Otro.

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AGONEY

Sus ojos se abren de golpe. 

Estaba realmente impaciente por abrirlos. 

Hay demasiados estímulos que asimilar. 

La luz. 

Las paredes. 

El techo metálico. 

Vuelve a cerrarlos.

Una persona que susurra. ¿Otro alma? 

Inhala, como acto reflejo de la vida. 

Retiene el aire en los pulmones, que se hinchan hasta que le provoca cierto dolor en el pecho. 

Y el aire escapa solo, poco a poco, por la que cree que es su boca. 

Sus nociones de anatomía son realmente básicas, se supone que sus clases empezarán en cuanto despierte y se acomode al nuevo cuerpo. 

Levanta las manos, hasta que las tiene delante de los ojos. Son pequeñas.

La voz vuelve a susurrar. Gira la cabeza. Demasiado rápido; su visión tiembla ligeramente. 

Intenta hablar, de nuevo por instinto, y sale un gruñido de lo que se supone que es su garganta. 

-No tenga prisa. Al principio es complicado- la voz pertenece a una mujer de mediana edad, con el pelo recogido en un moño y expresión afable, que le recuerda inmediatamente a otras vidas, a otros mundos. Es una sanadora.- ¿Nota algo raro, nota... algún Otro?

Otros. Así es como les llamaban. A Agoney le parecía algo cruel llamar así a sus cuerpos huéspedes; al fin y al cabo, los otros, los que invadían y parasitaban, eran ellos. 

-Creo que no- responde en un débil hilo de voz, que, tras unos segundos, reconoce que es la suya propia. Es aguda, pero al mismo tiempo tiene eso que tienen casi todas las voces graves, invita a detenerse en ella, es ciertamente acogedora. 

Gracias. Murmura, mentalmente, a alguien que, en realidad, debería haberse ido. 

No hay respuesta. 

-Soy un hombre, ¿verdad?- Sabe que para los humanos el género es algo importante, así que quiere conocer la respuesta. 

-Sí, ¿es eso lo que pidió?

-En realidad, no especifiqué un género- A Agoney siempre le ha dado igual, desde hace muchas vidas. Es su nombre lo único que permanece, el cascarón en el que lo haga le es indistinto. 

-Ya puede levantarse- la mujer le agarra el antebrazo y le indica con la otra mano que se incorpore. 

Agoney se ayuda de su agarre y consigue quedarse sentado sobre la camilla. 

-Y ahora de pie.

Se impulsa hacia delante y consigue equilibrarse apoyándose en la camilla de nuevo. 

-Ha sido más fácil de lo que pensaba- murmura, sorprendido. 

-Ah, sí, los humanos son fáciles de manejar- la sanadora observa cada movimiento que hace, por si tiene que ayudarle en algún momento. 

-Un pie delante de otro y...- Agoney logra empezar a caminar pero, en cuanto se suelta, pierde el equilibrio y está a punto de caerse. 

-Tiene que ir más despacio- vuelve a ayudarle a sentarse sobre la camilla y esboza una sonrisa tranquilizadora.- Puede quedarse aquí durante un rato mientras hacemos oficial su ingreso y le proporcionamos una habitación. 

-Está bien, la esperaré aquí. 

-Ahora mismo vuelvo- la sanadora camina hacia la salida y, cuando ya ha agarrado el pomo de la puerta, se señala la cabeza y vuelve a preguntar-: ¿seguro que va todo bien ahí dentro?

La pregunta queda en el aire y es como un pequeño interruptor que se acciona de repente. 

Eh. Puto gilipollas. 

Agoney está a punto de ahogarse con su propia saliva. 

¿Qué pasa, no esperabas visita? Pues mira, yo tampoco. 

-Sí, sí, todo va bien. 

Soul meets body. -Ragoney-Where stories live. Discover now