Capítulo 44: Cierra los ojos

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–Yo también puedo vestirme de cuero –musitó Ron por lo bajo. Hermione le ignoró notoriamente.

Harry volvió a mirar la fotografía, tratando de ser objetivo. Severus parecía ciertamente distinto a su yo habitual: más peligroso, si es que eso era posible. Y el cuero mostraba su cuerpo, lo cual era toda una ventaja. Él había sabido, desde la primera noche de casados, que la túnica ocultaba un cuerpo musculoso y firme. Pero la forma en que los pantalones se pegaban a sus muslos... Harry se acaloró ante la idea. Un horrible pensamiento se le ocurrió de golpe:

–Oh, Dios –gruñó– Si llevan todo el día riéndose delante de mí así, ¿qué crees que habrá pasado durante las clases de Snape? –se podía imaginar el humor que gastaría el hombre, sobre todo tras el desastre de la mañana y con la influencia de un hombre lobo salvaje para acabarlo de arreglar. Daba gracias por no haber tenido clase de Pociones aquel día... pero a diferencia del resto de estudiantes, él aún tenía que encontrarse con Severus aquella noche. Se golpeó la cabeza contra la mesa– Odio mi vida.

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Tras la cena volvió a sus estancias, entrando de forma algo reluctante. Supo de inmediato, no obstante, que Severus no estaba. Aliviado por no tener que enfrentarse todavía al hombre, se sentó a hacer sus deberes ante el fuego de la chimenea. No obstante, sin Ron y Hermione acompañándole, su mente pronto empezó a divagar.

Pensó en Remus, atado a la cama en la enfermería, y en Sirius que esperaba hubiese llegado a salvo a las Tierras de Invierno, ignorante de los acontecimientos que iban a sacudir su vida de nuevo. También pensó en Severus y la pelea que habían tenido aquella misma mañana. "Te he protegido a riesgo de mi vida, año tras año", le había dicho Severus. ¿Realmente creía que Harry era tan egoísta como para no darse cuenta de todo cuanto había hecho por él? Cielo santo, si se había casado con él sólo para mantenerle a salvo del Ministro. No era como si pudiera olvidar algo así.

"Durante cuatro meses me he ocupado de ti, te he dado un hogar, te he dado cuanto has deseado". La voz de Severus parecía burlarse de él. Suponía que no le había dado nada a Severus a cambio de todo ello, pero en el mundo mágico las reglas de la propiedad, comportamiento y posibilidades monetarias estaban tan definidas en el caso de la posición matrimonial, que Harry quedaba relegado a la impotencia en ese terreno. Ni siquiera podía pagarse sus propias cosas sin insultar el trasnochado honor de Severus.

Había intentado comportarse bien y molestar lo menos posible. Si miraba alrededor, no había demasiada cosa suya en aquel salón tan recogido. Había pensado alguna vez en poner algunas fotos sobre la mesa, pero decidió que los Merodeadores o su madre no serían bienvenidos en casa de Severus. Aparte de eso, poca presencia tenía en la mazmorra. Sí, dejaba su escoba en la esquina en vez de guardarla en su baúl. Y Hedwig tenía una percha junto al fuego, pese a que solía preferir permanecer en la lechucería... pero Harry no pensaba que hubiese resultado excesivamente intrusivo en la vida del otro hombre.

Había tratado de no coincidir con él demasiado para no interferir en sus rutinas tampoco, al menos al principio. Había pasado las tardes en la torre de Gryffindor y no había invitado a sus amigos a casa. Al cabo de un tiempo, no obstante, había creído que Severus disfrutaba de su compañía, o al menos que no odiaba pasar tiempo con él, así que había comenzado a pasar más y más rato en las estancias durante la tarde. Quizás se había equivocado. ¿Y si el hombre le toleraba sólo por sentido del deber? ¿Y si Harry estaba siendo el niño mimado y egoísta que Severus le había acusado de ser...?

Puso los pies sobre el sofá y se abrazó las piernas, poniéndose en posición fetal de forma inconsciente mientras notaba cómo un sentimiento de miseria le inundaba. No debería importarle, se dijo, pero Sirius no estaba, Remus iba a ser encerrado, y se sentía muy solo. No debería darle tanta importancia a que Severus se enfadara con él, o que no sintiese nada por él. Hace meses no le habría importado para nada. Al fin y al cabo, Severus nunca se había interesado por él, de hecho le había odiado en años anteriores. Así se lo había dicho, y Harry había correspondido al sentimiento y a las palabras. Ahora, sin embargo, la mera idea de decir algo así a Severus le parecía repugnante.

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now