Capítulo 33: Largas historias

Start from the beginning
                                    

–Yo diría que Sirius no es el único que ha atraído la atención de la fauna local –remarcó con cierto sarcasmo, indicando con un ligero cabeceo a un grupo de jóvenes de edad cercana a la de Harry.

Los ojos de Severus se achicaron: las chicas tendrían de catorce a veinte años, y todas contemplaban a su joven marido con aire hambriento. Aunque las chicas de Hogwarts solían ser bastante reservadas en sus interacciones con los chicos de su propia edad, Severus era muy consciente de que aquellas muchachas, incluso las más jóvenes, no eran tan recatadas. Esta sociedad tenía por norma una vida breve e intensa, y como Harry diese la más mínima señal de interés se le iban a lanzar a los brazos, deseosas de compartir su lecho esta noche. Tampoco albergaba ninguna duda sobre el hecho de que sus madres les habrían proporcionado pociones de fertilidad y les habían incitado a visitar las camas de los hombres. Tener un hijo del Chico­que­vivió o de uno de sus compañeros sería considerado una gran bendición en aquel grupo.

Severus lanzó una mirada tormentosa al hombre lobo, que le miró frunciendo el ceño a su vez. Parecía que no eran tan distintos ellos dos... pero era algo que no les iba a hacer confraternizar. Y lo que no pensaba discutir el tema de los celos con un Gryffindor. Sus emociones iban a permanecer como siempre... enterradas.

­­

Mientras Sirius regalaba a la muchedumbre de guerreros con historias variadas, Remus se encontró pasando la mayor parte de la tarde soportando las puyas bienintencionadas de los guerreros que le rodeaban. Al contrario que el resto de sus compañeros, Remus era un factor desconocido en aquel grupo. Todos conocían a Harry Potter, y habían oído hablar con Sirius Black y Severus Snape. Consideraban a esos tres sus superiores, y les trataban con el respeto debido a los mayores, pero no sabían muy bien qué pensar de Remus Lupin. Finalmente parecieron decidir que era prácticamente igual a ellos, merecedor de respeto a causa de las personas a las que acompañaba pero poco más. Eso hizo a Remus blanco de una serie de bromas y comadreo que los otros no tuvieron que soportar.

El foco de sus bromas parecía ser su arma. Más de uno comentó el tamaño de aquella maza que se apoyaba en la mesa, junto a la silla. Uno más atrevido se decidió a probar su peso en persona, algo que Remus dudaba que hubiesen hecho con las armas de Severus o Sirius. El hombre, un gigante rubio y musculoso, de no más de veinticinco años, levantó la pesada maza con ambas manos, sonriendo a sus compañeros cuando confirmó que, efectivamente, pesaba lo que había supuesto que pesaría... mucho más de lo que alguien como Remus podía blandir de forma efectiva.

–Mejor te conseguimos otro arma, muchacho –le sonrió el guerrero, pese a que Remus debía ser como poco una década más viejo que él– Mi hermana tiene una espada que será del tamaño apropiado para ti –sus palabras fueron recibidas por un coro de carcajadas viriles.

Remus simplemente sonrió, y cogió el arma de sus manos. Levantó la pesada maza con una sola mano, lanzándola al aire brevemente como si no pesara más que una ligera daga.

–No, gracias –replicó, dejando la maza a su lado– ésta ya me va bien.

Los ojos del hombre se desorbitaron por el asombro, mientras varios guerreros se acercaban para mirar mejor, incapaces de creer lo que acababan de ver. Lejos de enfurecerse o sentirse incomodado, el joven guerrero simplemente sonrió aún más ampliamente y se sentó delante de él, apoyando el brazo en la mesa.

–Eres más fuerte de lo que pareces. ¡Echemos un pulso!

Remus le miró con incredulidad, mientras una docena de hombres se reunían a su alrededor, al parecer todos convencidos de que se trataba de una gran idea. Sospechaba que aquella sociedad, los pulsos debían ser una forma de entretenimiento como otra cualquiera.

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now