La mucama prófuga

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—Y ahora, para mi acto final, mi hermosa asistente Marle me ayudará. Denle un aplauso.

Al acercarse junto al bufón sonriendo a los invitados de la fiesta, la muchacha recibió más aplausos por su encanto, que los que Crono obtuvo cuando ella comenzó a sacarle de la manga del pésimo traje una serie de pañuelos entrelazados de distintos colores.

Crono estaba un poco nervioso, mientras Marle parecía divertirse mucho por ser parte del acto, pero los niños junto con el festejado les prestaban poca atención; se mostraban aburridos, cuchicheaban entre ellos, algunos bostezaban. Atrás los adultos estaban en lo suyo. Mento conversaba con algunos invitados importantes, entre ellos el alcalde de Truce y uno que otro familiar.

Al término de la función, los niños salieron afuera bastante decepcionados por el acto de la pareja. Ambos suspiraron sabiendo que con lo poco que el alcalde les entregó para entretenerlos, fue lo mejor que pudieron ofrecerles. Deseando irse de una buena vez, el muchacho consultó con Marle si deberían quedarse más tiempo, a ella parecía darle lo mismo mientras continuara bajo su compañía. Así que antes de irse a cambiarse de ropa, buscó en el recibidor al alcalde para exigirle su paga finalmente. Mento no dejaba de buscar la forma de llamar la atención entre la gente con sus soberbios alardes de riqueza.

—¿Alcalde Mento?

—¿No ven que estoy ocupado, niños?

—Solo quería decirle que nos retiramos.

—Bien. Gracias por todo, ahora váyanse.

—Señor, todavía no me paga.

Fastidiado, de sus bolsillos Mento sacó con recelo las monedas entregándoselas a Marle. Los chicos se vieron el uno al otro asintiendo, por lo menos podrían ahora ir a la feria del Milenio. Al paso de la habitación de Connie, la esposa de Mento los buscó.

—Muchachos, les agradezco que hayan venido a entretener a mi hijo y a sus amigos en su fiesta.

—Gracias señora, fue un placer —respondió Marle con educación.

—Sí. También disculpen la rudeza de mi esposo. Tomen esto —les dio un pequeño saquito—. Sé que mi esposo no les pagó lo justo. Por favor, no le vayan a decir que les di esto aparte.

En eso llegó el pequeño cumpleañero para quejarse con ella.

—Mamá. Papá dice que no podemos ir a la feria del milenio.

—Cariño, lo sé. Pero tu padre dijo que para eso tendría que gastar en el pasaje del Ferry de todos los invitados. Ya sabes cómo es, cielo. Tenle paciencia.

—¡No es justo! ¡Parece que papá quiere más al dinero que a mí!

Y malhumorado, se alejó a grandes pasos de regreso hacia el patio.

—Los niños nos odian, es tan triste —murmuró la mujer.

—Señora, no diga eso. Sus hijos no los odian —intentó de reconfortarla Marle.

Ella les agradeció y se retiró a la cocina. Mirando a Crono, Marle añadió en voz baja.

—Solo odian a su padre.

—Es verdad.

—Creo que los justifico, mi padre se parece un poco al alcalde.

—¿En serio?

Pero ya no le respondió, la muchacha se paralizó repentinamente con la mirada sobre el hombro de Crono. Buscando su punto de atención, el pelirrojo encontró a su maestro de espada Sir Dianos, al parecer, tarde, recién llegaba a la fiesta. Estaba por sugerirle a Marle ir a saludarlo, cuando de pronto ella se echó a correr hacia la puerta trasera dejándolo solo y sorprendido. Preocupado, con su ropa en una bolsa, la siguió corriendo también antes de perderla de vista, aún vistiendo el traje de bufón.

Chrono Trigger - La NovelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora