38

3.8K 373 69
                                    

Pudo sentir los ojos azules llenos de suficiencia clavarse en su cabeza al dar el primer paso fuera del Castillo de Obsidiana; dejando a un lado las reglas del protocolo que ha seguido por años, miró sobre su hombro y halló a la princesa observándola con una sonrisa socarrona desde el balcón del salón principal. Notó que casualmente aquel lugar era el punto perfecto para poder ver cómo apilaban sus pertenencias dentro de los carruajes y presenciar su viaje hasta desaparecer en las calles de Heallven.

Lady Cassia sabía que la princesa Freya estaba casi tan contenta por su partida como ella por no tener que volver a verle el rostro a la pesadilla que le amargó gran parte de su vida en el palacio, por lo que no se molestó en otorgarle ni siquiera un asentimiento de cabeza como saludo sin embargo la sonrisa de la princesa se ensanchó demostrándole lo poco que le afectaba su desprecio.

Un hombre mayor de ropas finas interrumpió el duelo entre ambas parándose frente a la Lady demandando su atención, y la rubia alzó una ceja con pesadez dándole la silenciosa orden para que hablara.

—Milady, me presento, comandante Samel Wreg —hizo una reverencia con los brazos pegados a los costados—. El príncipe heredero me ha asignado para velar por su seguridad hasta llegar a Blashire.

La sonrisa amable del comandante Wreg no logró ocultar las intenciones de la corona, Lady Cassia supo de inmediato que lo habían enviado para que nada ni nadie se interpusiera en su boda con Lord Steirffall, convirtiendo al comandante prácticamente en su carcelero.

—Estamos esperando su orden para partir —prosiguió acariciando su incipiente barba grisácea.

—Faltan los Señores de Quogos, aguardaremos hasta que su equipaje haya sido totalmente montado —dijo volteando su cuerpo hacia los carruajes dando por terminada la conversación.

—Milady...

Lady Cassia rodó los ojos.

—¿Sí? —preguntó todavía dándole la espalda.

—Sus padres permanecerán en el castillo un par de días más —la chica no hizo ningún comentario ni siquiera un gesto al respecto—. ¿Desea... despedirse... de ellos? —inquirió incómodo por ser el mensajero de las malas noticias.

—No —dijo sobre su hombro.

En cierta forma le resultaba un alivio no tener que verles la cara y fingir (de manera mediocre) que no estaba furiosa con ambos, de hecho consideraba su ausencia en el viaje como un milagro de Linnea.

El comandante Wreg sin nada más que decir se fue y Lady Cassia regresó su vista hacia la ciudad, luego miró hacia el nublado cielo que desde su perspectiva parecía estar en sincronía con sus emociones. No había podido dejar de pensar en que sólo salió de una jaula para meterse en otra. Miró a Heallven con repugnancia mientras se preguntaba a sí misma en qué momento bajó tanto la guardia como para permitir que se burlaran de ella y la rebajaran a una tonta sentimental que se dejó engañar por sus fantasías infantiles de una familia unida.

—Siempre me ha parecido que la ciudad posee una capa de polvo encima; al menos para mí, el blanco jamás ha estado allí.

Al oír esa voz la quietud dentro de ella se transformó en una inmensa marea de arrepentimiento, el hoyo en su estómago que había llenado con odio y rencor fue sustituido por un desaliento que le partía el corazón.

Heredera de CenizasWhere stories live. Discover now