Capítulo 17

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La noticia había sido realmente sorpresiva. Los invitados aplaudían el compromiso, Lady Cait reía emocionada; pero, todos aquellos que sabíamos del amor que Eoin y Maghy se profesaban el uno al otro, estábamos atónitos. Creer que algo así estuviera sucediendo era simple y sencillamente imposible.

Mi mirada iba constantemente de Maghy a Eoin. Ella demandaba, con el corazón en la mano, una explicación y su expresión suplicaba que todo se desmintiera. Y él, él con su mirada intentaba darle una respuesta muda. La única que podía dar: yo no lo planeé así, es a ti a quien amo.

Si tan solo Eoin hubiese escuchado mi súplica. Si me hubiera permitido intervenir. ¡Si tan solo! Ahora era demasiado tarde. Yo que tanto los quería, los miraba, y veía caer ante mí sus más preciados sueños, hechos pedazos. Lo que por un momento pareció ser la fuente del más inmenso regocijo, era ahora el peor de los martirios para dos amantes corazones.

Eoin se encontraba en un lugar del que no podía salir, del que yo no lo podía sacar. Aclarar en ese mismo momento el malentendido, significaba, forzosamente, humillar a Lady Cait; con ello, los Curr se ganarían la enemistad de los Pádraig. Pero, había algo aún peor: si Eoin decía que todo había sido una equivocación, haría quedar al Rey Lachlan como un tonto y entrometido. Dejarlo en ridículo frente a su pueblo y sus aliados el día del matrimonio de su heredero, era un lujo que Eoin no se podía permitir. La trampa que le habían tendido había sido sigilosamente planeada. Ya no había marcha atrás. El anuncio estaba hecho.

Por la palidez de su rostro pude darme cuenta de que mi hermano sabía perfectamente lo que pasaría si se retractaba de las palabras del Rey. Y, aparentemente, la máxima de los caballeros era lo que tenía más presente en ese preciso momento: el honor, ante todo. ¡El maldito honor! Deshonrar una promesa que ha sido hecha en tu nombre, no es digno de un caballero, y un caballero sin honor, es menos que nadie.

―Lady Pádraig, por favor venga ahora aquí, a mi lado, y dígame si acepta la mano de este noble hombre ―el Rey Lachlan no se daba cuenta de nada y hablaba con gran júbilo.

Lady Cait, era la hermosa hija de los Condes Pádraig. Para cualquiera ella sería una excelente compañera y, seguramente, cualquier hombre se sentiría feliz y orgulloso de llamarla «esposa». Cualquiera menos Eoin. Él apenas y la miraba. Para él no había nadie más que Maghy. Sin embargo, para Cait, ser el objeto del deseo y amor del joven Curr era todo un honor y, el brillo de su mirada expresaba con mucha claridad su profunda emoción. No dudó ni un segundo en aceptar la mano de mi hermano.

Al llegar al lado de Eoin, ella sonrió ampliamente y él se limitó a hacer una leve reverencia. Parecía ausente, ajeno a todo lo que lo rodeaba, incapaz de salir de su conmoción. Solo había algo a lo que veía, o más bien alguien. Sus miradas se mantenían fijas una en la otra, sus ojos tristes, sus rostros pálidos, ambos aun luchando contra la cruel realidad que los golpeaba sin consideración. Una realidad que se interponía entre ellos y que separaba sus caminos de una forma por demás atroz y completamente inesperada.

Hasta que, en un segundo, esa conexión se rompió. Maghy dio media vuelta y se alejó de todos, de todo, caminando con toda la parsimonia de la que fue capaz. Ver al hombre que amaba anunciar su unión con otra mujer la estaba destrozando. Quise ir tras ella, pero Eoin me lo impidió. Ella me necesitaba, estaba seguro de que me necesitaba. Podía sentir su sufrimiento, pero él tomó mi brazo con fuerza. «Debo ser yo quien vaya tras ella. Debo ser yo quien le explique», era lo que sus ojos me decían.

―Ve ―fue mi escueta respuesta―. Yo entretendré al Rey, a Lady Cait y a los Pádraig.

Eoin estaba devastado. Casi corrió, siguiendo el mismo sendero que Maghy había tomado. Enfrentarla sería demasiado difícil. Me disculpé en nombre de mi hermano por su ausencia, argumentando que la emoción lo había sobrecogido, y cuando el Rey se disponía a retarme, el Duque llegó a mi lado acompañado por los padres de la emocionada novia, y fueron ellos quienes se comenzaron a tratar los preparativos de la futura unión. Sir Aballach conocía a la perfección los sentimientos de su hijo, y estaba tan sorprendido como el resto de nosotros.

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