Capítulo 50: La materia de los sueños

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Todas aquellas sensaciones le habían dejado algo incómodo y descentrado, pero al mismo tiempo deseaba que las lecciones se repitieran con una intensidad que le resultaba abrumadora. No sabía muy bien qué hacer con sus sentimientos, pero tampoco quería perderlos.

Durante la siguiente semana empezaron a crear una rutina: Harry practicaba Quidditch o esgrima antes de la cena, y luego, tras acabar sus tareas, se ponía a traducir los libros de Slytherin, mientras Severus se metía en su laboratorio a trabajar la poción de Remus. Harry escribió a Sirius contándole todo lo ocurrido y asegurándole que Remus estaba a salvo. La prensa todavía rondaba Hogsmeade y Harry temía que Sirius se arriesgara a ser descubierto por ver a Remus con sus propios ojos, así que le pidió encarecidamente que no viniera, y le pidió a Dumbledore que hiciera lo propio; pero de todas formas continuaba preocupándole la idea de que Sirius hiciera alguna locura.

Fue mientras traducía los libros de Slytherin que se dio cuenta de otra rutina en la que Severus y él habían caído: estaba absorto en la lectura, concentrado en las extrañas palabras del pequeño libro encuadernado en cuero, cuando se dio cuenta de que le observaban. Al levantar la mirada se encontró con Severus apoyado en el dintel de la puerta de su laboratorio. Su expresión era tan intensa e introspectiva que le hizo sentir incómodo. En las noches en que Severus trabajaba en su poción y se encontraba con que tenía que esperar que algo hirviera o se enfriara, a menudo venía a contemplar a Harry mientras traducía sentado junto al fuego.

– ¿Ocurre algo, Severus? –preguntó al notar que el hombre le seguía mirando. Sus palabras hicieron sonreír ligeramente al otro.

–En inglés, por favor –dijo con suavidad.

– ¿Perdón? –inquirió Harry confuso. Le pareció oír un sonido siseante. Esta vez, la sonrisa de Severus se hizo más pronunciada.

– ¿No eres consciente de lo que haces, verdad?

Harry no tenía ni idea de qué le hablaba. Se pasó la mano por el pelo, nervioso. En ocasiones lamentaba que su visión hubiese sido corregida: nunca antes había podido captar cómo la luz cambiaba en los ojos de otra persona con tal claridad.

– ¿Qué es lo que hago, Severus? –Preguntó– ¿De qué hablas?

–Harry –los ojos de Severus brillaban– Estás hablando en Parsel. No te entiendo.

Sobresaltado, Harry miró hacia el libro que había estado traduciendo. En ocasiones le resultaba complicado recordar que se trataba de Parsel: para él era como inglés y sonaba como inglés. La habilidad de cambiar de uno a otro lenguaje era vaga, imperceptible para él. Trató de concentrarse en las palabras que formaban sus labios, forzándose a pensar cuidadosamente en la pronunciación de cada palabra que decía.

– ¿Mejor? –preguntó. Severus asintió.

–Mucho mejor. ¿Realmente es tan difícil para ti notar la diferencia?

Harry asintió a su vez:

–Me suena a inglés, y cuando miro las páginas escritas, me parece que están en inglés –tendió la página en la que había estado escribiendo su traducción– ¿He escrito en inglés, verdad? –cuando había traducido el primer libro, había tenido que parar y rehacer páginas constantemente porque se había encontrado copiándolas en Parsel.

Severus cruzó el cuarto y le cogió el papel, estudiando su caligrafía. Había usado un lápiz muggle para escribir por si tenía que borrar, pero sus trazos eran claros y firmes.

–Sí –le dijo– "De cómo acelerar la magia en el sueño de la muerte" –leyó en voz alta– Pensaba que era un tratado de magia luminosa... Esto suena más a nigromancia –Severus frunció un poco el ceño mirando el libro que reposaba delante de Harry.

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now