Capítulo 31: Acortando distancias

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–Tenemos que seguir. Hay un círculo de protección que se empieza a desvanecer en torno a este claro –susurró mientras caminaban– He cruzado por encima de uno de sus remanentes más intensos. Reconocí la sensación: está hecho por el Patronus de Harry. Deja una vibración muy característica.

Sirius sintió cómo su corazón se aceleraba debido al pánico. Eso significaba, por supuesto, que Harry había estado vivo y en posesión de su varita cuando aquello había sucedido; también quería decir que Harry había estado en el centro del conflicto, que debía haber costado vidas humanas; pero, sobre todo, implicaba que allí había habido Dementores. No había ningún otro motivo por el cual Harry hubiese podido lanzar un Patronus.

Siguieron su camino sinuoso a través de los bosques que se iban iluminando lentamente, con Remus a la cabeza. Pero un kilómetro y medio más tarde, Remus les hizo gesto de detenerse e inclinó la cabeza a un lado, escuchando alerta, en busca de algún sonido. Sirius tuvo que contenerse para no transformarse en Canuto, consiguiendo así los oídos y nariz más sensibles que hubiesen podido captar lo que el hombre lobo notaba. Pero sabía que, si bien Canuto era más rápido que un ser humano, en una batalla sería mucho más útil como hombre. Remus volvió hacia ellos de nuevo, con gesto solemne y preocupado.

–Saben que estamos aquí –les dijo– Nos están cercando. Hasta ahora viajaban al sur en paralelo a nuestra ruta, pero ahora se nos han adelantado y están posicionándose para cortarnos el camino más adelante.

Sus palabras hicieron que el corazón de Sirius volviese a acelerarse. Todo el tiempo pasado vagando por el Bosque Prohibido con Lunático le habían llevado a entender la naturaleza de la caza y, tras años de ser perseguido por Dementores, sabía muy bien lo que se sentía al ser la presa.

– ¿Estás seguro de que van por nosotros? –inquirió Snape. Remus asintió, sombrío.

–Sé cuándo estoy siendo cazado.

– ¿Cuántos? –Preguntó Sirius– ¿Y de qué naturaleza?

–Diez como mínimo –respondió Remus– Supongo que deben ser esos Grendlings que mencionaste antes. Huelen parecido a gatos. Hay un aroma a sangre en ellos, así que diría que son lo que queda de la manada que atacó al grupo de Harry.

– ¿Y los Dementores? –preguntó Sirius, pensando en lo mortales que podían resultar en una batalla. Su poder consistía en la distracción que proporcionaba su habilidad para abrumar de tal forma a su oponente que cualquier cosa traspasaba entonces su guardia. Pero Remus sacudió la cabeza:

–El Patronus de Harry los ha alejado mucho. Tardarán al menos un día en volver a esta zona. Creo que sólo tendremos que lidiar con los Grendlings –se giró, tensándose– Ya vienen.

El trío se colocó de forma que se cubriesen unos a otros las espaldas. Sirius alzó la varita en la diestra y la espada en la zurda: en un duelo, su arma principal siempre sería la varita, así que le habían entrenado para usar la espada con la otra mano. Tras él percibió cómo Severus y Remus se colocaban de la misma forma. El hombre lobo blandió la pesada maza de hierro como si no pesara nada.

No tuvieron que esperar mucho. Entre ruidos de madera quebrada, los pesados cuerpos peludos se lanzaron contra ellos con ojos rojos relucientes. Las bestias parecían estar compuestas únicamente de colmillos y garras brillando de forma mortífera en la mañana.

Los tres hombres usaron sus más mortíferos hechizos: Sirius lanzó una rabiosa bola de fuego ardiente que le dio de lleno a la primera criatura en el pecho, lanzándola contra un árbol con tal fuerza que sus huesos crujieron. Blandió la espada hacia la siguiente, bloqueando el ataque de ésta a su estómago antes de volver a atacar con la varita. Tras él, podía oír cómo Remus y Snape gritaban sus propios hechizos, mientras el bosque se llenaba de luces rojas de fuego y rayos resplandecientes. Los gritos de los Grendlings y el crujido mareante de los golpes de la maza de Remus destrozando huesos eran ensordecedores. Atravesó un cuerpo veloz más, antes de quedarse quieto por completo al percatarse de que no quedaba nada más que se moviese. Se volvió velozmente para encontrarse con los ojos de Remus, queriendo comprobar que el otro estaba indemne. El hombre lobo estaba empapado en sangre, pero no parecía suya.

La Piedra del MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora