Capítulo 70: El precio del valor

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Amelia asintió, aceptando, y miró brevemente hacia Albus como buscando su aprobación. El anciano le sonrió, animoso.

–Bueno, esto es todo –exclamó Dumbledore– Ahora, por lo que entiendo, tenemos unos cuantos embajadores y jefes de estado extranjero que querrían hablar con nosotros, así como algunos oficiales muggles. Deberíamos dirigirnos a la sala de audiencias y atenderlos de inmediato. Cuanto antes se normalicen las cosas, mejor.

Sus palabras tuvieron un efecto inmediato en todos los presentes, rompiendo la quietud. Todo el mundo se levantó entonces y empezó a hablar a la vez. El ruido ambiente subió de golpe, pero Severus no tenía ojos más que para Harry, que se reunió con él y se dejó caer en el asiento que había a su lado. El muchacho parecía cansado y perdido en sus pensamientos, y Severus no supo qué decirle. Temía que, si abría la boca, empezaría a gritar y no podría detenerse. Sospechaba que tanto Black como Lupin se sentían igual. Para colmo, era muy consciente de que Lucius no había apartado la mirada del joven.

Dumbledore se les unió al poco para informarles de que Alrik, Diana y él se quedarían con Harry mientras éste iba a hablar con los dignatarios extranjeros. Sirius y Remus debían ir al departamento de herencias lo antes posible, ya que si Sirius quería casarse con Remus debía cambiar su Conscriptus, mientras que al aceptar el puesto en el Wizengamot Remus había aceptado también ser el heredero de la casa de Volpine; esto último también debía registrarse formalmente. Y aunque Severus deseaba desesperadamente quedarse junto a Harry, había prometido investigar el problema de las pociones para Lord Aventine, con lo que debía hablar con el Maestro de la Cofradía y descubrir si había alguna anotación más perteneciente a Silvius Ventus perdida por los archivos.

Severus miró con silenciosa furia cómo Dumbledore guiaba a Harry fuera de la sala, seguidos de Amelia Bones y Lucius Malfoy. Otros miembros del Wizengamot les acompañaron. Cuando Darmut pasó a su lado, Severus le cogió del brazo, sobresaltándole.

–Pase lo que pase, que Harry no se quede a solas con Malfoy –le siseó al auror. Darmut estrechó la mirada.

–Entendido –asintió. Por su tono de voz, Severus intuyó que, efectivamente, le había comprendido a la perfección.

A medida que la sala se iba vaciando, Sirius finalmente habló:

– ¿Qué diablos ha pasado? –exclamó, haciendo un vago ademán para señalar el centro de la sala.

– "Puedes elegir, Harry" –Severus parodió las palabras que Sirius dijera a Harry justo antes de que dejaran Hogwarts aquella mañana– "Decidas lo que decidas, estamos contigo". ¡Eso es lo que ha pasado, Black! –lanzó una mirada asesina al Gryffindor, que se horrorizó ante el recordatorio.

– ¿Pero por qué confiaría Harry en Malfoy? –Protestó Sirius– ¡No tiene sentido!

–Los miembros más respetados y reverenciados de nuestro mundo le piden a un dieciséis añero que les arregle todos los problemas del gobierno, ¿y te sorprende que algo no tenga sentido? –Bufó Severus– Aún hemos tenido suerte de que al chico no le haya dado por sustituir a los miembros del Wizengamot por sus compañeros de curso... aunque dadas las circunstancias, empiezo a creer que harían un mejor trabajo que ellos.

–Tal vez tengas razón –asintió Remus en voz baja– considerando que nuestro ex-Ministro estaba planeando esclavizar a toda la población mágica, y nadie se había dado cuenta de ello.

Severus no supo qué contestar a esto. La realidad había superado a la ficción y era demasiado increíble para aceptarla: siempre había sabido que Fudge era un idiota incompetente, pero descubrir que tenía un lado tan perverso había sido una auténtica impresión. Sólo de pensar en la corrupción que debía haber en el Wizengamot para haber llegado a aquel extremo... era demasiado espantoso.

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now