Capítulo 27

4K 383 42
                                    

Tenía mucho tiempo que no despertaba una mañana con el profundo convencimiento de que estaba donde me correspondía. Esa tranquilidad, esa llenura interna, era una sensación que ya no recordaba y se la debía a la persona que estaba dormida a mi lado. Bastian. Recordé la noche anterior con una sonrisa de esas que te asaltan antes de que te des cuenta. Tenía mis sospechas, pero ahora estaba convencido de que nunca antes había hecho el amor. Con él fue la primera vez que la mecánica, las artimañas y la búsqueda, por sobre todas las cosas, de una sensación física dejaron de tener importancia, desaparecieron por completo del panorama y solo quedó el sentimiento para guiarme.

Exactamente como ocurría en el día a día, hacer el amor con Bastian era sinónimo de felicidad, de paz, de bienestar. No era una acción, era parte de otra cosa, un elemento de algo mucho más complejo. Cuando lo recordaba no venían a mi mente imágenes de cuerpos sudorosos retorciéndose, palabras subidas de tono o posiciones que cambiaban constantemente. No. Solo podía recordar la sensación, el sentimiento que todavía permanecía dentro de mí haciendo que quisiera salir de la cama, abrir la ventana y gritar a todo pulmón que estaba enamorado y se sentía endemoniadamente bien. Sin miedos, sin dudas, sin conflictos.

Claro que, por otra parte, nadie podría obligarme en ese momento a abandonar la cama donde ese dios rubio dormía acurrucado a mi costado. La visión era espectacular: las sábanas adhiriéndose a cada uno de sus músculos, el cabello dorado desordenado sobre su frente y ese rostro que en ese instante, cuando ninguna preocupación lo agobiaba, era delicado y hasta un poco inocente. Quería preservar esa expresión en su rostro por el mayor tiempo posible, no solo cuando estuviera dormido. Quería que fuera feliz y despreocupado.

Lo vi removerse un poco inquieto. Estaba por despertarse. Me acosté de lado, apoyé la cabeza en una de mis manos y esperé que abriera los ojos para disfrutar ese divino momento en que poco a poco volviera a la conciencia y se diera cuenta de que yo seguía allí, muy cerca, seguramente con una sonrisa bobalicona en el rostro.

—Buenos días —dije en lo que abrió los ojos y una sonrisa perezosa e involuntaria le adornó el rostro. Las primeras impresiones lo eran todo y esa mirada cariñosa y sincera (porque todavía se notaba que la consciencia no había regresado del todo) hablaba volúmenes de lo que había sucedido entre nosotros.

—Buenos días —respondió todavía sonando un poco somnoliento —¿Qué hora es?

Descuidadamente posé la vista en el reloj despertador que estaba en la mesa de noche.

—Van a ser las siete.

—¡Oh, Dios! Voy a llegar tarde.

Como un resorte salió de la cama olvidando en un segundo el perfecto estado de calma y abandono con el que había despertado. Caminaba por la habitación recogiendo la ropa regada y la sábana que había ido a parar al suelo, y yo solo podía centrarme en que estaba desnudo y con su dorado cabello desordenado. Parecía un dios escandinavo tras una celebración. Claro, uno a punto de tener un ataque de pánico por algo tan tonto como la hora.

—Bastian, no vas a llegar tarde —dije saliendo de la cama. —En todo caso, vamos a llegar tarde —se me quedó mirando un poco confuso y aproveché el momento para abrazarlo, juntando nuestras pieles, alineándonos de arriba abajo. —No te preocupes —dije y le di un beso en esa arruga entre sus cejas que había aparecido cuando mencioné la hora. —Lo tengo todo bajo control.

—¿Tienes una máquina del tiempo? ¿Un teletransportador molecular?

Lo abracé más fuerte.

—Te presento tu nueva rutina —le di un beso en el cuello. —Siempre estaremos a la carrera intentando no llegar tarde. Necesitas acostumbrarte a la idea.

El 'Chico Malo' del Ballet (Gay) [Terminada] #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora