29. El caballero de ojos dorados

Start from the beginning
                                    

La habitación no tenía nada interesante, solo una cama, una silla, una pequeña mesa y una ventana. Estaba volviéndose loca cuando la puerta se abrió y un hombre joven de cabello dorado ingresó a la habitación.

Sí no fuera por el dolor en la pierna, ella probablemente hubiera creído que estaba muerta. Él era joven, tenía una constitución media y bien torneada, su cabello rubio largo hasta el cuello, sus ojos eran dorados y su piel era extremadamente pálida, aún así era muy hermoso, como un ángel con forma de hombre.

–Buenos días, soy el doctor Carlisle Cullen –su voz tenía un ligero pero delicioso acento británico, algo que hizo que la mente de la joven se nublara y fuera incapaz de articular alguna palabra–. Por lo que aquí dice, usted es la señorita Platt y esta aquí por una pierna rota, ¿me equivoco? –lo único que pudo hacer fue negar con la cabeza.

El doctor Cullen comenzó a examinar su pierna y gritó cuando tocó la parte rota. El fue gentil y trató de hacerla sufrir lo menos posible mientras inmovilizaba su pierna para que pudiera sanar más rápido. Algo que le llamó la atención fue la frialdad en su piel. Estaban en verano, pero sus manos estaban tan heladas que parecía haber estado jugando con la nieve antes de tocarla.

La señora Platt comenzó a agradecerle efusivamente y Esme se sintió avergonzada al ver como el sonreía amablemente. El horario de visitas terminó y el doctor Cullen le dijo a su madre que podría volver en la mañana. Como quería asegurarse de que todo estuviera bien, el les aseguró que en tres dias podría volver a casa. En la noche, una enfermera fue a verificar que ella estuviera bien y se fue, dejándola sola para que tratara de dormir, algo difícil ya que no podría dejar de pensar en el doctor Cullen.



¿Qué me pasa? ¿Por que no puedo quitarme de la cabeza los ojos cafés de la señorita Platt? A pesar de las protestas de los gemelos, Carlisle había decidido ir a Ohio para vivir y practicar la medicina en una zona rural. Hace algunos años que estaban allí, sin embargo hoy había visto a la chica más hermosa y delicada que existe.

Era incorrecto que pensara en ella, a fin de cuentas solo era su paciente y en unos días ella se iría y nunca más volvería a verla debido a que pronto se irían a otro lugar. Ver a Esme le había hecho darme cuenta de lo solo que estaba. Los gemelos siempre tuvieron esa complicidad de hermanos, a pesar de que lo aceptaron y lo dejaron guiarlos desde el punto de vista paternal, lo cierto es que aún estaba solo.

–¿Qué es lo que pasa por esa cabeza, señor Cullen? –el se sorprendió al ver a Jane detrás de él, observándolo con curiosidad.

Después de que ella confesara sus sentimientos hacia el, las cosas habían estado un poco tensas entre ambos. Nunca más tendrían la confianza y armonía del pasado, pero lentamente había vuelto a compartir el espacio conmigo durante las ausencias de Alec. Ella estaba usando un vestido violeta oscuro, casi negro, que resaltaba violentamente la palidez de su piel y ocultaba las curvas de su cuerpo. Durante el primer siglo de convivencia sus ojos brillaban, pero en los últimos años se habían vulelto fríos e impenetrables.

–Nada, no me pasa nada —sonrió para tranquilizarla, algo que no funcionó ya que ella alzó una ceja.

–Tu expresión dice lo contrario. Generalmente estás tranquilo, pero hoy te veo algo alterado.

–Creo que me conoces bien.

–Es el fruto de la convivencia –se encogió de hombros y se sentó frente a el–. ¿Me lo dirás? Tal vez puedo ayudar.

–No creo que quieras saberlo –apenas estaban llevándose bien, sería ridículo arruinarlo todo.

–Conociste a una mujer y temes decirlo, ¿me equivoco?

–No quiero incomodarte –confesó casi a regañadientes.

–¿Por qué habrías de hacerlo? Lo que paso entre nosotros es cosa del pasado. Si aún me doliera, no estaría aquí.

—Supongo que si.

Se quedaron en silencio y Carlisle lentamente comenzó a contarle todo lo que le pasaba, todo lo que le preocupaba y como se sentía respecto a Esme. Tal vez debería habérselo dicho a Alec, pero Jane lo escuchó atentamente. Ella se quedó en silencio un instante y se puso de pie para irse. Mentalmente él se regaño porque seguramente la habría molestado al hablarle de Esme. Se llevó una gran sorpresa al ver que ella volvía con unos libros y se los daba. La mirl confundido antes de bajar la vista y ver que eran sonetos de Shakespeare y poemarios.

—Son mios y los quiero de vuelta –aclaro antes de volver a sentarse–. Hay algunas nubes de tormenta, por lo que si llueve la chica no tendrá nada que hacer porque su familia se quedará en casa. Prestale alguno para que lo lea y al final del día ve a despedirte y hablen sobre el libro. Sí continua gustandote, tal vez puedan verse luego de que le des el alta.

–Podría funcionar si fuera humano. Sabes que no podemos relacionarnos mucho con ellos.

—Sí te alejas, siempre tendrás la duda de lo que pudo haber pasado si le hablabas. Inténtalo y se feliz durante un tiempo, a fin de cuentas ya nos estamos por ir de este lugar.

Carlisle miro los libros y se quedó en silencio, pensando qué hacer.


La lluvia fuerte fue lo que la despertó. Demoró bastante en darse cuenta de dónde estaba y vio como la puerta se abría, permitiendo que el doctor Cullen entrara en la habitación.

–Buenos días, ¿durmió bien? –preguntó amablenente y sonrió.

–Muy bien, gracias. ¿Usted?

–Bien –se acercó a ella y le ofreció un par de libros–. Afuera esta lloviendo mucho, tal vez no reciba visitas y creí que la lectura podría ser una buena forma de pasar el tiempo.

–Muchísimas gracias.

–Volveré en la noche para ver como sigue.

Se despidió amablemente y Esme contuvo las ganas de sonreír como una tonta. Era la primera vez que alguien le recomendaba un libro y se sentía halagada por eso.

Tal como el doctor lo predijo, nadie vino a visitarla, por lo que ella pudo dedicarse a la lectura sin que la molestaran. Por la tarde, él vino a revisarla y se quedaron hablando, ella ruborizandose por momentos al ver que él la escuchaba y se interesaba por lo que tenía que decir.

Todo parecia ser perfecto hasta que la señora Platt volvió y el doctor Cullen le dio el alta, diciendo que ya estaba lo suficientemente bien para volver a casa. Con gran dolor, Esme tuvo que volver a su monotona vida, aunque antes de irse el le regaló los libros que le había prestado, libros que ella cuidó y protegió como sí fueran el tesoro más importante del mundo.

Cuando se recuperó y pudo volver a caminar sin ayuda, fue al hospital para hacerle una visita, sin embargo se llevó una gran desilusión al descubrir que el doctor Cullen ya no trabajaba en el hospital. ¿Acaso el doctor Cullen existió realmente o solo fue una ilusión? Los libros eran la única prueba de su existencia.

Segunda oportunidadWhere stories live. Discover now