Narra Cat

Entramos a la casa, estaban el resto de los simios en la sala, que al ver a Joe se quedaron sorprendidos.

—Chicos, Joe se quedara a cenar— dije.

Todos ellos bufaron y se quejaron. Fulminé a uno por uno con la mirada hasta que cambiaron sus rostros.

—¿Qué pensaría Kim de que su novio esté cenando en la casa de otra?— preguntó Matt— si no quieres tener problemas con ella, tienes tiempo de irte aún.

—En realidad, terminé con Kim— contestó.

Se generó un incómodo silencio en el que los simios se miraban entre sí, aunque Hunter no quitaba la mirada de Joe.

—¡Cocinaré pizza!— dije para romper con la incomodidad.

—Siempre cocinas pizza— se quejó Matt como un niño pequeño.

Lo miré mal.

—Cocina tú entonces.

—...¡Pizza está perfecto!—exclamó, rechazando completamente la idea de cocinar algo él.

Eso quería oír.

—Te ayudo— sonrió Joe— mi abuelo era chef, algo heredé de el— soltó una risita mostrándome sus brillantes y blancos dientes.

—De acuerdo— dije— soy una pésima cocinera.

—Es muy fácil, yo te enseño— me guiñó un ojo.

—Te estoy viendo, idiota— dijo Hunter con los puños apretados.

—Empezaremos a cocinar antes de que se maten— tomé a Joe del brazo y lo guié hasta la cocina.

Busque en el refrigerador y en la alacena todos los ingredientes que íbamos a necesitar y los coloqué sobre la mesada.

[...]

—¡Listo!— dije terminado los últimos retoques de la pizza para luego meterla a hornear.

—Solo queda esperar— sonrió Joe— espero que pase rápido, estoy hambriento.

—También yo— me senté en una de las sillas.

Miré el paquete de harina y luego a Joe, sonreí pícaramente. Tomé un puñado de la misma y se la arrojé sobre el rostro y el cabello, que quedaron completamente blancos.

Abrió el boca sorprendido, pero a los segundos soltó una carcajada y se acercó a mi.

—No debiste hacer eso— rió y me tiró salsa de tomate sobre el rostro y la ropa. Por suerte no fue el cabello.

—¡Joe!— lo regañé riéndome— pagarás por esto.

De un rápido movimiento, me tomó de mis brazos para que no pudiera hacerle nada. Intenté salir de su agarre pero como resultado, ambos nos caímos al suelo, el sobre mi.

Nuestras risas pararon y se generó un silencio entre nosotros. El estaba sobre mi pero tenía el peso de cuerpo en sus brazos y piernas, para no aplastarme. Me miró detenidamente pero su vista se posó finalmente en mis labios.

Se fue acercando, rompiendo poco a poco los centímetros que separaban nuestros rostros. Nuestras respiraciones ya llegaban a mezclarse y podía sentir su aliento a menta desde aquí.

Pero de pronto, la puerta de la cocina se abrió. Joe se separó de un movimiento rápido y se levantó del suelo. Luego me ayudó a mi.

Miré hacia la persona que había entrado, era Hunter. Estaba parado allí, mirándonos. Mejor dicho, mirando a Joe.

—¿Qué rayos?— fue lo único que dijo— No estoy ciego, vi que casi se besan— se cruzó de brazos.

—No es cierto— negué— nos caímos, y ya.

Me miró con desconfianza.

—¿Por qué están así de manchados?— preguntó.

Joe y yo nos miramos y soltamos una risita. Hunter rodó los ojos y dejó la cocina al ver nuestra respuesta. Azotó la puerta cuando se fue.

—Quédate aquí— le dije.

Salí de la misma y lo seguí hasta la sala. Lo tomé del brazo haciendo que se de vuelta y me mire.

—Hunter, no te enojes— rodeé su cuello con mis brazos.

—No estoy enojado— intentó salir de entre mis brazos.

—¿Estás celoso?— me pegué aun más a él.

Acomodo sus manos en mi cintura y sonrió.

—Tal vez— lo reconoció.

Sonreí y lo besé.

Una tos proveniente de la puerta de la cocina nos interrumpió. Será Joe. Hunter lo miró mal por interrumpir nuestro beso.

—Lo siento por interrumpirlos— dijo desanimado— pero ya está la pizza.

Me separé de Hunter y me dirigí a la cocina. Saqué la pizza del horno y efectivamente estaba cocinada. La llevé a la mesa principal.

—Llama a los simios, amor— dije sirviendo los platos. Hunter me hizo caso.

Una vez que estaban todos, nos sentamos en la mesa a comer.

—¿Y a ustedes que les paso?— dijo James cuando nos vio.

Recordé que estábamos cubiertos de salsa y harina. Me sonrojé y tomé una servilleta para limpiarme, Joe hizo lo mismo.

—¿Y qué tal la comida?— dije.

—Hmm, si la hizo Cat está delicioso, si la hizo Joe me da náuseas— respondió James.

Rodé los ojos.

Sentí mi celular sonar. Había recibido un mensaje. Lo tomé de la mesa y era Kim.

—Es mi móvil— dijo Hunter riendo, al darse cuenta de que pensé que era mío.

—Oh, lo siento— se lo entregué, pero se me hizo inevitable no ver que decía tal mensaje.

"Me encantó el beso de hoy, cuando quieras se repite".

Viviendo con playboysWhere stories live. Discover now