Tatuajes

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(...) sosiégate, el amor es lo que estás viendo: hoy besas, mañana no besas, pasado mañana es domingo y lunes nadie sabe qué pasará" -

Carlos Drummond de Andrede




La habitación de Johnny estaba en un completo desastre.

Había ropa esparcida por todo el recinto, enrolladas, al revés, mezclándose con una cacofonía de ceniceros y paquetes de cigarrillos, dejando ese típico olor del tabaco llenando cada centímetro cúbico del aire, junto a algo que me recordaba al almizcle... Era el olor de Johnny.

Toda la casa era de Johnny.

En el olor, en la ropa, en los cigarros, en las botellas de cervezas y en la cama, donde él permanecía con aquel pedazo de cáncer entre sus rosáceos labios, con las extremidades colgando sobre las sábanas desordenadas, vistiendo sólo ropa interior que dejaba expuesta cada uno de los tatuajes que coloreaban su piel en tonos de caos.

Si no fuera por todos esos dibujos, Johnny sería todo nieve.

La piel pálida, labios gruesos... Era todo muy blanco, todo muy puro. Y todo lo que era puro no encajaba con él.

Pero los tatuajes y los ojos oscuros lo hacían... Aquella inmensidad infinita de detalles que componían lo que él era, la calma, el cinismo, la crudeza y las adicciones. Él era la personificación de las pesadillas más profundas de cualquier padre de familia. Algo tan, pero tan malo, que me dejaba sin aire, ahogado en él, envuelto por él.

Porque estar con Johnny era tan caótico como su habitación. No podías pensar, ni medir las consecuencias. Solo lo querías, al punto de que el oxígeno no parecía ser tan importante; como sí, a pesar de todos sus vicios, Johnny tuviera un talento especial para hacer que otras personas se volvieran adictas a él. Aún sin querer. Aún sin darse cuenta de que lo hacía.

-¿Dónde dijiste que estarías hoy, chico?- Él me preguntó, mientras yo amarraba el nudo de la corbata que componía mi uniforme de un colegio particular. No era de élite, pero era un buen lugar para aprender. Como todo en mi vida, el lugar en el cual yo estudiaba era moderado, ni rico, ni pobre. Al igual que yo, ni feo, ni hermoso; o mis padres, que no ganaban fortunas, pero que estaban lejos de pasar hambre.

Yo era un término medio, viviendo una vida acorde a eso... Hasta conocer a Johnny.

Porque mi vida era cálida y él era caliente.

-Dije que tenía un trabajo de física que hacer en la casa de un amigo.- Respondí, colocando los lentes de montura oscura en mi rostro. Para tener sexo eran muy molestos, pero había olvidado mis lentillas y la sensación de intentar ver algo sin ellos era mala. Johnny rio apagando la colilla de cigarrillo en el cenicero más cercano a él, apoyado en la mesita de noche.

-Quiero ver cuando te quedes sin excusas.- Fruncí el ceño cuando dijo eso. Yo sabía que eventualmente tendría que encontrar una manera de arreglar la situación, ¿pero quién podría culparme por tener dieciséis años y querer envolverme con alguien?

-Mis padres trabajan todo el día. Ellos ni siquiera se dan cuenta si salgo de casa y vuelvo antes de que lleguen.- Respondí, aunque me sintiera un poco inseguro de mi propia frase. No había nada que hacer... De cierto modo no quería dejarlo ir.

-Sabes que no deberías tener sexo conmigo, ¿verdad?- Él preguntó, arqueando una ceja al mismo tiempo que se sentaba en la cama, estirando sus largos brazos para sujetar mi cintura y colocarme en su regazo. Sentí toda mi piel erizarse mientras él tocaba mi cuello con sus labios.

Antagonismo (adp) JohndoWhere stories live. Discover now