19. Tres años.

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Mi madre amaba a Danny. Creía que era atractivo – cosa que yo no pensaba porque no me gustaban los rubios -  inteligente, caballeroso y todas las cualidades que busca una madre en un hombre para su hija. Y supongo que Danny realmente era todas esas cosas. Pero no me gustaba y estaba segura de que yo a él tampoco. Lo llamábamos “Amistad a primera vista”.

Había perdido la cuenta del número de veces que había tenido que decir a alguien “No es mi novio” o “No estoy saliendo con él”. Entendía que lo preguntaran, Danny se había convertido en una parte de mí. A donde yo iba, él iba. Quizá una liga invisible nos obligara a estar juntos.

Habían pasado dos años y a veces lloraba por Axel. No con la misma frecuencia que antes, pero lo recordaba mínimo una vez al día. Danny me había dicho que quizá lo hacía porque había sido mi primer amor. Y esos son los más difíciles de olvidar según la creencia popular.

Pensé en salir con otros chicos, pero nunca aceptaba ninguna invitación. Sentía que no sería justo para nadie si yo salía con alguien pensando en mi ex novio encarcelado todo el tiempo. No me importaba que pensaran que era gay o que tenía una relación secreta con Danny. No le haría daño a nadie solo para olvidar el pasado.

***

Tres años después prácticamente había dominado el arte de vivir con el corazón roto. Estaba a punto de graduarme de la Universidad y estaba haciendo una pasantía en el hospital más grande de Georgia junto a – sorpresa- Danny.

Empezaba a pensar que había sido una mala idea elegir el mismo hospital, seríamos los enfermeros menos profesionales de Atlanta si trabajábamos juntos. Solo tenía que verlo para empezar a reírme. Habíamos hecho tantas bromas y nos habíamos reído en los momentos menos indicados tantas veces que me parecía increíble que no nos hubieran cancelado la pasantía. Debíamos de ser realmente graciosos, a veces sorprendía a los doctores aguantando una risa. Quizá el encanto de Danny y mi sarcasmo era una combinación ganadora.

Era un día común y corriente cuando ayudé a atender a una niña que se había caído de las escaleras de su casa y se había hecho una gran herida en la frente, que involucraba mucha sangre. Parecía tan fría y seria al respecto que me pareció curiosa, ni siquiera estaba llorando. Y vaya que había visto a personas mucho más mayores que ella llorando por heridas menos graves.

Conversé con ella y tuve que reconocer que era la niña más valiente que había conocido. El torbellino en mi interior se desató cuando le pregunte su nombre:

-          Me llamo Audrey – dijo mirándome fijamente.

Al instante recordé a la Audrey que yo conocía sosteniendo una pistola contra los sujetos que habían intentado violarme aquella noche en Los Ángeles. ¿Acaso todas las Audrey eran audaces y valientes?

Curé la herida de la pequeña Audrey y me despedí de ella cuando su llorosa madre entró en la habitación jurando que no volvería a perderla de vista. Típico.

Caminé aceleradamente hasta el área de descanso de los enfermeros y contemplé los contactos de mi celular por un largo tiempo. Seguía teniendo el número de Audrey. Sabía que el número era viejo, habían pasado años desde la última vez que lo marqué, conservaba su número solo “por si acaso” y porque no tenía el valor de eliminarlo, ya sea por melancolía o cariño.

No pensé en las posibilidades cuando seleccione su nombre y marqué. Casi tuve un infarto cuando escuché que estaba sonando. ¿Cómo era posible que conservara el mismo número?

Tuve un mini-ataque de pánico y colgué al segundo pitido. ¿En que estaba pensando? Mi corazón palpitaba con tanta rapidez que parecía que había corrido un maratón.

Ni siquiera puedo describir como me sentí cuando mi celular empezó a sonar un minuto después y vi en la pantalla el nombre de Audrey. Miré el aparato fijamente, pensando si debía contestar o no.

Mi dedo pulgar decidió por mí y respondió la llamada. Tardé en hablar.

-          ¿Hola? – pregunté dudando. Quizá otra persona tuviera su celular.

-          ¿Molly? ¿Molly? – No. Definitivamente era la aguda voz de Audrey. De verdad era ella.

-          Soy yo – contesté temblando.

-          Oh por dios… yo… creía que no querías saber nada de mí, siento mucho no haberte llamado en todo este tiempo, pero Axel puede ser un amenazante maniático controlador cuando se lo propone, lo siento tanto, Molly.

-          ¿Él les pidió que me ignoraran? – le pregunté.

-          Si, de alguna forma convenció a Jack de que no te involucráramos más con el grupo y… no me odies pero pienso que hizo lo correcto, quiero decir, te extraño mucho pero Axel solo quería que tú reconstruyeras tu vida alejada de nuestro desastre. Lo entiendo e imagino que ha sido difícil para ti, pero Axel también ha sufrido mucho.

-          ¿Sigue en la cárcel? – mi voz tembló tanto que me sorprendió que Audrey me entendiera.

-          Salió hace seis meses… - escuché como gruñía algo por lo bajo – Molly ¿De verdad quieres saber de él?

-          Sí.

-          ¿Segura?

-          ¡Sí!

-          Ve a Full Moon Records a las 5 de la tarde. Es todo lo que voy a decirte, Molly. Llámame cuando lo hagas – y colgó.

Miré la pantalla de mi celular, confundida. Entonces pensé, Full Moon Records era una tienda de discos muy popular en la ciudad, pasaba todos los días por ahí de regreso a casa. Nunca le prestaba atención. ¿Qué tenía que ver Axel con eso?

Miré el reloj, eran las 5 y media. Corrí a quitarme el uniforme, salir media hora antes no le haría daño a nadie. Tenía que averiguar a qué se refería Audrey antes de que mi cerebro elaborara mil teorías diferentes.

Salí corriendo del hospital y tomé un taxi que me dejó enfrente de la tienda de discos. No sé en qué momento mi corazón dejo de latir y empezó a vibrar. Entre en la tienda antes de poder pensar en todas las razones por las que no debería hacerlo. La tienda estaría vacía de no ser por un hombre que observaba con emoción la sección de Elvis Presley.

Caminé hacia el mostrador con los nervios de punta, no había nadie detrás de él. Toqué el mostrador como si fuera una puerta y cuatro segundos después lo vi.

Salió de la puerta que llevaba al área trasera del lugar, se le cayeron los discos de vinilo que estaba cargando cuando me vio. Lucía más alto, más delgado y más adulto porque traía una barba apenas visible que lo hacía ver demasiado sexy para su propio bien.

Reaccionó después de lo que me parecieron 30 segundos de miradas sorprendidas.

-          ¿Fue Audrey? – preguntó sin dejar de mirarme.

-          Fue Audrey – afirmé sin saber que hacer o que decir.


                   

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                                          P.D. El final de la novela será este viernes :)

RUNAWAYSWhere stories live. Discover now