T2 Capítulo 9

268 28 6
                                    




Cedric giró la perilla de la gran puerta de madera que conducía a la habitación de Eyleen, se produjo un crujido y el seguro bloqueó el movimiento de rotación.

—Hija, abre la puerta. —llamó el hechicero con una voz calmada, el sollozo proveniente del otro lado se colaba por el resquicio.

—Déjenme sola, no hago más que causar desastre a donde quiera que vaya, ahora el tío James se enojará conmigo al igual que mi abuelo.

Sofia se acomodaba los cabellos que habían saltado de su peinado después de correr tras su hija y le colocó la mano sobre el hombro a su esposo.

—Lo mejor será dejarla por ahora en lo que se calma, ven Calista.





Noctus se transformó en un gato y frotó su lomo contra el brazo de su niña.

—Todo estará bien, Eyleen. Te aseguro que tu tío no está enojado contigo. Los accidentes pasan.

—No puedo controlarlo, es demasiado fuerte. Si sigo aquí solo lastimaré a los que amo, mejor me voy.

Noctus abrió los ojos de par en par. —¿Y a dónde irás?

Alzó los hombros y se frotó los ojos enjugando sus lágrimas.

—Con Merlín, le pediré que selle mi magia para siempre.

—¿Para siempre? No volverás a ser una hechicera si haces eso.

Eyleen tomó su varita entre manos, la vieja varita de su padre. —No importa, no quiero seguir siendo una carga y motivo de preocupación para mis padres.

Sacó un bolso del armario y metió una fotografía donde salía con sus padres y otra con sus tíos Amber y James, una manzana y su varita. Se cambió a su túnica y salió del castillo sin que lo notaran.

El bosque se alzaba en su espesor imponente, Eyleen tomó a Noctus entre sus brazos y le susurró.

—Transfórmate en un caballo con alas, si saco a Minimus de los establos mi madre lo notará.

Un destello lo cubrió y se transformó en un pegaso negro, Eyleen se subió a su lomo y sin saber muy bien el camino a recorrer emprendieron el vuelo.


James llamó a Sofia cuando ésta regresó al gran salón, tenía el ceño fruncido y una enorme jaqueca producto de una larga charla con su padre.

—¿Cómo está ella?

—Se encerró en su cuarto, no quisimos insistir porque necesitamos que se calme, cuando se altera también se descontrola su poder.

James se peinó el cabello. —Bueno, mínimo está bien.

—Lamentamos todo esto. —Cedric se adelantó.

—No te preocupes por eso, no ha sido culpa de nadie.

La ceremonia transcurrió sin mayor contratiempo, Roland charlaba pacíficamente con los invitados mientras se acercaba la hora de partir. Miranda se cercioró de que nadie la veía cuando subió las escaleras hasta la alcoba de su nieta, cargaba entre sus manos unos postres que le llevaba con el propósito de suavizar lo que acababa de suceder y al hablar con ella, hacerle entender que no era culpa suya y que su familia la amaba.

Tocó la puerta dos veces, un golpe suave y amable.

—Eyleen, cariño, ¿Puedo entrar? Te traje algo de la mesa de postres.

Giró la perilla y ésta se abrió sin complicación, con un ligero sonidillo metálico. La habitación estaba en penumbras, concluyó entonces que se habría quedado dormida. Se dirigió al tocador y encendió una vela, pero la cama estaba inmaculada y perfectamente tendida, sin el mayor indicio de haber sido utilizada ese día.

—¿Eyleen? No asustes a tu abuela, sabes que no está bien de los nervios.

Pero solo estaba ella en aquella enorme alcoba.

Miranda salió corriendo hacia el gran salón e interceptó a Sofia y a Cedric, quienes se despedían del Duque de Firshertoff para reencontrarse con Roland y los gemelos.

—Sofia, es Eyleen. No está en su habitación.

—¿Qué? A ver, tranquila mamá. De seguro bajó a la cocina o a la biblioteca, cuando la fiesta haya acabado la buscaremos y de esta forma evitaremos hacer más escándalo esta noche.





Eyleen y Noctus se habían alejado ya del reino para cuando notaron su desaparición. La oscuridad les obligó a descender en el bosque de Allenwood, juntaron varias ramas y apuntó su varita hacia la montaña de madera, susurró unas palabras y éstas comenzaron a arder.

—¿Y a dónde nos dirigimos? —preguntó Noctus algo cansado de volar.

—Estuve pensando que si vamos con Merlín alertará a mis padres. Tenemos que encontrar a alguien que nos ayude.

De los arbustos salió una serpiente y su compañero saltó del susto.

—Yo puedo guiarte a una poderosa hechicera que te ayudará con tu problema.

—¿De verdad? —Eyleen se paró de un salto.

—No creo que sea una buena idea. —Noctus le susurró en el oído tras convertirse en un cuervo.

—Es nuestra oportunidad, amigo. Lo mejor será confiar en ella. —Guardó su varita y comenzaron a seguir a la criatura a través del bosque hasta una cabaña alta de piedra con varias calabazas afuera.

La serpiente entró por una ventana dejándolos afuera poco después el sonido de la puerta alertó a Eyleen de que ésta se abría. Una hechicera hermosa se asomó con un quinqué, la luz de la mecha iluminaba sus facciones y sus ojos color amatista que brillaban tenuemente.

—Oh vaya, pero qué tenemos aquí. Una jovencita en medio del bosque en plena oscuridad. ¿Estás perdida tesoro?

—Mi nombre es Eyleen. La serpiente me dijo que tú podías ayudarme
    
     —No se equivoca. Yo soy Morgana, la poderosa hechicera y estoy aquí para hacer tus deseos realidad. Ahora, pasa a mi casa y cuéntame qué te preocupa.
    
     Eyleen la siguió al interior de la cabaña, le recordó de pronto a la vieja torre de su padre toda repleta de libros, contenedores para las pociones y pergaminos antiguos. Algo brillante llamó su atención en una repisa, un cetro dorado con finos acabados en esmeralda y rubíes; Eyleen no pudo evitar preguntarse qué sería aquel objeto pero le restó importancia cuando Morgana la invitó a sentarse y le sirvió té.
     —Cuéntame pequeña, ¿en qué puedo ayudarte?
     Comenzó a relatarle acerca de sus poderes y de los problemas que le habían dado al ser tan incontrolables, cuando le habló de Merlín y cómo había estado tratando de ayudarla a reprimirlos, Morgana abrió los ojos de par en par.
     —Mira cariño, tus poderes no son algo de lo que te debas sentir avergonzada, son un regalo. Muchos hechiceros y magos añoran tu poder y los que te temen es por que saben que eres más poderosa, por eso te excluyen, por eso tu familia te hace de menos. Pero debes escucharme a mí, yo podría ayudarte a sacar provecho al inmenso potencial que tienes, puedo mostrarte cómo usar tus runas. Te daré las herramientas necesarias para que tu familia sepa de una vez por todas lo que vales.

     Eyleen se mordió los labios indecisa, Morgana era una extraña pero había algo en su manera de hablar que la hipnotizaba al grado de querer aceptar su propuesta sin pensarlo. Después de todo, solo era una pequeña niña buscando la aprobación de su familia.
 
     —Eyleen, no lo hagas. Algo no anda bien aquí. —Le susurró Noctus desde su oído. Pero ya era tarde.
   
     —Acepto.

El amor es la magia más poderosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora