2. Los hombres de ojos rojos

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Lo primero que Jane percibió al despertar fue la suavidad del colchón y de las sábanas. Parpadeo un par de veces confundida y observó la habitación elegante en la que estaba descansando, casi tan grande como su casa. Lentamente se sentó y descubrió que su hermano estaba durmiendo en una cama similar a solo unos metros de distancia. Rápidamente, salió de su cama y al pisar el suelo descubrió que estaba descalza y usando un camisón blanco muy bonito, como el que usan las princesas para dormir. Al ver sus pies cubiertos con unas vendas recordó que los aldeanos quisieron quemarlos. De pronto se sintió asustada al despertar en un lugar extraño y con ropa que no era de ella, por lo que fue a despertar a su hermano.

Alec estaba durmiendo tranquilamente, feliz por haber podido aislarse del dolor, cuando sintió que estaban pronunciando su nombre mientras lo movían. La voz que lo llamaba era similar a la de su hermana y sonaba cada vez más fuerte. Luego de un instante, se dio cuenta de que su hermana realmente lo estaba llamando, por lo que se obligo a despertar.

–¿Jane? –preguntó algo somnoliento.

–¡Alec despierta!

–¿Qué está pasando? –el joven se incorporó y descubrió que estaba en una habitación grande y elegante, acostado en una cama similiar a la que había unos metros a su derecha y con vendas en sus pies, igual que su hermana.

–No lo sé. Acabo despertar y creí que tu sabrías.

–Yo se menos que tu –él observo la habitación con cuidado y la miro–. Quizás estamos en el paraíso.

–No lo creo, el cura siempre dice que el paraíso es más lindo.

–Es lo unico que se me ocurre para explicar donde estamos.

Alec se puso de pie y abrazó a su hermana para calmarla. De pronto, la puerta se abrió, dejando al descubierto a tres hombres con capas negras y ojos rojos. Los gemelos rápidamente se tomaron de las manos y Alec empujó suavemente a su hermana, en un acto defensivo, para ocultarla de los hombres.

–Al fin despiertan queridos –sonrió el hombre que estaba en el medio. Era un hombre de mediana edad, su cabello era largo y de un brillante negro azabache, sus ojos eran rojos y a pesar de su sonrisa amable, quizas demasiado amable, Alec no confiaba en él–. Mi nombre es Aro y ellos son mis hermanos, Caius –señalo al hombre de sonrisa fría y cabello rubio, casi de plata– y Marcus –señalo al hombre mayor con expresión aburrida–. ¿Podrían decirnos vuestros nombres?

Los hermanos se miraron y antes de que Jane pudiera decir algo, Alec tomó la palabra.

–Soy Alec, ella es mi hermana Jane.

Alec y Jane Vulturi, los gemelos brujos –Aro sonrió mientras lo decía y los miraba con deleite–. Es hermoso.

–Es la primera vez que veo gemelos, realmente son idénticos si ignoramos las diferencias obvias –agrego Caius–, serán hermosos cuando crezcan.

–¿Quiénes son y qué quieren con nosotros? –preguntó Alec mirándolos seriamente.

–¿Por qué son tan pálidos y tienen ojos rojos? –agregó Jane, dejando de estar escondida detrás de su hermano.

–Directa y frontal, me gusta esta chica –felicitó Caius y Aro lo detuvo.

–Calma queridos, no hay que desesperarnos. Nosotros somos los Vulturis, pertenecemos a una poderosa familia en la región de la Toscana a la que le agrada invitar a personas con habilidades especiales, como las vuestras.

–Nosotros no tenemos ninguna habilidad especial, señor Vulturi –mintió Alec rápidamente para proteger a su hermana y a si mismo.

–Me gusta eso de señor –observo Caius–. Serán muy buenos.

Segunda oportunidadWhere stories live. Discover now