Capítulo 34: A dormir

Zacznij od początku
                                    

– ¿Todo bien, Harry? –preguntó. El chico asintió, con gesto pensativo. Dio un paso hacia delante, cauteloso, como si estuviese meditando algo. Los tres esperaron en silencio, percatándose de que tenía algo en mente.

–Quería daros las gracias –dijo entonces, sonando terriblemente joven, como si toda su nueva confianza le hubiese abandonado.

– ¿Por qué, Harry? –preguntó Sirius asombrado, avanzando para ponerse junto a su ahijado y tomarle la mano. El chico sonrió agradecido. Remus pudo ver cómo apretaba las manos que le sujetaban. Repentinamente le vino a la memoria el poco afecto que aquel joven había recibido mientras crecía. Aquellos gestos debían significar mucho más para él de lo que ellos podían imaginar. Remus dio gracias de que Sirius fuese capaz de ellos. Tanto él como Severus eran demasiado reservados para ello, pero afortunadamente Sirius les suplía a ambos en aquel terreno.

–Por venir a buscarme –explicó Harry– Por salvarme.

Sirius sonrió ampliamente al oírle:

–No me pareció que fuese necesario salvarte, Harry...

–Hoy no –respondió simplemente el chico– Mañana. –La sonrisa desapareció de la cara de Sirius, que deslizó un brazo entorno a los hombros de Harry, tan evidentemente confuso como lo estaban los demás– No puedo controlar un Patronus y levitar esa roca al mismo tiempo –explicó Harry– y por ello los hombres de aquí iban a someterse a una masacre que estaban dispuestos a considerar una victoria... no creo que hubiese podido soportar eso otra vez.

Remus se encontró tragando saliva para deshacer el nudo que se había formado en su garganta. Harry no estaba hablando ahora de la batalla de mañana únicamente, sino de la noche en la que había tomado el Ojo de Odín de manos de Voldemort. En aquella ocasión había salvado Hogwarts, y probablemente el mundo... pero aquel acto había matado tanto a mortífagos como a aurores. El mundo mágico consideraba aquello una gran victoria, pero todo cuanto Harry había sido capaz de ver eran los hombres y mujeres que habían caído. Ya antes de que llegaran, Harry había decidido sellar el Pozo de la Desesperación. Lo había hecho sabiendo que implicaba que muchos iban a caer a manos de los Dementores, indefensos ante ellos, y con Harry demasiado ocupado por la piedra para salvarles...

Sirius abrazó apretadamente a Harry:

–No estás solo, Harry –le aseguró– Deja de pensar en ello. Vamos a ganar mañana. Todo irá bien –aquellas no eran promesas que nadie pudiese hacer ateniéndose a los hechos y perspectivas de futuro, pero tanto Remus como Severus, a juzgar por su falta de reacción en contra de ellas, comprendieron que Harry necesitaba oírlas. El chico miró a su padrino a los ojos, como buscando algo más en su rostro.

– ¿Estarás bien cuando llegue el momento de enfrentarte a los Dementores, Sirius? –preguntó, dando voz a las dudas que Remus había estado ponderando toda la noche. A nadie le gustaban los Dementores, pero para un antiguo prisionero de Azkaban tenían una gran carga añadida. Sirius sólo sonrió con suavidad.

–No estarás pensando en serio que podría decepcionarte, ¿verdad? –bromeó. El corazón de Remus se encogió al darse cuenta de que la respuesta de Sirius era una evasiva. Severus, que había tomado asiento en la cama más alejada, se removió nerviosamente, como si él también se hubiese percatado de que la respuesta de Sirius no era la que hubiese tenido que ser. Remus no pudo decir a ciencia cierta si Harry también lo había percibido, porque sonrió a su vez. Sin embargo, sus siguientes palabras dieron a entender que había comprendido bastante más de lo que dejaba translucir.

– ¿Sabes cuál es el recuerdo que utilizo para mi Patronus? –preguntó con una sonrisa casi tímida. Sirius negó con la cabeza, con su rostro atractivo mostrando curiosidad. Remus se había preguntado a menudo cuál sería... únicamente había dicho a Harry que tenía que asegurarse de que fuese una emoción fuerte, poderosa. Nunca le había pedido detalles al respecto– La primera noche que te encontré –dijo Harry– Cuando me dijiste que eras mi padrino y me ofreciste que fuese a vivir contigo.

La Piedra del MatrimonioOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz