Frascos de agua salada

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No hay consuelo para dos corazones forzados a separarse, ahogados en mares porque el viento dejo de soplar a nuestro favor, nos decimos que duele menos porque últimamente nuestra relación sabe a sal y aunque el agua da vida también ahoga.

-Paola E. Haiat.

Soy una almacenadora compulsiva de recuerdos, de cosas que me hicieron sentir feliz o triste, los vínculo a un objeto y los guardo para mí, para los momentos necesarios. Si me lo dijeran, aceptaría que es tonto y masoquista, pero me gusta porque me da la sensación de poder volver, de sentir.

Solía guardar objetos con emociones en una pequeña caja que ocultaba bajo la cama, con el tiempo la caja estuvo más en mi cabeza, siempre elegía el recuerdo favorito de alguien que hubiese impactado mi vida, lo hacía importante, especial.

Una vez conocí a una orquídea, la llamé así porque en donde vivo son escazas, difíciles de encontrar y valiosas, apareció por primera vez un día que almacenaba lágrimas en la pequeña caja de recuerdos en mi mente, fue hasta ese entonces la primer persona a quien le había contado de eso, para ella no fueron tontos los frascos de agua salada, y me dio un abrazo de esos que reconstruyen, entonces se quedó para ser mi pilar, me daba confianza y felicidad, podría decirse que me salvo de la oscuridad profunda.

No me es difícil aceptar que la quise primero, que me gustaba su poesía improvisada y me alegraba que me comprendiera, que leyera mis secretos como si fueran un tesoro y me diera estabilidad, ese tipo de persona que amas fácilmente aunque aparenta frialdad, mi pequeña orquídea se atoró de alguna forma que aun no comprendo bien en el corazón, en la vida.

Ella amó a una persona totalmente rota y se esforzó por pegar los rastros, eso no es algo tan común, por eso la amé.

Pero por primera vez amé bien, tranquila, sin cegarme tapando las raspaduras para fingir que está todo bien, que los daños no importan, que no duele la herida de la desconfianza, porque nunca le oculté nada, porque aunque el miedo me superaba casi todo el tiempo estaba dispuesta a saltar del risco de su mano.

Pero se fue...

Una y otra vez.

Y cada vez que volvía, las heridas eran más duras, más difíciles, más permanentes.

Sabía que lo nuestro se contaminaba con discusiones tontas, con ausencias justificadas, con sueños intranquilos.

Cada día la sal sabía más.

Entonces caemos en el nuevo error de justificar todo con el amor, pobre amor inocente.

Mi amiga, encargada de proteger mi corazón, una vez me dijo que me amaba, que no idealizaba mis defectos, pero que me amaba tal como era.

Pienso que el amor es así, crecer juntos, superar las cosas juntos, pero sin perder la estabilidad, sin dañar por costumbre, sin mentir omitiendo la realidad, sin repartir culpas, porque yo la amaba bonito, porque los abrazos que me reconstruyeron me rompieron cuando se fue, pero por ella, por esa promesa de amarme a mí misma por primera vez voy a continuar, sin la esperanza de mirarla despertar conmigo, porque ya no estoy para esperar, porque mis acciones tienen una dirección y posiblemente no sea la de su casa.

Querida orquídea: alguna vez te conté del libro que leí para entenderte, quizá lo olvidaste pero yo no, porque en la parte final, concluyó mencionando que la protagonista rompía el pequeño brote de orquídea y mientras la joven observaba el botón en el piso le pidió disculpas.

Me disculpo.

Por amarte de una forma diferente a la que tú me amabas a mí, porque no me cansare de repetirte lo importante que eres para mí, que la distancia abismal que creamos me ha desconcertado y que ahora estoy muy rota, pero no rendida, que no te buscaré más, no porque no te extrañe, pero estos frascos de agua salada se han desbordado cada noche, cuando sueño contigo y termino ahogándome en mi habitación oscura, sola.

No quiero que te preocupes, tampoco quiero que vuelvas, la sal en exceso es mala, prefiero seguir, prefiero mantener en mi corazón a la poeta de los mensajes lindos, conservar a quien alguna vez me pidió la oportunidad de pertenecerme...

Pero, amor, jamás me perteneciste...

Un día te darás cuenta de que solo te perteneces a ti...

Adiós, mi orquídea.

Suerte.

Melancolía de otoñoWhere stories live. Discover now