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El príncipe se tomó el té para la resaca que había ordenado. La noche anterior había salido al centro de la capital a divertirse con algunos de los comandantes del norte, no regresaron hasta que vaciaron las reservas de vino de la taberna y no les quedó ni una sola bailarina exótica a la que no hayan piropeado o nalgueado. Fionn había recuperado su lugar entre las filas de Morttland mientras que la participación de su hermana en en el Consejo de Guerra estaba quedando en el pasado, pronto podría hacer que el rey escuchara sus propuestas con respecto a los puntos de avanzada. La última vez que habían hablado el rey dejó claro que no se presentara al menos que tuviera una mejor propuesta para derrotar a Lytios, y el heredero al trono del imperio Wolfhard ya tenía un plan.

Con Lena todavía inconsciente, los últimos días la princesa había vuelto a tener interés sobre las diplomacias y seguridad del palacio, por lo que el heredero tuvo la oportunidad perfecta para acudir a la Sala del Consejo y actualizarse sobre la guerra o para beber con los soldados sin que Freya lo molestara.

Se miró al espejo y aunque se sintiera mejor que nunca, no le gustó lo que vio; a pesar de haber tomado un baño largo y caliente seguía luciendo bastante pálido y con ojeras, parecía algo destruido.

—¿Otra vez, Fionn? —la chillante voz de su hermana le lastimó los oídos—. Pensé que ya habías tenido suficiente del vino y las mujeres —le reprendió a sus espaldas.

El príncipe rodó los ojos estando consciente de que Freya podía ver su reflejo y se acomodó la casaca azulada antes de encararla.

—Los muchachos querían salir a divertirse con su próximo rey, ¿quién soy yo para negárselos? —finalizó con una sonrisa descarada y se dirigió a su escritorio frente al balcón al otro lado de sus aposentos.

La princesa no hizo ningún comentario al respecto y lo siguió por atrás sin mucho entusiasmo, la relación entre ambos seguía sin ser la mejor aunque ninguno de los dos parecía querer arreglarla. Fionn no estaba seguro del lugar en el que se encontraban, ¿seguían compitiendo o ella ya se había rendido? Como sea, para el príncipe las cosas no volverían a ser como antes hasta que ella se disculpara y aceptara que su único deber con el reino era casarse con un aliado poderoso que les permitiera expandirse.

Fionn se sentó en su silla y jaló unos cuantos papeles para demostrarle que estaba ocupado pero Freya siguió de pie ante él.

—¿Tienes algo más que decir o te vas a quedar ahí juzgándome todo el día?

—Lady Kaya continúa en un estado bastante crítico y no hemos detenido a nadie por este intento de homicidio, necesitamos hacer algo o la gente común empezará a pensar que pueden atacarnos y salir impunes —habló en un tono apacible aunque sus ojos expresaban furia.

Fionn se había encargado de que todo lo ocurrido con Lena no se volviera de conocimiento público, si la corte se ponía hablar del caso era muy probable que descubrieran la farsa de Lady Kaya. Apenas logró convencer a Freya de mantenerlo en secreto cuando llegó alterada pidiendo su ayuda a la mitad de la madrugada dos noches atrás.

—Lady Kaya no es miembro de la familia real, no podemos empezar una cacería sin un fundamento sólido. La corte creerá que hay favoritismos y tendremos problemas con los que ninguno de los dos quiere lidiar —respondió con un poco de molestia, no hacia su hermana sino porque era la realidad y no podían cambiarla.

—¿Sin un fundamento sólido? —rezongó—. Lady Kaya está tumbada en una cama en la que apenas respira, es imposible que la corte piense que se lo hizo ella sola —el tono impertérrito con el que solía hablar Freya se perturbó un poco—. Es nuestro deber hacer algo —habló una vez recuperó su estabilidad.

Heredera de CenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora