IV

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Era lunes, muchos odian este día pero es el único momento de la semana en el que mi jefe de la discoteca me dejaba libre. Trabajé toda la mañana en la tienda de la madre de Julia y el resto de la tarde tumbada en el sofá de mi apartamento.

Me estaba quedando dormida cuándo sonó mi móvil, dándome un susto de muerte y haciéndome pegar un salto y llevarme la mano al corazón.

Lo agarré y pude ver el nombre de Joan en la pantalla, me froté el ojo mientras descolgaba y me lo coloqué en la oreja.

-¿Sí?

-¡Alba!-Escuché su voz, al parecer estaba en la calle por el barullo de gente que se oía de fondo.-¿Qué haces?

-No mucho, ver la tele. ¿Por?

-¡Pues podríamos quedar esta noche! Si te apetece, claro.

Miré la hora, las seis, pensaba que sería mucho más tarde. Suspiré y pensé, realmente me aburriría sin nada que hacer.

-Claro, Joan, ¿Qué tienes planeado?

-Podríamos ir por ahí a tomar algo.-Estaba gritando y tuve que apartar un poco el aparato de mi oreja.

-Claro, avísame y bajo.

Esperé el mensaje mientras me vestía y me maquillaba para estar algo decente, pero desgraciadamente siempre era un desastre.

El sonido de una notificación me sacó de mis pensamientos mientras me aplicaba las últimas capas del rímel.

Recibí otra llamada y descolgué, volvía a ser el chico.

-Joan, ya bajo.

-¡Espera!-Ordenó, esta vez no había mucho ruido de fondo.-Me ha surgido un problemita, Natalia se ha puesto mala y me ha pedido que me quede con ella, tiene mucha fiebre y estoy un poco preocupado.

Fruncí el ceño, no sabía porqué Natalia necesitaba a Joan en su casa, tendría a su familia. Me apoyé en la pared del descansillo y suspiré, cerrando los ojos.

-Bueno, no pasa nada, otro día.

-Eso te iba a decir, ¡te puedes venir aquí!

-¿A casa de tu jefa?-Pregunté divertida.

-También es mi casa, vivimos juntos.-Me aclaró, ahora entendía todo.

-Bueno, está bien, pásame tu dirección.

-Te voy a buscar con el coche, si quieres, no tardo nada.

Acepté y esperé indicaciones. Me mandó un mensaje veinte minutos después, avisándome de que ya estaba abajo.

Me puse mis botas militares y mi abrigo negro, apretándome un poco el moño que había hecho anteriormente en mi pelo.

Bajé las escaleras con velocidad y salí a la calle, notando el golpe de frío en la cara y haciéndome temblar.

No sabía cuál era su coche, pero escuché un claxon desde un Audi negro y supuse que era él.

Abrí su puerta y entré lentamente, con cuidado de no golpearme en la cabeza con el techo del vehículo. Tenía puesta una música parecida al Jazz que me enamoró desde el primer momento.

Nos saludamos con dos besos y entablamos una conversación normal hasta llegar a su casa. Se había retirado a una especie de residencial con chalets, parecía un barrio americano.

Aparcó en la puerta de uno enorme y no me extrañó nada que la fachada diera la imagen de dinero. Nos bajamos y me abrió su portón, el cuál parecía muy pesado por el empuje que tenía que dar para entrar.

Me asomé por su patio y pude ver una piscina iluminada, rodeada de césped verde y caminos de piedra pizarra, la verdad es que estaba muy bonito. Tenía unas dos estufas y algunos sillones y tumbonas por el lugar, colocadas de manera estratégica.

Subimos unas escaleras y entramos por una puerta blanca hasta el interior de la casa. Me sacudí los pies con el felpudo y pisé el parqué con cuidado.

La entrada constaba con un descansillo pintado de blanco, decorado con muebles negros y espejos. Pude ver unas escaleras al fondo, unas de subida y otras de bajada.

Joan abrió una puerta y encendió una luz, supuse que era la cocina por el aspecto que tenía. Le seguí cuándo salió y me indicó el camino al salón, indicándome que le esperara allí.

Abrí la puerta blanca y un calor agradable me llegó, haciéndome suspirar del gusto. Había un sofá enorme, en el cuál se podía ver una Natalia rodeada de pañuelos arrugados y tapada con una manta hasta las cejas, iluminada por el televisor, que apenas se oía.

La habitación tenía también una mesa de cristal rodeada de varias sillas y un mueble empotrado contra la pared que tenía varios cuadros y recuerdos.

Me bajé la cremallera del abrigo y vi como la chica enferma pegaba un bote, supuse que se había asustado. Me quité el abrigo con cuidado de no hacer ruido y me acerqué al sofá.

-Hola.-Susurré, Natalia me miró y parecí notar una pequeña sonrisa debajo de todas esas mantas que le tapaban.

-Hey.-Murmuró, haciendo un gesto con la cabeza.

-¿Qué tal estás?

-Ahora mejor, pero esta mañana me quería morir y el inútil de Joan no supo hacerme ni una sopa cutre, con lo que se me antojaba.

La miré con ternura, nunca había imaginado que la morena pudiera llegar a parecerme adorable en ocasiones. Me aproximé más y le toqué la frente con la palma de mi mano, notando una temperatura algo elevada.

-Tienes un poco de fiebre.-Confirmé, retirando mi mano de su piel.

-Lo sé.-Tenía la nariz roja y supuse que era de sonársela.

Apareció Joan por la puerta y me sonrió al verme tan cerca de la chica y haciendo una mueca graciosa.

-Aprovecha ahora que está enferma, Alba, después te sacará las garras y volverá a ser la dama de hielo.-Se mofó el chico, sentándose a mi lado.

Solté una risita y Natalia bufó acomodando la manta contra su cuerpo. Comenzó a toser un poco y yo le dejé espacio, dándole un pañuelo limpio.

-Gracias.-Susurró, llevándoselo a la boca.

-Bueno, ¿Quieres una copa?-Me ofreció Joan. Levantándose y abriendo un mueble, dejando ver todas las botellas de alcohol que tenía.-Hago unos Gin-Tonic que te mueres.

Reí y acepté, viendo cómo se retiraba a la cocina a, supuestamente, prepáramela. La morena se quejó y se retorció en el sillón, acomodando el cojín de su espalda.

-Ya me podría preparar una sopa.-Protestó.

-¿Tienes antojo?-Me burlé.

-Mucho.

-Yo sé hacer una crema de champiñones que me enseñó mi abuela, ¿Tienes verduras?

Me miró y frunció el ceño, soltando una risa tímida mientras se acariciaba la frente con el pulgar.

-No me vas a hacer una crema, Alba.-Se negó.

-Que sí, no me cuesta nada.

Nos miramos por unos segundos y yo le interrogué con la mirada, esperando una respuesta.

-Bueno, pero te ayudo.-Y se levantó, apartando la manta y dejando ver un pijama negro con un unicornio estampado en la parte de arriba, provocando que me burlara de ella.

Aprender. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora