Capítulo 5: Hilos dorados

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*Hace 4 años*

Joey corría por la calle, dobló una esquina y vislumbró el museo Domino iluminado en la noche. Corrió un poco más y subió los escalones de dos en dos y entró en el museo jadeando. Los guardias conocían especialmente a Joey y sus amigos por lo que lo dejaron entrar sin ningún problema.

El rubio recuperó el aliento mientras caminaba lo más cuidadosamente que podía. Sus piernas temblaban por el esfuerzo de correr hasta allí desde su casa. Intentó llevarse una mano a la cara, pero sus ojos aun veían rojo en ellas y tuvo que tropezar hasta él baño para vomitar y lavarse por tercera vez.

Un calor infernal se arrastraba por debajo de su piel, se mojó la cara intentando enfriarse y no desmayarse, aunque lo estaba empezando a ver difícil. Se sentía completamente enfermo.

—Tengo que encontrar al abuelo.

En realidad ni siquiera sabía si estaba en el museo, pero su instinto lo trajo aquí. En retrospectiva, tal vez no debió seguir su instinto, cuando fue este lo que le dio la causa de estar buscando a un adulto confiable. Pero estaba enfermo y mentalmente inestable para empezar a usar la lógica.

Se veía tan mal que una mujer se le acercó para preguntarle si estaba bien y si quería que llamara a alguien. La despidió cortésmente sin pensar ni por un momento que llamar a un guardia para llevarlo con el señor Muto, en realidad, era una buena idea.

Sus pies lo llevaron a la sección de Egipto, no había nadie en la sala y recordó vagamente que el museo estaba a punto de cerrar.

Se acercó a la tablilla que mostraba a Seth y Atem luchando y sintió que le calor aumentaba, estaba casi seguro de que se desmayaría. Después de que viera solo rojo donde no había, el brillo dorado en el lateral de su visión lo hizo suspirar con alivio. Se acercó a otro vitral donde un mural se erguía con la representación del dios Ra como sol al amanecer, al mediodía y al atardecer.

—El cuerpo lleva el corazón, el corazón lleva la vida, la vida lleva el alma y el alma me da una sombra. —Recitó con su vista fija en el tallado de un hombre de espaldas con los brazos levantados a los soles. —Recito mi nombre y adquiero la luz de las estrellas, en la ausencia del espíritu de gloria lo llamo... para mi fuerza y voluntad, soy Jouno.

Sus ojos marrones brillaron en oro fundido mientras su piel enrojecía de calor. Su visión se puso negra y lo último que supo es que despertó boca arriba en su cama abrazado a un libro que jamás había visto.

*Actualidad*

Joey abrió su ojos al olor del café recién hecho, sintonizó la conversación de los dos compañeros que se parecían más a él y Kaiba. Su discusión trivial sobre qué tipo de café era el mejor lo hizo sonreír.

—Déjenme ser el juez de su debate. —Proclamo con un buen humor que no se le había visto desde que aterrizaron en el país.

Valon y Alister callaron y miraron en dirección al rubio que se levantaba con imperiosa lentitud y caminaba hacia ellos con la misma sonrisa que le dedicaba a la prometida de su primo. Una sonrisa que indicaba que los veía como familia y haría lo que fuera por verlos felices. Una promesa vaga hasta que veía sus ojos, más viejos de lo que tenían derecho a ser, con tanto dolor y pesar que sabías que una promesa suya no sería olvidada.

Joey tomó una taza y se sirvió de un café al azar, la disputa fue fácilmente olvidada y cada uno tomó su café en una conversación ligera hasta que los demás se despertaran. O al menos hasta que Rafael se uniera a ellos para poder comenzar su búsqueda.

Pasado CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora