XXIII

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Natalia llevaba un buen rato en silencio, su respiración entrecortada retumbaba por toda la habitación. Se mantenía quieta pero no podía saber qué le pasaba ya que estaba dándole la espalda.

Me giré en su dirección y me encontré con sus ojos, podía sentir cómo me atravesaba el alma y me dio miedo.

-Hola.-Me susurró avergonzada. Solté una risita tonta.-¿Qué pasa?

-Que eres gilipollas.-Sonreí y ella me acompañó.

-Estás muy guapa.-Confesó, observándome con cuidado.

-Está oscuro.-Dije obvia.

-Por eso.-Se mofó, le di un golpe en el brazo.

-Tonta.-Nos quedamos en silencio de nuevo, simplemente analizándonos.

-No quiero que pienses que eres una más.-Admitió. Suspiré y me cambié de posición, ahora estaba boca arriba.

-Cómo si fuera diferente.-Bufé.-No pasa nada, de verdad.

-Yo...-La miré, esperando que dijera algo que cambiara todo. Pensó durante unos segundos pero no abrió la boca.

-Vamos a dormir, anda.-Bostecé, dándole la espalda de nuevo.

Sentí que se acercó a mí y subió su mano a mi brazo para acariciarme con las yemas de sus dedos. Recorrió mi piel durante un buen rato hasta que conseguí dormirme tranquilamente.

Desperté por un ruido fuerte en la cocina y me sobresalté, saliendo rápidamente de la habitación y llegando a la sala. Me encontré a Natalia con las manos en la cabeza y una sartén en el suelo.

-Joder.-Me llevé la mano al pecho e intenté calmar mi respiración.

-Perdón.-Murmuró, recogiendo lo que había tirado.-Se me ha caído.

-Ya.-Susurré, colocándome el pelo y frotando mi ojo.

-Puedes dormir si quieres, estaba intentando hacer el desayuno, ya sabes.-Se encogió de hombros.-No se me dan muy bien estas cosas.

Parecía desesperada y yo solté una carcajada mientras notaba su sonrojo, me acerqué a ella con una mirada divertida y agarré la sartén que tenía en la mano.

-Anda, trae.-La coloqué en los fogones.-¿Qué quieres hacer?

-No, quiero hacerlo yo.-Afirmó segura, apartándome un poco para que no pudiera maniobrar.

-Vale, pero yo te enseño.-Sonreí, intentando transmitirle confianza.

-Bueno.-Aceptó.-Quería hacer unos huevos revueltos.

-Dios.-Me reí.-Es lo más fácil del mundo, Natalia.

-¡Lo sé!-Gruñó.-Me siento inútil.

-No pasa nada.-Le cogí la barbilla, obligándola a que me mirara.-Mira, esto es así.

Comencé a explicarle cómo funcionaba la cocina y juntas preparamos un rico desayuno. Puse la comida en dos platos distintos y me los llevé al salón, sentándome en el sofá y dejándolos en la pequeña mesa que tenía.

-¿Vas a desayunar ahí?-Dijo sorprendida al cruzar la puerta.

-Vamos.-Corregí, toqué un par de veces el sitio de mi lado y se sentó junto a mí.

Ambas comimos mientras manteníamos una conversación agradable. Tenía que reconocer que la morena era una chica muy interesante y que ganaría muchísimo más si se quitaba aquella coraza de encima.

-El miércoles tengo una reunión con los dueños de un museo para comprarme cuadros.-Me informó, llevándose un pedazo de revuelto a la boca.

-Eso está guay.-Me encogí de hombros, alegrándome por ella.

-Puedes pintarme algo y se lo enseño.-Me ofreció. Negué varias veces con la cabeza.

-Ni de coña.-Dije rotunda.

-Bueno, tú piénsatelo.-Me guiñó un ojo, levantándose a dejar su plato en la cocina.

Me quedé mirando un punto dijo hasta que ella volvió con una sonrisa, haciéndome fruncir el ceño.

-¿Qué?-Pregunté ante su risa.

-Nada.-Expresó.-¿Quieres que me vaya?

-¿Quieres irte?-Contraataqué.

-No tengo mucho que hacer.-Miró su reloj y se sentó junto a mí.

-Tengo Netflix.-Sonreí, cogiendo el mando de la televisión.

-Me parece bien.

Pusimos una película al azar y nos medio tumbamos mientras la mirábamos. Estaba muy cómoda con ella y me hacía sentir bien.

Me quedé dormida y desperté con la cabeza en su pecho. Me había abrazado y tenía su brazo por detrás de mí.

-Buenos días.-Se rió, haciéndome rodar los ojos.

Me incorporé y puse distancia entre nosotras, frotando mi cara y estirándome un poco. Que bien había dormido.

-¿Qué hora es?-Pregunté mientras bostezaba, miró su reloj de nuevo.

-Las tres y media.-Dijo tranquila. Abrí mucho los ojos.

-¡Entro a las cuatro!-Grité, levantándome y yendo a mi habitación para vestirme.

-¡Ya lo sé!-La escuché decir.-¡Soy tu jefa!

-No voy a llegar, no voy a llegar.-Murmuraba mientras me preparaba a toda prisa. Entró a mi cuarto y me encontró en ropa interior.-¡Natalia!

-¿Qué?-Se rió.-Vengo a por mi ropa.

-¡Lárgate!-Le lancé lo que me había pedido y la eché de allí.

En diez minutos ambas habíamos terminado y estábamos por salir de mi casa. Nos montamos en su coche y me fijé en que una sonrisa divertida adornaba su rostro.

Conducía en silencio y yo me dediqué a mirarla sin reparo, me parecía tan sexy la forma que tenía de llevar el volante. Sacudí la cabeza ante mis pensamientos y, antes de lo esperado, ya habíamos llegado.

La recepcionista nos vio entrar juntas y levantó las cejas, mirando a Natalia. Ella negó con la cabeza y le hizo un gesto como que luego hablarían.

Subimos el ascensor y separamos nuestros caminos, ella a su despacho y yo a mis facturas.

Llevaba algo así como una hora distraída mientras me comía la cabeza por tonterías. Me llegó un mensaje al móvil y me asusté.

Natalia Jefa:

Ponte a trabajar.

Fruncí el ceño confundida y levanté la mirada. Estaba parada en una mesa, ayudando a un empleado con sus dudas.

Me miró rápidamente y sonreí, escribiendo un nuevo mensaje y suspirando al darle al botón de enviar.

Deberías dejar de mirarme y atender a ese pobre hombre.

Lo leyó y soltó una carcajada disimulada mientras negaba con la cabeza divertida. Guardó su teléfono en el bolsillo de su pantalón del traje y me concentré en mis cosas.

Escuchaba su voz de fondo mientras respondía a las dudas con seriedad. Su carácter imponente me resultaba muy gracioso.

Os quiero un montón. ❤️

Aprender. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora