• CAPÍTULO 93 •

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El viaje le causó una ansiedad terrible, sabía utilizar el transporte público; lo que le causaba estrés era la forma en que se las ingeniaría para llegar a su tienda sin que nadie le reconociera, la única opción que tenía era colocarse la capucha; pues no se le había ocurrido robar un poco de gasa para simular una curación en el oído para hacerse pasar por George y tampoco tenía dinero como para comprar unas gafas de sol que ocultaran momentáneamente su rostro. 

Cuando su varita tocó la pared de cemento que dividía el mundo de los muggles  con el de los magos, sintió de inmediato el bullicio del hervidero de conversaciones que mantenía el Caldero Chorreante. Rápidamente avanzó hasta la salida, pues sabía que era cuestión de tiempo en que alguien le reconociera y le hiciera perder tiempo valioso. Prácticamente corrió en dirección a Sortilegios Weasley una vez que salió del hostal, habían muchas tiendas que habían sido abandonadas por sus locatarios y ahora parecía ser que volvían a ponerse en marcha. Giró por la puerta trasera para dirigirse al laboratorio donde solían hacer las mezclas para sus bromas, allí habían varias pociones y materiales para hacer combinaciones inimaginables y bastante desorden; era evidente de que ninguno de sus hermanos había tenido consideración con la metódica forma de clasificación que había ideado para que ese sitio fuese un caos. No tuvo mucho tiempo para contempla avances o proyectos venideros, puesto que alguien podía entrar, ya fuese uno de sus mismos hermanos o alguno de los vendedores que ayudaban a atender a George. 

Rápidamente buscó entre los estantes y anaqueles por el frasco característico donde solían hacer la poción multijugos, siempre tenían debido a que frecuentemente hacían bromas en la familia, haciéndose pasar por alguien más; a menos de que George se hubiese puesto muy sentimental, quizás no habría vuelto a hacerla en base a su ausencia, no obstante después de unos minutos la halló, para luego dirigirse al cajón donde estaban rotulados en bolsas las personas quienes generosamente les habían donado algunos mechones de cabello para sus ocurrencias. 

En vista y considerando que iría al Wizengamot, utilizó un cabello de su padre, eso conseguiría que las personas no tuvieran mayores reparos en retenerlo en el ministerio. Arthur era un trabajador antiguo y ahora que las cosas habían vuelto a la normalidad -por así decirlo- no tendría que pasar por ninguna inspección. Ingirió el líquido, lo que le causó escalofríos pues sabía de manera asquerosa, Fred de pronto empezó a transformarse en su padre, no tenía muchas opciones, ya que tendría que ponerse alguna prenda que no gritara que estaba usando poción multijugos. 

Allí nada más tenía un abrigo y debía ser suficiente, ya que no tenía más opciones, había que considerar el hecho de que habían bastantes cosas en contra pero no perdería las esperanzas. Intercambió los frascos al bolsillo del abrigo y salió del lugar sin ser notado. Una vez que comenzó a caminar en dirección a la cabina telefónica habilitada en una de las calles de Londres, sitió ansiedad, una ansiedad tremenda de hacer las cosas bien, de no fallar.

 El ministerio tenía nueve pisos subterráneos, no tenía idea a cuál iría, puesto que no lo conocía en profundidad. En ese momento se arrepintió de haber usado la poción multijugos con el cabello de su padre, si alguien se daba cuenta de que actuaba extraño, lo haría pasar la vergüenza de la vida. Le abrumaba el hecho de que existieran tantas personas en ese lugar, donde una vez dentro le parecía minúsculo y asfixiante.

—¡Arthur!—. Un hombre que no tenía ni la más remota idea de quien se pudiese tratar, le saludó, sacándolo de su burbuja. —¿cómo estás, cómo se encuentra tu hijo?

Fred asumió que se refería a él y fue inevitable reírse ante ese hecho, aunque fuese de forma interna.

—¿Sabes dónde está Kingsley?—preguntó, sin responder y dejando en el aire la interrogante de su compañero de trabajo.

Juramento Inquebrantable [Fred Weasley]Where stories live. Discover now