Capítulo 9

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Cuando regresé a mi departamento, me había prometido que nunca más cruzaría una palabra con ese hombre. Me apartaría de él como si fuese una plaga. No hacía sino ponerme de mal humor. ¿Por qué tenía que ser tan amargado? «No tengo mamá», había dicho Andrea. Tal vez la niña fuese adoptada porque, a diferencia de su padre, era muy simpática y a juzgar por cómo Bastian me quedó viendo en las escaleras no parecía que le gustaran las mujeres, en absoluto.

En lo que pisé la habitación todo pensamiento sobre Bastian y sus malos modales se evaporó porque Gabrielle se había levantado y estaba parada prácticamente desnuda frente a la ventana, lo que me daba una vista espectacular de su espalda.

No sé qué me impresionó más: lo suave que parecía su piel, la curva de su cintura, su trasero con forma de pera contenido en una tanga prácticamente inexistente o el tatuaje que comenzaba en la base de su espalda y se extendía casi hasta el cuello. Era una vara con una serpiente enrollada y la piel del reptil estaba decorada con pequeñas escamas de distintos colores. El trabajo estaba tan bien hecho que la tinta de la serpiente parecía real, casi cambiaba de color cuando le daba la luz del sol.

Aún estaba decidiendo a qué parte dedicar mi mayor atención cuando Gabrielle volteó a verme por encima del hombro con una pequeña sonrisa casi invisible pero que, a pesar de eso, hacía brillar sus ojos. Ahora sí estaba seguro: no me había acostado con ella porque una visión así no era de las que se olvidaban.

—¿Estás viendo mi trasero o mi tatuaje?

—Estoy viendo toda la escena —contesté antes de comenzar a caminar hacia ella. —Cómo la luz que entra por la ventana besa tu piel, cómo lo negro de la tinta del tatuaje parece vetas en el mármol de tu espalda, ese lunar que tienes en el hombro que no había notado...

—Y mi trasero —me interrumpió sonriendo aún más.

—Y tu trasero —concedí. —Es un lindo trasero.

—Gracias —me dijo con una risita antes de meterse el vestido por la cabeza.

—¿Por qué te estás vistiendo? —pregunté casi desesperado al tiempo que su piel se cubría.

—Porque debo ir a trabajar —recogió su bolso, que estaba en un rincón en el suelo, y lo revolvió buscando algo. Luego me tendió dos aspirinas antes de pasarme un vaso de agua que estaba sobre la mesa de noche. —Y tú necesitas descansar.

Quería protestar, hacerme el superfiestero Kylen al que dos noches consecutivas de juerga no le hacían mella, pero Gabrielle no me estaba prestando atención. Recogió sus botas del piso, se sentó en la cama y estiró una pierna para ponerse el calzado. Me tomé las dos aspirinas porque sabía que iba a necesitarlas.

La visión de esa pierna desnuda, con el vestido subiendo hasta la parte alta de su muslo, terminó de despertar a mi amigo que estaba bajo el pijama y que ya había comenzado a desperezarse cuando vio su trasero en esa bendita tanga azul. ¡Soy humano! ¡Soy un hombre! Y, en ese momento, estaba muy necesitado. Me senté a su lado en la cama y comencé a acariciarle la pierna mientras ella se calzaba el otro zapato.

—¿Pasamos la noche juntos y ahora me abandonas de esta manera? —puse una expresión de tragedia. —Me haces sentir usado, barato, como un juguete. —se echó a reír y su risa sonaba como un millón de campanitas agitadas por el viento. —Eres tan hermosa... Pareces un hada.

—Y tú pareces un príncipe —me contestó ella todavía sonriendo.

Delicadamente apartó un mechón de cabello que había caído sobre mi frente y posó su mano en mi mejilla. Lamentablemente no había pasión en la caricia sino simplemente alguna forma de afecto. ¿Qué estaba pasando? ¿En qué momento había dejado de ser el gran Kylen Deshawn y me había convertido en el eterno rechazado?

El 'Chico Malo' del Ballet (Gay) [Terminada] #3Where stories live. Discover now