Capítulo 12

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-en este momento?"

La amabilidad y, tal vez, la mera empatía por el parentesco la cegaban de ver lo que su padre hacía en ese preciso momento: estaba inconsciente, apunto de despertar en medio de un sueño que servía solo a la voluntad del sumo monarca que luchaba por mantenerse de pie mientras sus ojos jugaban abriéndose y cerrándose con brusquedad. Su hermano Fintster se tomó el comportamiento de Jareth como un estúpido juego producto de los nervios prenupciales y lo dejó seguir con lo suyo.

Dentro, en las remotas y oscuras profundidades del Laberinto, se encontraba flotando, todavía sin un rumbo, aquella perfecta burbuja y su prisionero. Este último, murmuraba inconsciente el nombre de su hija mientras estaba tumbado en la oscuridad del sueño que estaba a punto de empezar.

El Rey de los Goblins respiró hondo y se preparó para lo que estaba por venir.

...

La gran estrella de la mañana apenas estaba por asomarse, y así mismo, los pájaros cuyos nidos yacían en las ramas del árbol próximo a su casa habían comenzado a cantar dulces canciones de melodías puras y hermosas. Después de que hubiera llovido toda la noche la brisa del viento era fresca y en ella se olía la tierra mojada y se sentía poco a poco el ensordecedor pero confortante calor del sol.

Robert despertó en la comodidad de su lecho después de un buen dormir y no pudo evitar sentirse empalagado por la luz, frescura y dulzura que se sentía ese día por todo su alrededor. El otro lado de la cama estaba desordenado y desocupado por alguien que se había levantado más temprano que él, y fue esta misma persona quien entró rebosante de alegría por la puerta con una charola con alimentos entre sus femeninas manos.

Karen emanaba tan grata felicidad sin sentido que Robert quedó casi impávido al ver entrar a la mujer a la habitación.

-¡Buenos días, cariño! -exclamó la mujer dejando la bandeja en el tocador- ¿Has dormido bien?

-Yo... -el hombre trató de recordar lo que había soñado, pero su intento fue meramente en vano pues no recordaba ni una piedra del Laberinto en el que se había involucrado por idiotez y avaricia suya-, yo...-absolutamente nada le venía a la mente. La magia de Jareth esta vez no tenía falla alguna-, he dormido bien, gracias querida.

Así como Robert no recordaba nada del Laberinto, no recordaba nada de lo que había pasado con su familia cuando la situación en su trabajo se le fue de las manos. En su mente y a su alrededor vivía la perfecta ilusión de su familia y vida perfecta, con una esposa perfecta y un hijo suyo perfecto, así como con su perfecto porte y trabajo.

Una vez que Karen había dejado el desayuno puesto en el tocador se excusó de la habitación y salió de ella con la misma alegría y sonrisa con la que había entrado. Robert alcanzó el reloj en la mesita de noche junto a él, eran las nueve y media de la mañana.

Robert sintió un escalofrió e inquietud en su interior, como si de alguna forma, la hora que marcaba el reloj, las nueve y media, tuvieran un significado.

"¡Pero si es muy tarde!" pensó Robert.

Tarde para el trabajo, se refería el hombre.

Su pesadilla era tal que dentro del armario buscó de entre sus perfectas prendas las más respetables y honorificas que alguien tan perfecto como él pudiese tener, y se lavó el rostro viéndose al espejo de su baño y admiró por quien sabe cuanto lo joven y reluciente que se veía mientras recitaba halagos para sí mismo y corría al tocador a comer a toda prisa el desayuno que su mujer le había traído antes de tomar el maletín junto a la puerta y salir de la habitación, no sin antes echarle un ojo a la hora como mera medida y precaución. El reloj solo había avanzado dos minutos.

El Poder Sobre MíWhere stories live. Discover now