Capitulo 4

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Hope estaría en problemas cuando Rebekah la encontrara.

Y también cuando Alex la encontrara.

Se había escapado literalmente de ellos cuando estuvieron lo suficientemente distraídos mirando unas artesanías para parejas enamoradas. Jamás lograría conocer la ciudad si seguía en las faldas de Rebekah toda la estadía y su curiosidad por aquel desfile había crecido.

Había caminado muy lejos de ellos, siguiendo los rastros de confeti que quedaban en la carretera con la esperanza de que la llevaran al desfile, pero luego de un rato caminando, se dio cuenta que este ya había terminado y terminó llegando a una solitaria calle con grandes edificios.

No temía quedarse sola. Quien fuera que se encontrase por allí y quisiera hacerle daño, era quien tenía que temer.

Su teléfono celular, obsequió de Alex cuando cumplió 14 años, estaba vibrando constantemente. Lo había sacado para tomar fotografías del lugar, pero no era el mismo efecto que hubiese causado su cámara profesional. Hope se lamentó de no haberla sacado de su morral al bajarse del auto. Hubiera conseguido unas maravillosas fotos de esta parte de la ciudad.

Desde que había llegado a Nueva Orleans, se percató del fuerte olor a bruja que inundaba la ciudad. Parecían estar en todas partes, pues aún en esta parte de la ciudad, seguía percibiéndolo. Pero esto no la asustó ni un poco. Simplemente alimentó su curiosidad. Jamás había conocido a otra bruja a parte de ella. Y Alex.

Alex, para vista de Hope, era un brujo muy talentoso. Su poder no era muy grande, pero la manera en que sabía utilizarlo era admirable.

No conocía el poder de las brujas de Nueva Orleans. Su tía le había dicho que practicaban la magia ancestral, pero más nada. Suspiró. Rebekah nunca daba la información que ella quería completa.

Aunque Alex, le había explicado muchísimas veces lo poderosa que ella era. Su poder como bruja era inmenso, y junto a unas clases de Alex para controlar su magia, había aprendido a usarlo con mucha precisión. Claro era, que a pesar de eso, muchas veces no podía controlarlo. Era demasiado joven para tener tanto poder.

Sonrió. Ansiaba patearles el trasero y bajarles el ego a todas esas brujas.

Otro olor la había desconcertado cuando llegaron, pero pronto supo que era.

Hombres lobos.

Su aroma era igual de intenso que el de las brujas. Algo desconocido para Hope. Conocía el aroma a vampiro, vampiro original, que podía olerse en algunos sitios de la ciudad por donde habían caminado. El olor a vampiro común destilaba de los callejones y encrucijadas, pero no con tanta intensidad. Jamás había visto un hombre lobo, simplemente cuando se miraba al espejo. Pero Hope no creía que los otros hombres lobos que no fuesen híbridos como ella, lucieran igual que ella.

Las veces que había googleado en su computadora, las paginas recitaban que los hombres lobos seguían sus instintos animales algunas veces. Ciertas tribus mitológicas vivían alejadas de la sociedad, siempre juntas. Esto no sonaba a gigantes mansiones o ropas de marcas, aunque, seguramente existiera la excepción.

En cualquiera de los casos, Hope no se veía viviendo con un montón de hombres lobos.

Caminó por la vacía y oscura calle en la que estaba, tratando de encontrar el camino de regreso. No estaba apresurada por volver. Esta era la primera vez que estaba en un sitio desconocido y se podía permitir conocerlo sola, sin tener a su tía Rebekah respirándole en el cuello. Casi se sentía libre. Pero tendría que ir encontrando el camino de vuelta a los brazos de ellos en algún momento de la noche, para que no decidieran volcar la ciudad tratando de encontrarla.

Hacía frío. La niebla se elevaba por unos centímetros en el piso frío y se colaba por debajo de su vestido, atravesando las largas medías negras hasta la cintura. La capa que Rebekah le había dado le cubría la cabeza y los brazos, escondiéndola un poco del frío de la noche. Solamente le llegaba hasta las rodillas, así que Hope pensó que sus zapatos negros ya estarían completamente arruinados.

No podía oírse nada más que su respiración y el sonido de las suelas de su calzado contra el pavimento. Podía ver algunas luces a lo lejos, que parecían ser de un camino que llegaba al centro de la ciudad. Se dirigió allí, llevándose la sorpresa de ver un montón de gente caminando de aquí para allá.

Todo el mundo caminaba sin mirarle. Estos parecían ser una especie de combinación entre turistas y ciudadanos. Había varios puestos de venta de objetos para llevar de recuerdos y una que otra prenda de vestir con el nombre de la ciudad. Hope deseó haber llevado consigo su dinero para comprar una preciosa diadema con piedras falsas que vio en uno de los puestos.

No podía oler a Alex ni a Rebekah desde ese lugar, por lo que seguramente ellos estarían muy lejos. Quizás al otro lado de la ciudad. Sonrió mirando entre el bullicio de gente y los edificios con balcones abiertos en donde se asomaban niños y familias. Le gustaba esta parte de la ciudad. Era pequeña, como un centro de ventas. Y ella amaba las ventas.

Todos llevaban abrigos o ropa cómoda. La capa que ella llevaba lucía extraña entre tantas personas, pero nadie le prestaba atención. Se percató de inmediato que lucía demasiado elegante en comparación a los demás.

Una chica de su edad, de cabello rubio, llevaba un jersey rojo junto a un pantalón de mezclilla, que Hope en su caso, hubiera tomado para pintar en vez de usarlo para salir con su familia. La chica la miró por unos segundos, fijándose en sus brillantes zapatos negros y luego volvió la vista a los que parecían ser sus padres. Hope sonrió debajo de la capucha que le ocultaba el rostro. Ella se parecía mucho a Lindsay, la zorra que estudiaba en su antiguo salón de clases, y ahora podía sentir que le había hecho cerrar el pico.

Una anciana de cabello blanco, estaba sentada en un puesto a una esquina de un local de comida rápida, haciendo rápidos collares con alambres de distintos colores, en los que moldeaba con ayuda de un alicate, los nombres de las personas que los pedían.

Hope se acercó a ella, maravillada por la destreza que tenía la mujer con sus manos. Una pareja sonrió encantada cuando les entregó un collar con sus nombres entrelazados y Hope se percató que ninguno pagó.

-         ¿Quieres un collar, linda?

Alzó la cabeza hacia la anciana, que la miraba con cariño esperando su respuesta. Ella tenía grandes ojos marrones, adornados por algunas arrugas. La mujer tomó un rollo de alambre color celeste, ante el silencio de Hope y cortó un pedazo. Le sonrió, tomando el alicate, presionándolo contra la esquina de una punta del alambre, para comenzar a torcerlo.

-          Los collares son gratis, querida, ¿Cuál es tu nombre? – le preguntó, inclinando un poco la cabeza para poder verle el rostro debajo de la capucha de la capa.

Hope lo pensó. Los dijes de nombres iban colgados a unas trenzas de color negro, que hacían el trabajo de cuerda. Al final, tenían un gancho que se ajustaba con otro, para que el collar no se cayera. Eran bastantes sencillos y poco elegantes, pero le encantaría tener uno con su nombre. Una pieza artesanal.

-          Hope – susurró en una voz muy baja. La mujer asintió, desviando su mirada al alambre en sus manos y comenzó a doblarlo para darle forma a las 4 letras que conformaban su nombre.

Hoping for Hope |The Originals FanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora