CAPÍTULO 20 - ¿LIBERTAD?

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—Él mismo lo confesó todo.

El abogado Granados dio un pequeño golpe de triunfo en su pierna.

—Entonces, ¿debo suponer que los cargos en contra de mi cliente serán revocados?

—Al parecer así será, aunque no podrá salir sino hasta que los papeles hayan sido liberados —respondió el juez con tono pausado.

—Pero, el modus operandi no es en absoluto similar al que demuestra la autopsia de Guadalupe.

—No estamos tratando con asesino serial de hábitos, detective Espíndola. Aunque todos tienen como misma referencia la muerte por arma de fuego. Este hombre asesinó a un hombre y se está investigando el asesinato de un joven más, también con una pistola. El caso de la chica fue excepcional, seguramente era la primera vez que practicaba un acto tan aberrante como la necrofilia, aunque no estamos seguros. Tal vez intentó hacer lo mismo con Guadalupe y no tuvo oportunidad. Aunque eso sí, sabemos con toda certeza que lo habría hecho de nuevo de no haber sido atrapado.

—Un asesino impulsivo —afirmó el abogado Granados con una media sonrisa.

—Así parece.

—Pero ¿la simple confesión basta para...?

—Encontraron el arma, detective.

Espíndola no escuchó nada más después de aquello. Estaba totalmente confundido por lo que sucedía a su alrededor. Ni siquiera supo cómo había terminado la audiencia ni qué le había dicho el juez cuando se despidió de él. El abogado Martínez le invitó una cerveza en el bar que se encontraba a un par de calles, y a pesar de que se negó un par de veces, terminó por dejarse arrastrar por el hombre que estaba tan estupefacto como él.


—Tienes visita —murmuró el oficial tras las rejas

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—Tienes visita —murmuró el oficial tras las rejas.

Felipe se puso de pie. Tenía el cabello enmarañado y los ojos vacíos. Un par de ojeras convertían su rostro pálido en una calavera sombría que, a pesar de la tristeza, aún relucía con su atractivo varonil.

—¿Quién es esta vez?

—Creo que tu abogado.

El oficial parecía mucho más amable desde hace un par de días. Seguramente debido al dinero de su madre.

El hombre abrió la reja y lo acompañó a la sala de visitas, la cual, y solo para él, se trataba de una pequeña sala privada en la que podía, además de acercarse a sus parientes, degustar de frutas y pequeños aperitivos que reposaban en una pequeña barra al fondo de la estancia.

Al llegar, su abogado se puso de pie mientras se abotonaba el saco oscuro. Extendió ambos brazos como si estuviera a punto de abrazarlo, y cuando lo tuvo cerca, apretó con suavidad ambos brazos.

—¿Cómo has estado?

—A decir verdad, muy bien.

—¿El trato?

Calliphora [Serie Fauna Cadavérica 1 ]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz