• CAPÍTULO 90 •

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—Nina, hija...

—Sin tocarse, John. Conoces las reglas—espetó el carcelero antes de salir de allí.

Sabían que la conversación estaba siendo monitoreada, no estaban en privado. Nina miró las líneas de las vestimentas de su padre, sin saber qué decir, sintiéndose ridícula porque lo único que quería hacer era largarse a llorar como una niñata ilusa.

—Nina, cariño...Mírame, por favor.

—No puedo, de verdad no me hagas mirarte, no puedo con esto. Debes irte y dejar que las cosas tomen el curso que deben hacer.

—No dejaré que vivas el resto de tu vida en Azkaban, puedo mover mis influencias, conocemos personas. Tus abuelos pueden hacer algo en los tribunales franceses.

—No, esta fue mi decisión, pensé que podría ser más inteligente que algo que estaba fuera de mis límites. Creí saber a lo que me enfrentaba, pero no permitiré que pases intentando salvarme, esto es lo que me merezco. Ahora no sé si me arrepiento o no, porque no pude salvar a ninguna persona, sólo dejé destrucción a mi paso, tristeza, soledad y personas que murieron por ayudarme.

—¡No!— farfulló—, tú eras sólo una niña. Yo no pude protegerte, perdóname por ello, fallé como padre, te he fallado.

—No— dijo conteniendo las lágrimas— ¡Mamá murió por mi culpa!¡Fred está en coma! y Draco...

El hecho de recordarlo volvió a punzar la herida sangrante en su pecho.

<<... Algo se rompió dentro de Nina.

Fue como si alguien hubiese tomado su corazón y lo hubiese estrujado en el mismo interior para dejárselo allí.

Todo se detuvo por unos momentos. No se dio cuenta de lo que había pasado en realidad por una fracción de segundo. Fred estaba a su lado, por lo que un suspiro de alivio salió de su interior.

Llegó hasta allí George, Bill y Fleur, quienes los habían estado buscando después de haberlos perdido cerca al gran comedor.

Nina volvió sus ojos al suelo porque en sus zapatos sintió algo de pegajoso y un olor a óxido, el aroma característico de la sangre. Un charco de sangre estaba formándose bajo sus pies y no sabía de donde provenía hasta que divisó el cuerpo.

No había rastro de Xavier Zimej, la suerte no solía estar a su favor.

Allí había una de las personas que más amaba en su vida. Una parte de ella.

—¡Draco, Draco! ¡Maldición, merde! —chilló lanzando un montón de improperios en un francés inentendible —todo estará bien ya verás —dijo lanzándose sobre él, empapándose de la sangre del rubio.

Tenía un trozo de cristal incrustado en el abdomen y sangraba, sangraba a una velocidad que no podía detener. Sacó su varita para intentar hacer algo, pero entre todas las explosiones era difícil concentrarse.

El rubio tomó una de sus manos y tosió con dificultad. Había sangre en sus manos y una gota salpicó en sus labios.

—¿Tienes un frasco?

—¿Qué? —preguntó sin saber a lo que se refería.

—Dame un frasco—pidió con urgencia— o algún contenedor—murmuró—Dime por favor que tienes algo así en esa maldita bandolera que llevas colgada.

La voz del rubio era apenas un susurro audible, puesto que hablar le causaba bastante esfuerzo. Nina hizo lo que le pidió, siendo ajena a las explosiones, estallidos y remesones que se percibían a su alrededor; en ese instante toda la atención estaba siendo reflejada en Draco y no le importaba absolutamente nadie más.

Juramento Inquebrantable [Fred Weasley]Where stories live. Discover now