Shadow of the wind.

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Lleva mucho tiempo durmiendo, pero no sabría cuantificarlo.

La boca seca y rigidez en las extremidades.

Los párpados pesados.

Se parece mucho a una resaca tras una noche en la que se ha pasado con la bebida o a cuando te quedas dormido en el sillón.

Se siente en el límite entre el sueño y la vigilia, un límite muy estrecho que está preparado para atravesar.

Sólo que no lo hace.

Y, como si fueran retazos de una pesadilla, le vienen a la mente imágenes de los dos últimos años.

La invasión comenzó con lentitud, con paciencia, algo que Raoul sabría después que caracterizaba a aquella especie. Una paciencia sin límite que les había llevado a su planeta.

Recuerda estar viendo la televisión mientras comía con su hermano. Le llamó la atención un titular sobre una nueva variedad de albinismo ocular, que causaba la aparición de una circunferencia brillante en el iris. Ninguno le dio mayor importancia.

Así se dio cuenta, tiempo después, de que era una pesadilla de las malas.

De las que empiezan y no sabes distinguir de un sueño.

Y luego, se va haciendo cada vez peor.

Hasta que no puedes escapar y te engulle.

Al principio, todo parecía ir incluso mejor.

Las tasas de delincuencia descendieron considerablemente.

El presidente de Estados Unidos se mostró dispuesto, repentinamente, a firmar acuerdos contra el cambio climático de los que su país nunca había sido partícipe.

Pero también había cada vez más noticias de secuestros, de desapariciones.

El miedo no se instaló por completo en su familia hasta que les tocó vivirlo en primera persona.

Supieron que su vida iba a cambiar por completo, que tenían que huir.

Habían dejado de estar en la cúspide de la pirámide para convertirse en presas.

Raoul intenta despertarse, pero no puede.

Y tampoco debería.

No quiero despertar.

Lo último que pensó fue un deseo.

Pero los deseos dejaron de cumplirse cuando ellos llegaron.

El viento en la piel.

No el viento de su casa, el de las playas, ligero y húmedo.

Ni el del centro de Barcelona, cargado, denso, casi siempre cálido.

El que recordaba Raoul era de un tipo distinto, para nada amable.

Era un viento veloz, cortante, uno que no sólo te acaricia el pelo o el rostro, te atraviesa entero.

Es el tipo de viento que te hace sentir vivo por última vez.

De la cabeza a los pies, justo antes de caer.

El viento, cuando se tiró del balcón para suicidarse.

Viento, por todas partes.

Y, sin embargo, siente que se ahoga.

Nunca ha sufrido parálisis del sueño, pero está convencido de que debe parecerse bastante a lo que está viviendo.

Intenta hacer memoria de lo que ocurre: la persona está cognitivamente despierta, escucha, ve. Sin embargo, el cerebro y el cuerpo se descoordinan y la persona tiene paralizada prácticamente toda la musculatura voluntaria, por lo que no puede moverse. Los episodios son angustiosos para quien los sufre.

Ojalá tuviera parálisis del sueño.

Sus párpados se abren solos, sin que él se lo ordene.

Su pecho se hincha, sus manos se posicionan delante de sus ojos.

Escucha la conversación entre la mujer y él, el alma que ahora hay en su cuerpo.

En su interior ese pensamiento se vería acompañado de un nudo en el pecho, de la respiración agitada, de las mejillas sonrosadas por la rabia.

Pero ya ni su pecho, ni sus pulmones, ni sus mejillas son suyas.

¿Por qué sigo aquí?

Y justo cuando él se hace esa pregunta oye a la mujer devolverle una respuesta en forma de otra pregunta.

"¿Nota algo raro, algún Otro?"

Algún Otro...

Supone que eso es él.

Un Otro.

Un Otro.

Un Otro.

Su cuerpo se mueve sin su consentimiento y, si se concentra, puede escuchar pensamientos ajenos dentro de su propio cerebro.

¿Y él es el Otro?

Raoul no puede creérselo.

No puede creerse que sean tan egocéntricos para denominarles así.

A él y a los demás.

Porque si él, que no tiene nada de especial, se ha quedado, tiene que haber más.

Quizá el parásito también pueda escucharle si se concentra.

O si se enfurece lo suficiente.

La rabia ha funcionado para que le escuchen otras veces.

Eh. Puto gilipollas.

Nota su sorpresa.

El pulso acelerado en sus propias muñecas.

¿Qué pasa, no esperabas visita? Pues mira, yo tampoco.

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⏰ Last updated: Oct 11, 2019 ⏰

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Soul meets body. -Ragoney-Where stories live. Discover now