Capítulo 52: San Valentín

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Sorprendido por la aparente competencia de Charlie, Severus se volvió hacia Draco, que estaba callado y sumiso, sin levantar la mirada hacia su insistente padre. Severus se dio cuenta de que en varias ocasiones una expresión de triunfo cruzaba los rasgos del chico, cuando Charlie rechazaba ciertos acuerdos. De golpe, comprendió que Charlie había recibido instrucciones del propio Dragón que había domesticado; Draco le había avisado de qué puntos iba a discutir su padre, y le había explicado cómo tratarlos.

Aunque era obvio que Draco carecía del coraje necesario para desafiar abiertamente a su padre, Charlie no tenía el mismo problema y se enfrentaba al hombre casi con diversión. Severus tuvo que contener la risa: Charlie y Draco iban a ser una pareja formidable. Sospechaba que su relación no iba a ser, ni de lejos, tan desigual como el contrato implicaba: Draco tenía la habilidad y la inteligencia suficientes como para manipular las cosas desde las sombras, y Charlie parecía más que satisfecho de permitírselo. Severus sonrió sarcástico: Lucius no tenía ni una sola oportunidad contra los dos unidos.

La ceremonia en sí fue simple y corta, dirigida por Albus otra vez. Formalmente fue muy similar a la que uniera a Harry y Severus, aunque ésta finalizó con un beso más bien apasionado entre los dos jóvenes esposados. Molly Weasley se echó a llorar a lágrima viva ante el espectáculo y se tuvo que enjugar los ojos con un pañuelo cedido por su marido. Del otro lado, Narcisa le dedicó una mirada helada y un bufido despectivo.

Durante la boda, Severus se encontró mirando a su propio compañero-vinculado. Seis meses atrás habían estado en la misma situación que Charlie y Draco, y habían prescindido del beso tradicional, horrorizados ante la mera idea. Severus se preguntó qué haría ahora, de estar en la misma situación. Dudaba que hubiese dejado escapar la oportunidad de besar al chico con impunidad, aunque fuese en público. ¿Pero cuál hubiese sido la reacción de Harry? El chico miraba con curiosidad a Draco y Charlie, ligeramente sonrojado. Severus se preguntó si se estaría imaginando a él y a sí mismo, en aquella misma posición...

Severus se llevó la mano al cristal que colgaba de su cuello, oculto entre sus ropas. Podía sentir su poderosa presencia contra la piel del pecho, recordándole que estaba allí. Su mente divagó, recordando el momento en que lo había visto y tocado, y se encontró preguntándose de nuevo qué significaba. Como todo lo relativo a Harry Potter, dejaba a Severus desconcertado y confuso.

No le gustaban demasiado las tradiciones referentes al día de San Valentín: Albus solía exagerar las decoraciones en Hogwarts, y los estudiantes estaban encantados de intercambiar regalos, como señalaba la costumbre. Como hombre casado, Severus sabía que se esperaba de él que ofreciera algo a su compañero. Incluso en matrimonios de conveniencia, tales tradiciones se cumplían aunque fuese por mera cortesía. Así pues, aquella tarde después de clase había presentado ante Harry una enorme caja envuelta en papel de color rojo Gryffindor.

Dudaba que pudiese olvidar la expresión de Harry al ver la caja. Sin duda Ron y Hermione le habían dicho que la tradición y el deber le harían ofrecerle un presente, pero sospechaba que el chico había estado esperando más bien una postal tonta, de esas que vendían en Hogsmeade, antes que aquel enorme paquete.

Severus contempló cómo el chico abría su regalo con secreta diversión, y sintió una satisfacción inmensa al ver la expresión de deleite del muchacho. El abrigo que le había obsequiado era realmente espectacular; Severus lo había encargado en enero, después de que regresaran de las Tierras de Invierno, y sabía bien que era improbable que Harry recibiese a lo largo de su vida algo comparable. Era de bella hechura: Cuello alto tipo mandarín, elegantemente ceñido a la espalda y pecho, estrecho en la cintura y de amplio faldón largo hasta la rodilla. Pero no era sólo el corte lo interesante: lo realmente espectacular eran los materiales con los que había sido elaborado. Por dentro estaba hecho de la más dura piel de dragón, pero por fuera estaba cubierto de escamas de basilisco, tomadas de la criatura que el propio Harry matara en la Cámara de los Secretos. El cuero de dragón protegía de cortes de espada, pero ofrecía poca protección contra hechizos, mientras que la piel de basilisco era mucho más débil ante un acero, pero podía repeler todos los hechizos excepto los más fuertes. Las escamas negras reflejaban la luz de forma irisada, de forma que el abrigo no era sólo una armadura funcional, sino también una auténtica obra de arte. Estaba hecha a medida para Harry, pero había sido hechizado para ajustarse en caso de que creciera o deseara usar una armadura debajo.

La Piedra del MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora