Capítulo 54: Despertando a Lunático

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Severus asintió con alivio al ver que una de las dificultades no iba a ser tal.

–Una vez tome la poción, debería ser capaz de realizar el hechizo. Necesitarás darle la poción y esperar quince minutos, el tiempo que tardará en hacer efecto. Tras esto tendrás que ayudarle a convertirse en lobo y de lobo a humano, tantas veces como sea posible durante la consiguiente hora. Su cuerpo tiene que acostumbrarse a mantener dos núcleos mágicos diferenciados. Esto le resultará agotador, pero no puedes permitirle que descanse o se desespere. Para ir sobre seguro debería realizar la secuencia de transformación y des transformación al menos unas veinte veces.

Sirius escuchó con mayor atención de la que Severus le había visto demostrar jamás, antes de asentir.

– ¿Y después? –Preguntó esperanzado– ¿Estará curado? ¿Ya estará todo?

–Según los apuntes, sí –Severus se encogió de hombros– pero no estaremos seguros hasta la próxima luna llena, que es de aquí a dos días. La luna no debería afectarle. Si no se convierte entonces, sabremos que está bien. No obstante, me gustaría realizarle algunos controles por si acaso. Aún seguirá siendo un lobo, ¿sabes? Tendrá sus instintos, sus sentidos, y su personalidad no cambiará. Por lo que sé, la plata seguirá siendo mortal para él. Como ya he dicho, tendré que realizar algunas investigaciones a posteriori.

–Entendido –Sirius se levantó– ¿Vamos ya? ¿O tenemos que esperar por algún motivo?

Severus suspiró y sacudió la cabeza, dándose cuenta de que Harry se levantaba con la misma impaciencia. Dumbledore le sonrió levemente y negó muy levemente, indicando que, en aquellos momentos, nadie podría controlar el impulso de ambos Gryffindor.

Sirius volvió a convertirse en Canuto mientras Severus recogía las pociones necesarias. Además de la cura para la licantropía llevaba también el antídoto para la Pócima de la Muerte en Vida. Los tres hombres y el perro se dirigieron hacia el baño de Myrtle la llorona y la cámara oculta debajo de él.

El camino ya comenzaba a serles familiar. Severus no había vuelto a la habitación desde la noche en que dejaran a Lupin en ella, así que la ridícula decoración le hizo alzar la vista al cielo. Black, al parecer, había convertido la diminuta cámara en una réplica deformada de la sala común de Gryffindor. Si no fuese porque sabía que, bajo los efectos de la pócima de la muerte en vida no se soñaba, Severus se habría preguntado si el pobre Lupin sufría pesadillas debido a lo chillón de su entorno.

Una vez dentro Severus miró con intención a Dumbledore, que asintió. Se acercó al lecho junto al cual esperaban Sirius y Harry, cada uno a un lado del durmiente. Con un gesto de varita, Dumbledore ató a Lupin con pesadas cadenas y grilletes de hierro en torno a brazos y piernas. Tanto Sirius como Harry se quedaron sorprendidos.

–Recordad que aún será salvaje cuando despierte –les dijo Dumbledore. Ambos asintieron, pese a que aquello no parecía gustarles. El anciano posó una mano sobre el hombro de Harry– Ahora, Harry, nos vamos a marchar –anunció.

– ¿Qué? –Preguntó Harry, alarmado– No quiero irme. ¡Quiero estar cuando Remus despierte!

Dumbledore negó con la cabeza:

–No, Harry –dijo firmemente– Si Remus no estuviese en estado salvaje, no habría discusión sobre el tema, pero tal y como está ya bastantes problemas tendrá para controlarse. Cuantas menos personas haya aquí, más difícil le resultará. Tú y yo nos marchamos.

–Pero... –Harry protestó, pero esta vez le interrumpió su padrino.

–Está bien, Harry –le aseguró éste– Creo que lo entiendo. Ve con el director. Yo me ocuparé de Remus.

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now