Capítulo 37 (Segunda parte)

746 114 6
                                    

Mis clases acabaron a las cuatro de la tarde, pero Jey aún no podía retirarse así que me quedé en la biblioteca por más de dos horas repasando bien el día y adelantando un par de trabajos.

Cuando Jude entró a la biblioteca por mí, inmediatamente vi en su rostro que algo andaba realmente mal. Ni siquiera me atreví a torturarlo con caminar hasta mí, porque rápidamente recogí todas mis cosas y corrí hasta él para salir. No me dijo nada; ni una palabra salió de sus labios.

Cuando llegamos al auto él se tomó un tiempo para respirar como si necesitara calmarse, y pasó una mano agotada por su rostro. Yo di un salto de susto cuando lo vi golpear el volante de tan mala gana que por poco rompe algo. Parecía una bomba a punto de estallar.

- ¿Quieres que yo maneje? - Le pregunté con voz firme pero me sentía verdaderamente asustada. Jamás lo había visto así, y tampoco deseo hacerlo de nuevo.

Sin siquiera responder él salió del auto y lo rodeó para abrirme la puerta. Yo salí y ocupé su lugar al volante, para conducir rápidamente hasta su casa. Durante todo el viaje fue con su mano en el rostro y parecía estar maldiciendo una y otra vez.

Al llegar, por un momento pensé que se había quedado dormido, hasta que intenté salir del auto y él rápidamente colocó su mano sobre mi pierna para detenerme. No me hacía daño a pesar de lo furioso que parecía estar. No puede ser rudo conmigo ni aún que tenga el peor de sus días, y este parece ser uno bastante terrible.

- Quédate conmigo un momento. - Suplicó con voz queda, y yo asentí levemente volviendo a cerrar la puerta.

No sabía si debía abrazarlo, tomar su mano y consolarlo y simplemente guardar silencio. No tengo experiencia en este tipo de situaciones. Normalmente cuando yo me siento molesta o disgustada con alguien no deseo ver a nadie en lo absoluto. Prefiero encerrarme en mi habitación y romper lo que sea antes que explotar y dañar a alguien que en realidad no tiene la culpa de mi mal humor. Pero Jude no es como yo. Él es sensible y le fascina recibir el constante afecto que le doy con mis caricias. Quizás ahora mismo eso sea lo que está esperando de mí.

Me acerqué lentamente a él y con mucho cuidado acaricié su cabello. Poco a poco se fue haciendo más dócil, como un animal salvaje que pasa de tener un comportamiento peligrosamente hostil a encontrarse en un estado de calma y confianza.

- ¿Quieres hablar? - Acaricié su mejilla y luego tomé firmemente la mano que había colocado sobre mi pierna hace un momento, para llevarla hasta mis labios y la besé con cariño antes de frotarla contra mi propia mejilla.

- Estoy demasiado cansado de tener que hacer esto. - Finalmente habló, pero su voz no era la misma de siempre. Se oía agotada y débil, amenazando con romperse en cualquier segundo. Eso me rompía el corazón.- No puedo, Co. Ya no puedo.

- ¿A qué te refieres? - Me atreví a preguntar confundida y él inmediatamente se sentó recto quitando la mano con la cual cubría su rostro, y mostrando ante mí la mirada triste de un hombre derrotado.

- No tienes idea de cuánto detesto tener que seguir con esta farsa. No te das una idea de lo difícil que es levantarse cada mañana a pesar de que tan solo hayas dormido cuarenta minutos para ir a esa maldita universidad. - Su voz quebrada nuevamente pasó a ser dura y hostil. Estaba lleno de ira e impotencia, como nunca antes pensé que podría llegar a estar.- No tienes ni la más mínima idea de lo frustrante que es entrar a esas estúpidas clases todos los días y oír tantas cosas que te retuercen el cerebro hasta que no puedes más, pero aún así debo hacerlo. Lo odio con todas mis fuerzas pero me obligó a hacerlo por ella, por él, por todos los demás. Es lo único que puedo hacer bien para ellos y no puedo hacerlo, maldita sea.

Arte etéreo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora