentando encontrar algún sendero que se les haya escapado a primera vista.

Saerys por un momento se queda viendo a su compañero quien se aleja ligeramente, momento que un par de pumas aprovechan para saltar de la espesura directos hacia el tiefling. Las garras de uno de ellos consigue dar a su objetivo pero los reflejos adquiridos con la práctica y la memoria muscular están de parte de Saerys, quien es lo suficientemente rápido como para saltar y esquivarlos, posicionándose a una distancia que le permite maniobrar con la espada, que desenfunda rápidamente, mientras reprime una mueca de dolor al mover el brazo herido.

Sin miramientos se lanza hacia uno de los felinos, quien con su agilidad característica consigue apartarse, lo que desequilibra ligeramente a Saerys, quien, al recuperarse presiona el mango de la espada con fuerza, frunciendo el ceño. Por un momento parece haberse olvidado que eran dos pumas, no uno y el segundo salta, abalanzándose sobre él y esas fauces se hubiesen clavado en el cuello del tiefling si no fuese por una ráfaga de agua que empuja al animal, proveniente de Meena, quien embiste y golpea al animal contra un tronco.

Esta suspira, mientras intenta mantener al resto de los cachorros alejados de la pelea, inhabilitando sus mentes para que sean incapaces de moverse y atacar.

Saerys logra girarse sobre sus talones para ver al puma que se ha estrellado en el árbol y dirige su mirada al frasco de su cinturón durante unos segundos.

- ¿Qué haríais sin mi? – le pregunta Meena mentalmente, intentando esconder el esfuerzo que le supone evitar la aparición del resto de posibles atacantes.

Mientras esto ocurre, Dragón vuelve, al tiempo que invoca una pequeña espada con la que ataca al puma que ha herido a Saerys en un primer momento, consiguiendo hacerle una herida en una de las patas delanteras. Este, rabioso al notar cómo la sangre fluye se lanza sobre su atacante, quien interpone la espada entre las garras del felino y él mismo, pero la fuerza de éste es demasiado grande, generando una gran herida que le cruza el pecho a Dragón, dejando cuatro líneas diagonales aunque, quizás por suerte, quizás por ayuda divina, no parecen haber dañado mortalmente a Dragón.

Saerys aprovecha el momento para atacar al puma que todavía está entumecido por el golpe contra el tronco, abriéndole una herida profunda en el costado, atravesando los músculos y algún órgano vital por el camino, puesto que tras unos segundos el animal deja de moverse y abandona la vida.

Sabiendose dos contra uno, se da la vuelta para encontrarse con un Dragón atacando al puma restante, que consigue alejarse lo suficiente como para que la espada de este no le alcance.

Con paso firme, Saerys ataca al felino pero una piedra parece entrometerse entre el tiefling y su objetivo, quien tropieza, desviando la trayectoria de su espada, que falla de largo. Saerys frunce el ceño y presionando l la espada entre sus manos y sin poder evitar una mueca de dolor, se abalanza sobre el puma. Al correr, una energía irreconocible para él empieza a recorrer su cuerpo fluyendo hasta el brazo y de ahí hasta la espada, que empieza a vibrar. Por un momento la siente como si fuese una extensión de su propio brazo y, como algo que ha hecho miles de veces y que solo su cuerpo recuerda, golpea al animal, liberando de una estocada toda la energía, que provoca una gran herida en el lomo del animal. Al desaparecer la energía, la espada vuelve a ser normal y el brujo se siente un poco vacío en comparación con la plenitud interior de cuando el torrente de energía le llenaba.

Lo que encierra AdalariWhere stories live. Discover now